Capítulo 1

3526 Words
Anna. Entro a la habitación de mi jefe temblando, es un hombre mayor, bueno, tampoco tanto, tiene cuarenta y seis años por lo que tengo entendido, pero está súper conservado, tanto que ni le das esa edad, uno cree que aún está en sus treinta, a parte que se viste bien y anda siempre bien arreglado, cuida de su imagen entonces menos demuestra la edad que tiene, aparenta diez años menos de los que tiene y yo doy diez más de los que tengo, y es porque no sé muy bien como vestirme, menos que menos cuidarme el pelo y la piel, pero hago lo que puedo. Hace cinco años que trabajo acá y me siento tan mal de estar enamorada de él por el hecho de que tiene esposa, aunque no duermen juntos, desde que llegué que cada uno en su habitación y jamás, jamás supe nada de que pasaron la noche juntos, cosa que cada día al llegar de cierta forma me alegraba el no ver que durmieron juntos, pero luego se me iba toda alegría porque casi todos los jueves se va y vuelve el lunes, y esos días debe estar con otras mujeres y pensar en eso me parte, me parte al medio mal, y a la vez me siento terrible tonta por sentir dolor cuando él a penas y me da la hora. Pensando en todo eso me pongo a limpiar su habitación, miro la cama imaginándome el como será para dormir, cuando llegamos a trabajar ya está levantado y la cama tendida, siempre la tiende, obvio la desarmo y la vuelvo a armar o van a decir que ellos hacen lo que yo debería hacer, me inclino a sacar las sabanas sucias para poner limpias cuando me tocan la espalda de atrás asustandome. —AAAGGGG. —caigo acostada boca abajo en la cama, escucho un carraspeo que hace que me gire acomodándome la pollera que se me subió un poco mostrando mas de la cuenta mis muslos, lo sé porque su mirada estaba en mis piernas—. Disculpe... Disculpe señor, no lo escuché entrar. —muerdo mis labios al verlo venir del gimnasio de la casa, sin remera y transpirado, le recorro su cuerpo todo tatuado y trabajado y sudoroso, alza las cejas y trago duro porque fui mas que obvia—. ¿Desea algo señor?. —¿Dónde está mi reloj? Creo que lo dejé debajo de la almohada. —miro hacia abajo y estoy sentada, me paro de un salto tropezando y él me agarra de los brazos impidiéndome caer y que lo lleve conmigo al suelo—. Tranquila mujer, no te pongas nerviosa por estar en mi cama. —Yo... —miro mis manos moviendolas ya que no sé donde tocarlo para cargarme y acomodarme porque estoy sostenida por él—. Mil disculpas por estar en su cama, me asusté y no me di cuenta. —Ya. —me estabiliza ya que no me animo a tocarlo por si no puedo soltarlo después—. Vi todo, no hace falta que me lo expliques, quedate tranquila. —asiento media incómoda ya que no me suelta y me mira fijo a los ojos que me hipnotiza tanto que siento mi cara ir hacia la suya como ya imaginando sus labios en los míos, me giro a agarrar lo que me pidió asi ya se va o me voy yo porque si seguimos juntos me las voy a mandar, le tiendo el reloj sonriendo—. Gracias. —Salgo así se baña tranquilo, después sigo. —Esta bien. —salgo apurada y sintiendo la sensación esa que es como que alguien te va a agarrar de atrás pero no con miedo sino con anhelo, agitadísima por lo que pasó me agarro de la pared. —Dios santo ayúdame. —respiro hondo y decido ir a la otra habitación a terminar de limpiar porque me toca esto hoy. —Annita hija, ¿Puedes ayudarme con el desayuno?. —Si tía, ya voy. —voy limpiando mi sudor de nervios, cuando llevo todo a la mesa veo que es para uno como siempre y él está ahí esperando para comer—. Hola otra vez. —Hola. —le pongo todo como me gusta y paso mis manos por el delantal secando el sudor de mis manos. —Si desea algo llame. —me mira serio como siempre, bueno, las pocas veces en las que me mira. —Gracias. Sigo con mi trabajo sin chistar ni hacer ruido alguno o la señora se enoja en gran manera, a su habitación entra solo mi tía y nadie mas, ya que es la de mas confianza para ellos, y ella posee muchas joyas que debe tener miedo que se las roben, pero jamás tocaría nada que no sea mío, ni siquiera lo hice cuando estuve apretadisima con las cuentas que no tenía ni para comer, menos ahora que ya me pude acomodar, y en la habitación de Hardy también hay joyas, relojes, anillos, pulseras, cadenitas