Punta, talón, punta. Jelena estaba probándose sus nuevas zapatillas de ballet, las cuales había comprado con todo su esfuerzo, vendiendo postres en su escuela. Raziel, que era lo más parecido a un padre, no le daba dinero. Los ángeles caídos no manejan el dinero de los humanos. No es importante para ellos.
“Nada que tenga que ver con nosotros es importante para ellos”, dijo su hermano Vlad hace un mes, antes de abandonar la base de Los Vigilantes, al ya no soportar el duro régimen de entrenamiento al que había sido sometido en sus 16 años de vida. Ese día nunca se le borraría de la cabeza a Jelena. Vlad se había atrevido incluso a maldecir a Raziel, algo que por supuesto el ser angélico no toleró. Ahora su hermano vivía en una habitación de alquiler, oscura y con moho, y trabajaba como mesero para poder obtener su sustento, mientras que ella aún estaba con Los Vigilantes, seguía yendo a la escuela, y en las tardes iba a sus clases de ballet. Su sueño era convertirse en una bailarina de ballet del Bolshoi de Moscú. Vlad la había tratado de convencer de que se fuera con él, de que la vida que llevaban en un régimen estricto de entrenamiento “angelical” era estúpida, y que si ella seguía quedándose en aquel “castillo del terror” no lograría cumplir su sueño. Pero ella era temerosa de la furia de Dios, sabía que había nacido con un propósito, y que apartarse de sus caminos y sucumbir a las tentaciones terrenales no le traería nada bueno.
Pero aún no sabía muchas cosas, como por ejemplo, quién era su padre. Lo único que le había dicho Raziel es que Vlad y ella eran hijos de un demonio y una joven que falleció al dar a luz.
La nefilim decidió no pensar más en el tema de su hermano, y se dispuso a terminar tareas escolares, hasta que alguien tocó a su puerta.
-Pase – dijo ella, levantándose de su escritorio.
Vio entonces entrar a Metatrón, aquel ángel que había sido su mentor junto con Raziel desde que tenía uso de memoria. El ángel estaba vestido con una túnica ceremonial, lo cual indicaba que había tenido un importante evento en el Cielo.
-¿Reunión con nuestro Padre? – preguntó ella.
-No. Con los Arcángeles – dijo él, cerrando la puerta tras de sí -. Asuntos celestiales, nada grave.
-¿No han…descubierto lo nuestro? – preguntó ella, y él apenas suspiró.
-Supongo que no. Tienen temas más importantes que tratar, no solo en estar pendientes en si uno de sus subordinados se ha enamorado de un ser de la creación, contrariando las leyes divinas, para ser merecedor del castigo de convertirse en un ángel caído – dijo Metatrón con esa despreocupación que tanto lo caracterizaba -. Padre definitivamente es demasiado misericordioso, ni siquiera ha hablado conmigo del tema en las juntas que hemos tenido.
-O tal vez es porque lo nuestro está destinado a ser – dijo la nefilim, acercándose al ángel y posando una mano en su mejilla -. Yo, alguien que es mitad humana y mitad ángel, no puedo involucrarme con un humano, son mortales, y yo soy inmortal, lo vería envejecer y morir.
Jelena y Metatrón llevaban teniendo algo parecido a un noviazgo desde hace unos meses. Un amor que había surgido inesperadamente, pero que era puro y sincero. Pero que por lo prohibido que era no lo hacían público. Ni siquiera Vladimir lo sabía, y él y Jelena se contaban todo.
-Pero sabes que no nos podemos casar ni tener hijos, como suelen hacer la mayoría de humanos y seres mágicos ¿lo sabes, verdad?
Jelena asintió, sintiendo un dolor en el pecho. Le gustaría que Metatrón abandonara todo por ella y se arriesgara a ser un Caído, y así podrían estar juntos por el resto de la eternidad sin tener que ocultarlo, e incluso poder casarse sin contrariar las leyes divinas. Pero eso era una utopía. Metatrón es uno de los ángeles más poderosos de la creación, guardián de los registros akásicos y la mano derecha de los Arcángeles, de ahí que los humanos incluso crean que también es un arcángel.
-Sí, lo sé – dijo ella, disimulando su tristeza -. De todas formas, no es que desee tener hijos.
