Defensa. 1

4360 Words
La conversación en la terraza se había mantenido ligera, los padres preguntando cómo iban los estudios de Mia, como iba progresando y los hermanos preguntaron cómo es que se mantenía en forma con una mujer que preparaba semejantes manjares, eso hasta que Dante decidió tocar el tema espinoso que lo había llevado a la casa Giuseppe, los demás miembros de la mesa lo estaban presionando para que fuera Antoni quien tomara las riendas para nivelar el trabajo. — Antoni, ya es momento de dejar el conflicto con Mikail. — dijo con tono firme, llamando la atención de todos. El ambiente se tensó de inmediato, el rostro de Antoni se oscureció, sus ojos fríos como el acero se clavaron en Dante de inmediato, después se fijaron en su madre quien mantuvo su vista en lo que estaba comiendo, a ella no le interesaba escuchar los problemas que tuviera Valentino con sus asociados. — ¿Dejar el conflicto? — repitió con burla — ¿Después de todo lo que ha hecho? ¿Después de intentar matarme? ¿Después de que intentara secuestrar a mi esposa? — todos pudieron sentir como el aire se iba poniendo tenso, la expresión de Antoni era de molestia. — Antoni, Mikail sigue siendo tu familia y sería bueno que hicieran las paces, que te asociaras con él para hacernos crecer a todos. — Dante sintió un ligero escalofrío recorrer su espalda. — Esa palabra no significa nada cuando hay traición de por medio. — Antoni tomó su cóctel y bebió un sorbo, como si la conversación le resultara aburrida. — Mikail tiene poder en Rusia, podría ser más útil como aliado que como enemigo. — dijo Layla como si realmente tuviera opinión en el trabajo de sus hermanos. — ¿Aliado? — Antoni soltó una risa seca — ¿Quién de ustedes confiaría en alguien que les disparó por la espalda? Además, no hay que hacernos tontos, tú sabes que ellos son quienes les están arruinando los cargamentos, están pagando piratas, están comprando voluntades y buscando traiciones. — hubo un silencio incómodo, todos sabían que Mikail había intentado eliminar a Antoni y a Mia. Jace, que estaba recostado en su silla, jugando con su cóctel de whisky, decidió opinar con calma, él sabía la verdad, había andado con Antoni mientras eso ocurría y estaba del lado de su hermano, también él fue uno de los afectados cuando un cargamento importante fue asaltado por piratas que hondeaban banderas rusas, banderas mafiosas. — No se trata de confiar, hermano, se trata de estrategia, si puedes manejarlo, puedes aprovecharlo. — Antoni pasó una mano por su rostro, frustrado, no le gustaba que le dijeran cómo manejar sus enemigos. — ¿Y si Mikail simplemente está esperando una oportunidad para volver a apuñalarme? — Dante apoyó los codos en la mesa y lo miró directamente. — Entonces lo controlas antes de que eso pase, pero una guerra abierta no te conviene, ni a ti, ni a nadie, no ahora. — Antoni se quedó en silencio, su mandíbula apretada, no le gustaba la idea de "hacer las paces", pero tampoco era un idiota. — ¿Si recuerdas quien está detrás de Mikail? — Atenas finalmente habló — Confiar en Jonathan es como acariciarle la cabeza a un tigre, lo puedes ver muy manso, pero no sabes cuando va a morderte y como es un faldero, su esposa es quien le va a ordenar cuando hacerlo. — seguía sin confiar en su hermano, seguía sin apreciarlo. — Si Edith tienen la oportunidad de dispararle a Antoni, lo va a hacer, con el profundo odio que le tiene a Atenas. — Andre negó con la cabeza, le parecía muy mala idea que su hijo hiciera las paces. — Dante... — Declan finalmente hablo — Yo sinceramente pienso que los rusos no quieren hacer las paces con nosotros, no quieren alianzas, quieren recobrar el poder que un día los Doménico les dieron, a la primera oportunidad que tengan nos van a comenzar a desaparecer y tú sabes bien como, Jonathan y Edith están viejos, pero eso no es sinónimo de que no puedan darles estrategias a sus hijos. — se cruzó de brazos mientras sus ojos se quedaban fijos en el postre. — Yo considero que sus intenciones son buenas. — el comentario de Dante hizo que su esposa se riera. — Lo siento mucho... — Victoria se limpió los labios con una servilleta — Seamos honestos cariño, Edith y Odette te dieron la espalda cuando más las necesitabas, ellas no quisieron venir para aclarar las cosas con la mesa siciliana y te dejaron por tu cuenta. — lo vio de