y hasta aros, son chiquitos, de una sola perla porque él tiene en sus orejas aros de perlas que deben valer más que mi casa, de eso estoy segurísima, pero la cosa es que en está inmensa casa somos mi tia y yo trabajando ocho horas diarias, aunque muchas veces nos vamos mucho antes, según el trabajo que halla. Lo bueno es que nos pagan realmente bien, de maravilla diría yo, eso es lo que me motiva de venir a diario, nos dan las comidas y pagan el transporte, ¿hoy en día quién tiene a sus empleados así? Nadie, entre mas explotados mejor. Al mediodía me siento a comer cuando oímos una gran discusión, salimos de la cocina con mi tía cuando ya que se escucha muy acalorada, vemos como la señora lo empuja y le grita sacada y él no hace nada como siempre, solo la mira dejando que se desquite. —¿Listo? ¿Me dejas terminar de comer?. —Hijo de puta. —se va y nosotras despacito nos metemos a la cocina. —Nora. —quedamos quietas porque no queriamos que nos vea, se rasca la cabeza incómodo—. Pueden levantar todo, ya no voy a comer. —nos acercamos y él levanta unas cosas del suelo que la señora había tirado. —¿Está bien señor?. —yo jamás podría preguntar eso, no me hablo con ellos menos podría preguntar nada. —Esta enojada porque le corté la tarjeta de crédito. —Entiendo... Siempre pasa eso cuando usted le corta la tarjeta. —Ya no mas. —me muerdo los labios incómoda porque me da mucha pena—. Me tiene cansado Nora. —¿Y porqué sigue con ella?. —él me mira de reojo y yo me paro ya que entiendo que no me quiere ahí escuchando lo que dice. —Voy llevando esto. —cuando vuelvo ya no esta—. ¿Qué hacemos con la comida? No tocó nada. —Me la llevo yo así no cocino a la noche. —Esta bien. —limpio todo así ella termina de comer, miro al frente y está ahí con un pequeño bolso en las manos partiéndome al medio porque sé que va a estar con alguna mujer hermosa y yo en silencio sufriendo por su amor. —Me voy unos días Anna, avisa a tu tía ¿si?. —Si. —me pongo triste porque no lo voy a ver por al menos una semana cuando lleva ese bolso—. Que le vaya bien. —Gracias. —nos quedamos mirando sin decirnos nada, mira mi boca y cuando me muerdo los labios como que quiere avanzar pero niega—. Bueno. —camina un poco y para—. Anna... ¿Te puedo preguntar algo?. —Dígame. —Sabes que tengo un departamento que necesita limpieza, ¿Te gustaría ir a trabajar?, Te p**o a parte obviamente. —Avise y voy. —¿Podría ser la otra semana? Cuando salgas de acá te llevo. —creo que en cualquier momento me quedo sin piel en las manos de tanto que me la estrujo—. No es todos los días sino que lo tomes con calma ya que acá estas muchas horas. —Usted me dice y listo. —Bien... Buen finde. —Igualmente. Cuando salimos el chofer nos espera para llevarnos, al menos no caminamos ni tomamos transporte público que el verano es un infierno la verdad, y si que estoy agradecida con ellos por esto. En mi pequeña casa que me estoy haciendo me siento libre, en el primer año que entré ahí compré el terreno y ahora estoy construyendo, voy de a poco ya que construir y comprar muebles cuesta mucho, pero la llevo bien donde soy sola, totalmente sola, ni animales tengo, así que toda la plata entra directamente a la casa y lo que vaya necesitando para mejorar mi comodidad. .................. Pasan los días en que él llega, es el cumple de Camí que pobrecita se la pasa encerrada después de las cosas feas que le pasaron, su hijita ya tiene dos añitos y la tiene Celeste porque su mamá no la deja estar acá en la casa, es como si la nena tuviera la culpa y nada que ver, pero bueno, cada uno la lleva como más puede, entro con una tortita que le hice y un regalito, abro despacito sonriendo. —Camí. —se gira y yo le sonrío mas—. ¡Feliz cumple hermosa!. —se sienta sonriendo con tristeza, dejo la torta en la mesita de luz y la abrazo con fuerza, a veces siento en estos momentos como si fuera mi hija, porque me busca para que la abrace por largos minutos donde no decimos nada—. Un año mas. —Ya no quiero cumplir mas Anni. —cierro los ojos sintiendo su dolor—. Me quiero morir. —No digas eso. —la miro a los ojos y mis lágrimas caen—. A tu misma edad fui violada Camí. —me mira con los ojos gigantes. —¿Como... ¿Cómo saliste adelante después de