Metatrón posó su mano en la mejilla de la nefilim, sintiendo la calidad de su energía almática. Era una energía extraña para él, porque no era tan débil como la de los humanos, ni tan fuerte como la de los ángeles o demonios. Y esa energía era terriblemente embriagadora para él. Algo que definitivamente no es normal en los ángeles, porque se supone que solo son los demonios y los nefilim los que sienten la necesidad por succionar energía almática de los seres de la creación.
-Quiero…una fusión – pidió ella, empinándose para poder abrazarlo por el cuello.
-La última vez casi te mato – le recordó él.
Se referían a una fusión telepática. Tanto los ángeles como los demonios, dentro de sus muchos poderes sobrenaturales, tienen el de la telepatía, y esa telepatía entre muchas cosas les permite entrar en la mente de otro ser ya sea para comunicarse con él, manipular sus emociones o calmar dolencias. Pues bien, ambos se habían dado cuenta de que dichas fusiones telepáticas podían llegar a causar placer. A falta de sexo, utilizaban las fusiones telepáticas para tener intimidad, pero la última vez que fusionaron sus mentes, Jelena se desmayó al Metatrón no poder controlar su fuerza telepática. Si hubiera sido una humana común y corriente, hubiera muerto de un derrame cerebral.
-Por favor…- rogó ella, bajando sus escudos mentales, lo cual la hacía totalmente vulnerable a intromisiones telepáticas.
-Jel…- intentó negarse una última vez el ángel, pero ya era tarde. Ya había entrado en la mente de la nefilim. Pero antes de que pudiera hacer mucho, fueron interrumpidos por un toque en la puerta. Ambos terminaron abruptamente con la fusión y reforzaron sus escudos mentales.
-¿Sí? – preguntó Jelena, abriendo la puerta de su habitación con su telequinesis, encontrándose con el secretario de Raziel.
-Bajen al salón, sus altezas reales están aquí – les informó, y Metatrón y Jelena se miraron, asombrados. Cuando decían “altezas”, se referían a los arcángeles principales.
-No sabía que sus altezas vendrían a la base de Moscú, los vi en la última junta con nuestro Padre hace poco, pero no sabía siquiera que tuvieran planes de bajar a la tierra.
-Pues aquí están, Raziel los está recibiendo – dijo el secretario, para luego irse apresuradamente.
-Supongo que debes ponerte algo presentable – le dijo Metatrón a la nefilim, fijándose en sus jeans y el polo de su escuela -. Te esperaré en el pasillo.
Los nervios se apoderaron de Jelena. No veía a los arcángeles desde hace años. La última vez que los vio fue cuando tenía 8 años. Abrió su closet empotrado, buscando algo presentable para ver a los arcángeles, pero lo único que encontró fue un vestido de fiesta que usó en unos de los bailes de su escuela.
-En estos momentos no me haría mal una túnica de ángel – musitó ella mientras se ponía el vestido floreado.
Mientras, en el salón principal del castillo, Raziel recibió a los tres arcángeles con una reverencia y un efusivo saludo. Miguel, Gabriel y Rafael se veían imponentes con sus túnicas ceremoniales. Que estuvieran vestidos así solo le indicaba a Raziel que habían venido a tratar temas importantes. El líder Los Vigilantes no evitó notar que Miguel, aparte de su poderosa espada de Fuego, tenía la espada que cualquier ángel, fuera del rango que fuese, reconocería a simple vista. La espada de La Luz. Aquella espada que había pertenecido a Lucifer antes de la caída.
-¿Y los hijos de Luc? – preguntó Rafael, al pasar la vista por todo el salón y no verlos entre todos los ángeles que los reverenciaban.
-Jelena vendrá en unos momentos, pero Vladimir…- intentó explicar Raziel el duro hecho de que el hijo varón de Lucifer se le había salido de las manos.
-Lo sé, Padre me lo dijo – dijo Miguel, posando su mano sobre el hombro de Raziel -. Y no es tu culpa. Vladimir hace caso a sus instintos humanos, y es muy joven, está en una edad en la que no sabe lo que hace. La rebeldía es característica de la estirpe de los hombres, y está claro que los nefilim además de su naturaleza angelical, luchan contra sus impulsos humanos. Has sido un buen maestro, de eso no tengas duda.
