—¿Quién eres…? —dijo ella con titubeó en su voz, mientras retrocedía asustada, casi estaba por caer, pero ella se quedó quieta, esperando.
Escuchó como el hombre aclaraba su garganta y después por fin habló
—Ariel Rochester, es ese mi nombre.
Ella se quedó congelada, esa voz parecía fingida, gruesa, masculina, pero le recordaba a alguien, pero su mente tenía tal pavor, que no podía pensar con lógica, estaba muy confundida.
—¿Qué quiere? ¿Por qué me trajo aquí? ¿No puede dejarme la vida en paz?
Meissa no podía ver a Ariel ante ella, en aquella habitación, estaba en lo más alto de la residencia del faro, frente a la playa, él la miró con algo de dolor en sus ojos, pero contuvo sus emociones e inclinó su cuerpo hacia ella.
—¿Dejarte la vida en paz? —exclamó con firmeza—. ¿Acaso te olvi
