Meissa tenía un miedo terrible, el hombre la empujó a una habitación, y vio como Damasco cerraba con llave, ella fue obligada a beber algo que no sabía que era, pero presintió que era una droga, pronto sintió como si estuviese bajo anestesia, su cuerpo se aletargó, todo parecía de un color tan irreal, y sus manos se adormecieron, pero pudo ver a ese hombre obeso sobre ella, no sentía su fuerza, pero podía verlo, el hombre le arrancó la ropa y ella gritó, no importaba cuánto lo hiciera, nadie la ayudaba, recordó la cárcel, así siempre pasaba, las mujeres la golpeaban, y nadie hacía nada, era como si ella fuese alguien invisible como su dolor, y todo porque su peor enemigo era un Rochester, ahí no era la cárcel, pero se sentía igual de indefensa, temblaba, luchaba, no se daría por vencida, y