-Es tan parecido a él…- susurró Raziel, recordando el gesto decidido de Vladimir cuando le manifestó su decisión de abandonar la base de Los Vigilantes y seguir su propio camino. Había sido el mismo gesto de Lucifer cuando se reveló en el Cielo.
No tuvieron tiempo de seguir hablando más, porque en la cima de las escaleras se asomó Jelena, aferrada al brazo de Metatrón. Los tres arcángeles quedaron mudos. Pese a que la nefilim no estaba vestida como ellos, su solo porte la hacía lucir imperial. Definitivamente había cambiado desde la última vez que la vieron. De la niña enclenque y tímida no quedaba nada. Ahora era una mujer que era capaz de eclipsarlos a ellos, los tres príncipes del reino celestial. Algo que por supuesto solo lograba Lucifer en su época gloriosa de príncipe de príncipes. Y por supuesto, también se impresionaron por el parecido físico que ella tenía con Lucifer. Era definitivamente su versión humana femenina.
-Altezas reales – dijo ella una vez estuvo frente a ellos, haciendo una profunda reverencia -. Es un gusto tenerlos aquí de nuevo.
-El gusto es nuestro al ser recibidos por una fiel y hermosa servidora de nuestro Padre – dijo Rafael, extendiendo su mano para que ella la tomara. Ella, nerviosa pero decidida, se dejó tomar la mano del arcángel y este la besó. Ella no evitó sonrojarse.
-Hola ¡Vaya! ¡Sí que has crecido desde la última vez que te vimos! – dijo Gabriel, para después también saludarla con un beso en la mano.
-Sí, has crecido en estatura y sabiduría – dijo Miguel, haciendo lo mismo que sus hermanos. El arcángel no evitó esbozar una sonrisa al ver lo achantada que estaba la nefilim -. Raziel ¿nos permites un momento a solas con Jelena?
-Claro, su alteza – dijo Raziel, haciéndole un ademán a los demás caídos y ángeles presentes en el salón para que se retiraran.
Los nervios de Jelena se dispararon ¿Qué podían querer los arcángeles de ella, una abominación de sangre demoniaca?
-No eres una abominación – le dijo Gabriel, y ella se sonrojó y reforzó sus escudos mentales. Los nervios habían hecho que los bajase.
-Debes suponer que el hecho de que nosotros estemos aquí y hayamos pedido verte a solas no es para una simple visita – dijo Miguel, con su imponente voz de mando -. Te acercas a la edad adulta, y con ello también se acerca tu misión.
-Pero antes, hay algo importante que debemos revelarte – le dijo Gabriel, mirándola con cierta duda. Intercambió miradas con sus hermanos, los cuales asintieron, como dándole aprobación para algo. La nefilim apenas frunció el ceño sin entender nada -. Padre no nos había autorizado antes para decirte quién es tu padre, pero ahora que estás en una edad más o menos madura, consideró que ya es hora.
-¿Y? ¿Quién es mi padre? – preguntó ella, con el corazón a punto de salírsele por la boca. Y Miguel, sin preámbulos, le contestó:
-Lucifer, mejor conocido en tu mundo como Satanás.
Aquella revelación le cayó como un balde agua fría. Gabriel tuvo que sostenerla, porque sus piernas perdieron fuerzas. Sintió que el mundo se le caía en tan solo un instante. Había sido consciente desde muy pequeña que ella y su hermano eran hijos de un demonio, pero no se imaginaba que ese demonio fuera el demonio de demonios. Pero ahora que lo pensaba, muchas cosas tenían sentido ahora, como por ejemplo el hecho de que muchos Caídos los trataran con respeto y algunos hasta con temor, y que cualquier persona tuviera la confianza de contarles sus más oscuros secretos y deseos. Eran los hijos del Soberano del Infierno, ex príncipe del Cielo.
-Queríamos que tu hermano estuviese aquí para haberle podido dar la revelación a él también, pero supe que él escogió otros caminos – dijo Miguel, desabrochando de su cinturón de oro la espada que no le pertenecía -. Apuesto a que has escuchado hablar sobre esta espada, la espada de La Luz.
