Decidió entrar a su casa para así dejar a Abby descansar y sobrellevar lo que había sucedido hace rato. Le daría su espacio, porque él también necesitaba estar a solas. Cerró la puerta de la entrada, y subió las escaleras con pesadez hasta llegar a su lugar seguro, es decir, su despacho. Entró, sin prender la luz y tiró su cuerpo pesado en el diván, luego de alcanzar con sus manos la media botella de su vodka predilecto, y beber de su contenido como si fuese un líquido vital para él. Y en sí, en ese preciso momento lo era, tenía la imperiosa necesidad de ahogar sus penas en alcohol. Zapateó con pereza para descalzarse, y abrió los botones de su camisa, porque sentía que se ahogaría. Aunque su abejita no lo supiera, él también estaba dolido. Dolido con las circunstancias en las que esta