El incidente con el vicioso cura pesaba mucho en la mente de Albornoz, y no le ayudaba el no tener a nadie a quien contárselo. Por encima de todo, estaba decidido a convertirse en monaguillo, por lo que no podía confiar en sus padres, Gelmiro o sus amigos, no fuera que el cura se enterara de su revelación sobre el suceso que había presenciado en la sacristía. Se distraía en sus lecciones y, cosa desconocida hasta entonces, sólo sacaba seis o siete sobre diez cuando Gelmiro le examinaba de las palabras en latín. Gentil y comprensivo como era su tutor, achacó el bajo rendimiento del chico a la pereza inherente que veía en todos sus alumnos. No era así, pero era una conclusión lógica. "Albornoz, ¡esto no es suficiente! Habías progresado tanto que le conté mi alegría a tu padre. Luego, me ve