reojo, había verdad y molestia en su voz porque aquello era una traición clara directa. — Es Antoni quien tendría que arreglar todo este desastre. — dijo Dante. — ¿Yo fui quien invadió terrenos ajenos e intentó matar a personas? ¿Fui yo quien intentó secuestrar algún marido de esas malditas bastardas? — Antoni se estaba comenzando a enojar — ¿Por qué tengo que ser yo quien de su brazo a torcer? Si tú quieres ser el tapete de la familia Alenkov, ese es tu problema aceptar que ellos te pongan los zapatos encima, los únicos zapatos que yo voy a tener sobre mis hombros son los de mi esposa mientras me la follo. — dio un manotazo a la mesa. — ¡Compórtate! — gruño Atenas mientras lo veía de reojo. — Nadie quiere que los Alenkov vuelvan a tomar participación en Italia, te lo están haciendo saber claramente y tu insistes en mantener alianzas quebradizas... — Antoni ignoró a su madre — ¿Ya compartiste con la mesa la muerte de Alissa con los miembros de la mesa? — entrecerró los ojos tras aquella pregunta y Dante se removió incomodo en su asiento. — ¿Quién mato a Alissa? — preguntó Duncan. — ¿De dónde sacas que Alissa está muerta? — preguntó Andre, al igual que todos se tensó completamente. — Mañana hay una reunión con todos los miembros de la mesa y mi presencia aquí era para invitarte a asistir. — Dante apretó los dientes al igual que sus puños, Antoni se le estaba adelantando demasiado. — Sería bueno que nos adelantes los eventos. — Atenas dejó el tenedor aun lado, necesitaba toda su concentración para entender qué era lo que el hombre estaba escondiendo. — Alissa estaba en comunicación con la "Agencia de Investigación Anti-Corrupción" de la policía, estaba negociando su libertad a cambio de entregar algunas cabezas de la mafia, no sé a quiénes. — dejó escapar un suspiro pesado. — Giovanni Gallo, Dominique Valentino, Andrea Ricci, Declan Shepard... — enlisto Antoni revisando su celular — Todos iban a ser acusados de sobornos a parlamentarios y a ciertos jefes policiales, a Andrea se le iba a vincular con la distribución de anfetaminas, a Declan se le acusaría de soborno al ministro de defensa actual para que le diera acceso al ex ministro de defensa. — compartió con todos, un documento muy completo de todos esos detalles. — ¿De dónde sacaste esto? — preguntó Duncan mientras revisaba rápidamente el documento recién recibido. — El sistema de seguridad de la policía es una mierda. — cruzó una pierna sobre la otra, su postura altanera y su sonrisa burlona llegaba a exasperar hasta a sus propios padres. — Iban a acusar a Dominique de estafa organizada con apuestas. — susurro Victoria mientras veía a su esposo. — Esos son detalles que solo Alessa sabia, fue ella quien lo ayudó a organizar las apuestas clandestinas. — Dante dejó caer sus hombros, de nuevo Antoni se le había adelantado y lo advirtió en su momento, pero nadie lo escuchó. — ¿Fuiste tu quien la asesinó? — Andre vio fijamente a su hijo. — He tenido mejores cosas que hacer que perseguir a una rata chismosa... — le sostuvo la mirada — Pero me tomé la libertad de pedir información, dicen que fue su propia mano derecha quien la traicionó, no quería entregarse a la policía. — quienes regaron ese cuento fueron personas pagadas por él mismo, pero usando títeres, personas que no lo conocían directamente, pero que por dinero eran capaces de decir misa. Dante lo sabía, si Antoni seguía por ese camino, pondría en riesgo algo más grande que su propio orgullo, desde que la Mesa Siciliana consolidó su poder, Antoni había sido una pieza clave, aunque no estuviera adentro, los miembros comenzaban a tenerle un respeto solemne, pero la guerra con Mikail era una distracción peligrosa y Dante sabía que, si seguía actuando de manera tan débil, otros empezarían a cuestionar su liderazgo. Dante tamborileó los dedos sobre la mesa, con la mirada fija en el joven sentado al otro extremo de la mesa frente a él, no lo veía como una amenaza personal, pero sí como un problema que debía manejarse antes de que se saliera de control, no tardarían en pedirlo ser el jefe de la mesa, tenía la fuerza y voluntad que a él le estaba comenzando a faltar. — Si sigues con esa obsesión, terminarás solo, Antoni. — su voz era tranquila, pero firme. — ¿Qué estás insinuando? — Antoni levantó la vista, entrecerró los ojos mientras lo veía fijamente. — Que algunos miembros