Capítulo XXVIII: Cúrame las heridas

1905 Words

—¿Quién es Meissa? ¿No me digas que el gran jefe por fin tiene una mujer? —exclamó Roberto Ariel puso ojos en blanco, hizo un gesto de fastidio y le pidió al joyero que se fuera. —¿Qué haces aquí? —exclamó Ariel —Oye, tranquilo, ¿No te alegra verme? Yo vine a invitarte a una cena, tenía destinada a una preciosa mujercita que te gustará. —No quiero ir a ningún lado. —No, claro que no, pero ya sé porque, si tienes ya a una mujer que te tiene bien calentado. —¿Cuándo madurarás, Roberto? —exclamó Ariel mirándolo con desdén —Pero, Ariel, no te olvides de que a las mujeres no se les debe dar, ni todo el amor, ni todo el dinero, porque se puede convertir en las peores perras traicioneras, si no recuerda como le pagó tu madre a tu padre. Ariel alzó la vista, sus ojos de pronto se volvier

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