La casa de Nack estaba totalmente vacía, no se escuchaba ningún ruido o sonido en particular que hiciera sentir que en su hogar había alguien, las personas comenzaron a desconfiar nuevamente, se les hacía raro que mientras se ocultaban en el bosque no lo vieron en las mismas en las que estaban ellos, muertos del miedo. Su casa no tenía ni un rasguño y mientras miraban melancólicos sus casas siendo parte del sucio suelo, entre vecinos daban la idea que el curandero, De Chicnak-panea, dueño de Abelan, era quien controlaba a los lobos y que los dominaba con poderes para que solo los atacara a ellos, porque la paz, que era lo que él quería que hubiera en la aldea, aún no nacía y solo había violencia en el lugar de la oscuridad. Adolorida y desesperada, Esther Ramos seguía buscando a su hijo q