de la Mesa no seguirán respaldándote si sigues tomando decisiones con el corazón envenenado por la venganza en contra de tu familia extendida, hay algunos que están considerando volver a hacer alianzas con los rusos. — todos en la terraza sintieron la tensión entre los dos hombres. — Si lo están considerando es porque tú los estás presionando... — volteo a ver a su hermano Jace — Nosotros tenemos otros planes. — tomó el vaso de su cóctel para beber. — ¿Nosotros? — Dante alzó una ceja. — Antoni y yo tenemos una visión muy diferente a la tuya... — intervino Jace — Llevas años haciendo tratos con los rusos y te han hecho muchas cosas turbias, pero tu sigues confiando en ellos por el tema de la amistad y realmente te tienen dormido... — Dante iba a reclamar, pero Antoni levantó la mano para impedírselo — Nosotros estamos considerando expandirnos a otro país, Estambul, Grecia, Francia, España. — Jace tomó el tenedor para continuar comiendo. — ¿De cuándo acá tu y Antoni andan expandiendo horizontes? — Iván se sorprendió un poco de escuchar esas palabras de su gemelo. — ¿Quieres que me quede limitado a Italia? — preguntó Jace con una sonrisa burlona. — No, pero me hubiese gustado saber lo que andas haciendo, podrías necesitar mi ayuda en alguna negociación. — Iván se rio. — Cuando te dieran los permisos necesarios para que me ayudaras ya estaría jugando ajedrez con San Pedro. — se metió un bocado de postre a la boca. — ¿Que insinúas? — su hermano se cruzó de brazos con cierto disgusto. — No insinuó nada, no das un paso sin pedirle permiso a Emma y eso te tiene anclado a Cerdeña, no escuchas mis ideas y cuando las escuchas debes ir corriendo a preguntarle a tu mujer si puedes actuar, se nos han caído muchos negocios por eso mismo. — se frotó el puente de la nariz, finalmente había tenido la oportunidad de decirle lo que pensaba. — Es mi pareja, debo consultar con ella las decisiones que voy a tomar, es parte de nuestro grupo también. — Iván no se molestó con su hermano por ser honesto, ya lo había notado desde hace mucho. — Es parte solo cuando tú la metes, mientras tanto, no porque nunca ha aportado nada ni a tenido que ir a las reuniones a tratar de cerrar negocios. — Jace fue completamente honesto. — ¡¿Disculpa?! — se inclinó hacia adelante para poder verlo — ¡Si tanto te incomoda mi presencia y apoyo a Iván, puedes irte al diablo! — Emma realmente se enojó. — No tienes necesidad de mandarme a ningún lado, yo mismo abandonó la sociedad con mi hermano y busco mi propio camino. — Jace ni se inmuto por el grito de su cuñada. — Jace, no creo que sea necesario que ustedes se separen, Emma puede recordar el lugar que le corresponde al lado de ustedes, la novia, no una mafiosa. — Victoria vio a su hija de una forma que le advertía a que no siguiera hablando. — Vamos, Jace, siempre hemos hecho las cosas juntos y nos ha ido bien, hemos perdido negocios, pero no es para tanto y no es cuestión de Emma solamente. — Iván busco ayuda con su madre, esa mirada suplicante que siempre ponía cada vez que su hermano se enojaba. — Yo quiero expandirme a Turquía, tú no quieres, no somos siameses y pienso que cada uno puede formar su propio imperio, sin competiciones e incluso con una alianza individual. — Jace hasta cierto punto quería separarse. — ¿Que hay un Turquía? — pregunto Atenas entrecerrado los ojos. — Negocios. — Jace se removió ligeramente en la silla, pero Antoni soltó una risita baja. — Negocios que arden como el fuego. — hizo una referencia discreta a Dilara. — No confío en los turcos. — Dante lo dijo sin rodeos, cruzándose de brazos mientras apoyaba la espalda contra su silla, sus ojos recorrieron la mesa con seriedad, deteniéndose en Antoni — Baran Erdem es un hombre astuto, sí, pero también ambicioso y los hombres ambiciosos no son leales, solo van con quien les ofrezca más. — Antoni levantó una ceja, fingiendo estar sorprendido. — ¿Desde cuándo eres tan desconfiado, Dante? — preguntó con cierto tono burlón. — Desde que llevo toda la vida viendo traiciones dentro de las familias. — el comentario no pasó desapercibido. — Baran nos necesita más de lo que nosotros lo necesitamos a él... — dijo Jace con calma — Y mientras nos necesite, será útil. — entrecerró sus ojos. — Eso suena como una justificación para confiar en él. — Dante quería tirar por el piso lo que ambos estaban