En la misma época, el mismo año, pero en un reino alejado de Cuenca, Edmond Nerval se casó con una campesina del lugar, Jamette. A diferencia de Albornoz, Edmond procedía de una familia pobre para la que la religión desempeñaba un papel secundario. Al contrario, el padre del muchacho daba más importancia a los mitos y fábulas, contados por viajeros y adivinos en una lengua que él entendía, que a los hombres vestidos con largas túnicas negras, agitando una cruz brillante y murmurando que "Padre hizo esto" o "Padre dice lo otro". Vivían en una cabaña de madera de una sola habitación con tejado de césped, en un bosque al norte de Limoges, por un camino sinuoso apenas lo bastante ancho para llevar un carro. Poca gente los visitaba, y Edmond lo prefería así. Era un alma solitaria por naturalez