eso?. —Me metí a la iglesia. —le acomodo el pelo detrás de las orejas—. Y todo mejoró para mi, me dan terror los hombres pero desde ese momento puedo andar tranquila en la calle, mi tía fue la única que me apoyó y me dio lugar, para el resto soy una prostituta que me busqué lo que me hicieron. —acaricio su cara llorando porque aún de los años que pasaron me duele—. Yo sé que es difícil pero no imposible. —asiente con una sonrisa triste—. Te traje la que te gusta. —Me acuerdo cuando llegaste y me hiciste está torta. —corto una porción grande y le doy en un platito—. Me agarró un ataque al hígado donde me la comí toda. —Me acuerdo. —nos reímos hasta que se abre la puerta. —Hija. —me paro enseguida alejándome de la cama incómoda, me mira y mira la torta—. ¡Feliz cumple amor!. —Gracias papi. —le da un abrazo mientras se sienta a su lado. —Bueno. —apunto la torta y a ellos—. Disfruten la torta, voy a seguir con mi trabajo. —Quédate. —quedo en la puerta cuando Hardy habla—. No te vayas, comparte con nosotros Anna. —Esta bien. ***** Hardy. Se sienta del otro lado de la cama y aprieta sus manos avergonzada creo, pero siempre me esquiva o me ignora, y cuando me mira me recorre entero poniéndome en un aprieto terrible porque no sé leerla, no sé si está interesada en mí o lo hace por hacer, pero que ganas de agarrarla y comérmela con la boca que me dan, y hacerle de todo en mi cama para que jamás me olvide. Camí me corta torta y me da en su plato ya que hay dos no mas. —Voy por otro plato. —se para encarando la puerta. —Deja pesada, comemos así no más. —¿Seguros?. —Si, no te hagas drama. —Esta bien. —Mmmm. —de dos bocados me como la porción que me sirvió—. Esta riquísima Anna, siempre te quedan de maravilla las cosas dulces. —Camí me sirve más, pero más grande está vez—. Y si que me como todo lo que haces. —Gracias. —sonríe apretando los labios y se pone roja—. Me encanta la repostería. —¿Te gustaría trabajar de eso?. —dice Camí sonriendo. —No, yo creo que si trabajara de eso ya no me gustaría más. —la miro fijo viendo todos sus gestos al hablar, como con miedo por si le decimos que no nos interesa pero a mi si que lo hace—. Hago tortas y todo eso por encargo. —¿Haces para cumpleaños?. —me mira asintiendo. —Si... Vendo para cumpleaños o para lo que me pidan. —¿Te puedo encargar está misma pero muchísimo más grande para el fin de semana? Le vamos a hacer un asado en familia a Camí y no sabíamos donde mandar a hacer la torta. —Si... Yo se las hago. —Bien. —Camí sonríe asintiendo. —Va a tener que ser bien grande papi porque a los que le hemos dado de probar quedan encantados. —nos giramos cuando la puerta se abre y es Julia. —¿Anna, puedes retirarte?. —se para en silencio y yo también. —¿Qué pasa?. —Quiero estar con mi hija. —se acerca a la cama casi llevándome por delante—. ¿Me vas a sacar eso también?. —No peleen por favor, es mi cumpleaños. —agarro lo que quedó de torta y salgo. —Anna. —ya está abajo de la escalera, bajo corriendo y la miro de frente, bueno, un poco hacia abajo porque es una mujer alta pero no tanto como yo. —¿Lo guardo?. —le doy la fuente y nos miramos fijo sin siquiera mover un músculo. —¿Hoy puedes ir a limpiar?. —¿A dónde?. —¿Te olvidaste?. —me mira intrigada y yo sonrío porque está mujer si que es auténtica—. Al departamento Anna. —¡Oh, Sisi!, Perdón me olvidé. —¿Y? ¿Vamos o no?. —¿A dónde si se puede saber?. —nos giramos viendo a Julia parada en la escalera muy enojada—. Yo creo que como mujer cristiana que dices que eres, no puedes mirar a un hombre casado. —No señora... —se aleja de mi y ahí me doy cuenta que estábamos casi pegados—. Está equivocada. —Mejor te callas. —No le hables así Julia. —baja las escaleras furiosa y me paro delante de Anna como reflejo. —¿Defiendes a tu puta en mi propia casa?. —Basta, ¿no digas pavadas quieres? La estas insultando sin razón alguna. —¿También se encaman acá en este casa?. —Por favor señora no es así. —aprieto los dientes ya que Julia la insulta y ella aún es respetuosa—. No pasa nada con el señor. —¿Ahora es señor? ¿Te piensas que no te he visto como lo miras? ¿Las sonrisas que le das? ¿PIENSAS QUE SOY PELOTUDA? ¿QUE NO ME DOY CUENTA QUE MIRAS A MI MARIDO?. —me paro delante de ella mirándola a