Albornoz y sus padres estaban desayunando, pero en su mesa había dos sillas vacías: las de los hermanos, Alvar y Fernán, que aún estaban en el castillo del duque de Mendoza, en Guadalajara, recibiendo instrucción militar por primera vez. La familia no hablaba en las comidas hasta que García daba las gracias, tras lo cual, con su asentimiento, se podía tomar la comida y comenzar la conversación. La tímida moza con su tabardo marrón dejó una jarra de leche para acompañar el pan y la fruta, dio un paso atrás, inclinó la cabeza cortésmente y salió de la habitación. García vació su vaso, se limpió la boca con una servilleta de lino blanco y puso las manos, con las palmas hacia abajo, sobre la mesa, señal de que iba a hablar. "Los chicos volverán a casa a tiempo para la cena de esta noche. He