-Sí, su alteza. Fue forjada, al igual que la tuya, por la propia mano de Dios, y perteneció a…él – dijo ella, no siendo capaz de referirse a Lucifer por su nombre, pero tampoco como su “padre”.
-Desde la Caída, lleva eones sin dueño. Ni mis hermanos ni yo la podemos utilizar, fue forjada con parte de la esencia misma de Lucifer – explicó Miguel, mientras blandía la espada, y en efecto esta no parecía desprender ningún poder -. Pero tú, al ser hija del dueño de la espada, llevas aquella luz con que fue forjada, aquella luz que tenía Lucifer cuando era un arcángel incorrupto, y Padre consideró que ya es hora de que vuelva a tener dueño.
Jelena respiró hondo. Era demasiada información por procesar, y aun así la emoción podía con ella. Saber el solo hecho de que Dios pensaba en ella la hacía sentir una felicidad inexplicable. Gabriel de un chasquido abrió las puertas del salón y permitió que Raziel y los Caídos volvieran a entrar. Miguel entonces extendió la espada, mirándola fijamente.
-Jelena, hija del Lucero del Alba ¿aceptas la espada de La Luz, y con ella el compromiso de seguir los caminos de Dios, obedecer la ley terrenal como humana que eres, y la ley divina como ángel que eres, y reemplazar a tu progenitor como el Guardián de La Luz?
Jelena sabía que lo que le estaba preguntando el líder de los Arcángeles era algo muy serio, y que definitivamente no era un compromiso como los que se hacían en su mundo que fácilmente se podían romper y que las consecuencias eran mínimas o hasta nulas. No, sabía que se estaba comprometiendo con el mismísimo a Dios a seguir los caminos que le tenía destinados.
-Acepto, su alteza – dijo ella, mirando de reojo a Metatrón, que la observaba con un gesto indescifrable.
-Siendo así, te entrego la espada de La Luz, para que seas su nueva portadora y la uses con sabiduría.
Apenas la mano de Jelena empuñó la espada, sintió una fuerte energía salir de esta y correr por todo su cuerpo, para luego ver cómo se iluminaba con una luz blanca que encegueció a todos los presentes, incluso a los mismos arcángeles.
Lucifer abrió los ojos de repente. Lo había sentido. El poder de su espada. Llevaba eones sin sentir el poder de La Luz, desde la Caída no recordaba cómo era sentir aquel poder que salía de aquella espada, pero lo reconocería hasta estando delirante.
-Mefistófeles ¿lo has sentido? – preguntó Lucifer, removiéndose entre sus cadenas.
-Sí, mi Lord. Ese poder es reconocible para todos nosotros aun con el paso de los eones – respondió su subordinado, también encadenado desde hace años junto a él.
-Tiene un nuevo dueño – dijo él, haciendo rápidas conjeturas en su mente -. Y considerando que la espada fue forjada con luz celestial y parte de mi esencia, eso solo puede significar que…
-Alguien con su misma esencia de luz es el nuevo portador – completó Mefistófeles.
-Entonces es cierto…los hijos de la oscuridad que nombra la profecía de Santiago el Justo resultaron ser mis hijos – inquirió el ex Soberano del Infierno -. Uno de mis hijos tiene la espada ahora.
-Ha nacido un nuevo Hijo de la Mañana – dijo su subordinado, para terror de todos los demonios que estaban encadenados con ellos -. La profecía se cumplirá…
-No si yo lo evito – masculló Lucifer -. Necesito una audiencia con Astaroth, negociaré mi expulsión del Infierno. Sigo siendo el soberano del mundo de los humanos, puedo desde allí maquinar mis planes para evitar que los nefilim cumplan su propósito.
-¡Lo mismo dijiste con el Hijo de Dios y henos aquí! – gritó otro de sus demonios, y Lucifer apenas hizo una mueca amenazadora.
-Eso es diferente. Los nefilim tienen más naturaleza humana que angélica, podré tentarlos – dijo Lucifer, muy seguro de sí -. Solo necesito que Asmodeo me saque de aquí. Convencerlo de que no represento un peligro para su reinado en el infierno.
-Suerte con eso, mi Lord – dijo Belial, sin nada de esperanza.