los ojos. —Cierra la maldita boca Julia. —me mira seria—. No tengo nada con Anna ¿De dónde sacas eso? Le dije de ir a comprar las cosas de la torta para Camí pero como siempre entiendes lo que se te canta. —queda seria sin decir nada y no se va a disculpar nunca—. Sal de mi vista, no quiero verte. —me giro y Anna no está, voy a la cocina en donde la veo llorando agarrada de la mesa—. Anna. —Si. —se limpia las lágrimas desesperada—. ¿Necesita algo?. —Anna, lo que dijo Julia yo... —niega haciendo puchero y llorando aun mas. —Tiene razón. —No. —me acerco negando, y ella asiente, pongo mis manos en sus brazos queriendo besarla y abrazarla—. No digas eso. —Es que es verdad señor ¿Cómo una mujer cristiana puede mirar a un hombre casado?. —la miro sin entender. —Ella... —la suelto para apretarme las manos de lo nervioso que me pone—. Lo dijo enojada. —Pero es la verdad. —llora con fuerza y sorprendentemente me duele ver sus lágrimas caer en cantidad—. Miro a un hombre casado y no está bien. —la escucho sin comprender—. No puedo ir a limpiar ese departamento perdón. —pasa las manos secándose las lágrimas—. Porque usted me gusta Hardy y no está bien... Mil disculpas. —Anna... Tú... —sonrío con lágrimas en los ojos porque eso si que me hace feliz en gran manera—. ¿De verdad?. —¿Annita puedes venir a... —me giro y ella se limpia las lágrimas de nuevo—. ¿Qué pasó?. —Nada tía. —le doy la espalda a Nora porque las lágrimas se me salen—. Vamos así terminamos. —Si. Quedo en la cocina pensando en lo que dijo, ¿de verdad me dijo que le gustaba con sus lágrimas en los ojos como si fuera un sufrimiento para ella? Y lo que más me sorprende es que eso me alegró tanto el corazón que no me lo puedo creer, Díos, no me lo puedo creer que siente lo mismo que siento yo por ella. ................... Llega el fin de semana y debo ir por la torta de Camí, llego a su casa dudando ya que es la dirección en la que traje una vez pero no sé si la hizo la torta o si no está, las personas que están afueras de sus casas miran cuando bajo del auto, golpeo las manos y sale con su delantal puesto y un gorro en el pelo. —Hola. —Ya le abro. —abre el portón haciéndome pasar, miro su casa que es muy hermosa y tranquila, aunque muy rústica donde le falta mucho para terminarla. —Muy linda tu casita Anna. —Gracias. —veo la torta en la mesa y si que es grande—. Me falta terminarla, ¿quiere que le sirva algo mientras espera?. —Lo que sea. —Tome asiento ya le traigo. —me siento y me trae gaseosa—. Donde es muy grande no la puedo terminar. —la veo que se agacha y empieza a decorar con una manga pastelera, sé de esas cosas donde Flor me tiene loco con la cocina y que le compre todo lo que necesita. —Te esta quedando hermosa y del sabor no hablemos. —sonríe asintiendo porque siempre se lo decimos. —Me la enseñó mi abuela materna está torta, y la uso para momentos especiales. —la gira para decorar otro costado—. Mayormente no la ofrezco ya que la considero algo familiar pero como Cami es especial para mi se la regalo. —¿Cómo regalar? Te voy a pagar como corresponde. —Yo se la regalo. —me mira como diciendo, "ya lo decidí", pero soy mas renegado que ella. —No lo voy a permitir, te ha salido un ojo de la cara de lo grande que es. —Pues ya se lo dije a ella y usted va a tener que aceptarlo. —No... Entonces me voy. —cuando estoy por abrir la puerta me agarra del brazo frenandome. —Es un regalo para su hija señor. —Basta con eso. —la miro a los ojos ya no aguantandome más. —¿Con qué?. —Con tratarme de usted. —miro sus labios con tantas ganas que ni yo me lo creo—. Yo te respeto Anna, en serio que lo hago... Sé que eres una mujer adulta y sincera y lo que me dijiste el otro día en la casa... —Ya sé que no está bien y le pido por favor que no me despida, prometo no cruzarme en su camino y no va a salir más de mi boca. —Todo lo contrario Anna. —guío mi mano a su barbilla casi jadeando donde siento su piel—. Tu también me gustas mujer. —se aleja mirándome con furia. —Le voy a pedir que espere afuera. —quedo de piedra por eso—. Lo que dije está mal... Muy mal, usted es casado no puedo fijarme en un hombre así, le pido por favor que espere afuera. —Esta bien. . .
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