Los ojos turquesa de Eira se dilataron por la sorpresa de ver aquel cuerpo enorme de proporciones descomunales acechando a sus amigos, sentía miedo, un miedo terrible de ver aquel animal con alas enormes que se imponían como navajas que dejaban a su merced el espacio sobre el aire, imponiendose terrorífico con aquellas garras letales que con solo verlos desbarataba la voluntad de hasta el hombre más valiente, todo su cuerpo estaba cubierto de pequeños diamantes negros que brillaban con suma majestuosidad a la luz del sol que reinaba en esa pequeña segunda pradera a la que Eira y Elena habìan llegado. Los ojos negros como las partes densas del universo, mostraban enojo, y ese enojo lo hacia notar con la furia con la que lanzaba fuego, desde su garanta incandescente, pasando por su boca y li