haciendo. — Me sorprende que digas eso, Dante... — Antoni dejó su coctel sobre la mesa con un golpe seco — Desconfías de Erdem, pero sigues confiando en Mikail, un traidor a la mafia italiana completamente declarado. — Dante entrecerró los ojos, tomando aire con paciencia. — No es confianza, es estrategia. — intentó defenderse. — No me vengas con eso... — Antoni apoyó los codos sobre la mesa, mirándolo con dureza — Mikail nos ha jodido más veces de las que puedo contar en estos últimos meses y, sin embargo, sigues queriendo darle un asiento en nuestra mesa, presionas a los demás para aceptarlo y eres blando con lo que ellos hacen ¿De qué lado estas? — Dante se cruzó de brazos. — Porque Mikail es parte de una familia poderosa, aunque lo odies y porque si lo sigues arrinconando, lo vas a obligar a hacer algo peor, lo último que quiero es que Italia se vuelva un campo de batalla. — Antoni soltó una carcajada seca. — ¿Peor que intentar matarme? Que lo intente de nuevo, esta vez no fallaré en regresarle el favor. — el ambiente se volvió más pesado. — Dante, entiendes que Mikail no es alguien con quien se pueda negociar ¿Cierto? Su lealtad es tan volátil como su paciencia, se ha convertido en un energúmeno que no piensa bien las cosas. — dijo Jace con calma, Dante pasó una mano por su rostro, frustrado. — Lo entiendo, pero no quiero una guerra innecesaria. — Antoni se inclinó hacia atrás en su silla y sonrió con frialdad. — Pues vete acostumbrando, porque esto ya no tiene marcha atrás. — aquello fue un desafío claro y sin rodeos. — Si realmente quieres que te tomen en cuenta, Antoni, únete a la mesa. — Dante suspiro y se acomodó en su asiento pensando que sería buen momento para presionarlo. El comentario cayó como un balde de agua fría sobre la conversación, Jace arqueó una ceja, mientras que el resto de los presentes intercambiaban miradas de sorpresa, parecía que Dante no se iba a aburrir de insistir en lo mismo, unirlo a la mesa sería una forma de controlarlo, Antoni sonrió con incredulidad y negó con la cabeza. — ¿Es en serio? ¿Eso crees? — apoyó un codo en la mesa y miró a Dante con burla — ¿Quieres que me siente con un montón de viejos que toman decisiones basadas en alianzas oxidadas y reglas que ya no sirven? ¿O solo estas buscando una forma de mantenerme bajo tu control? — Dante se inclinó hacia adelante. — Quieras o no, ellos siguen teniendo el control de la mayor parte de Italia, puedes seguir jugando tu propio juego, pero tarde o temprano, necesitarás su respaldo y la única manera de conseguirlo de forma segura es formando parte de la mesa. — Antoni bebió un sorbo de su coctel con calma antes de responder. — Yo no necesito que un grupo de ancianos me dé su bendición para hacer lo que me dé la gana. — Dante chasqueó la lengua ante su atrevimiento. — Entonces seguirás siendo un perro suelto y los perros sueltos terminan muertos o usados como carne de cañón. — el silencio que siguió fue pesado, Jace dejó escapar una pequeña risa, divertido por el descaro de Dante, Atenas se cruzó de brazos y Victoria se hundió en su asiento avergonzada por el momento. — Esto se está poniendo interesante. — dijo Andre, que seguía comiendo y disfrutando del postre. — No soy un perro, Dante, soy el lobo que ellos temen y créeme, si la mesa no me quiere escuchar, pronto no tendrán opción. — Antoni se acomodó en su asiento, con una sonrisa ladeada. Sabía que Dante le tenía miedo, aunque nunca lo admitiría en voz alta, no era un miedo evidente, no del tipo que hacía temblar las manos o quebraba la voz, sino uno más profundo, más instintivo. Dante, a pesar de su posición y experiencia, sabía que Antoni no seguía las reglas del juego y lo peor de todo era que le estaba funcionando, mientras los demás jefes se aferraban a viejas alianzas y protocolos, Antoni creaba su propio camino, con sangre y fuego si era necesario, pero era un método que estaba funcionando y poniendo al límite a los traidores, la relevancia de la mafia italiana estaba volviendo al mapa por lo que él hacía. — Esto creo que es un conflicto estúpido que no va a llegar a ningún lado. — dijo Emma con la intención de defender a su padre. — ¿Me tienes miedo, Dante? — preguntó Antoni con tono ligero, casi burlón, mientras giraba su anillo de oro en el dedo. — Te tengo respeto, que no es lo mismo. — le sostuvo la mirada, serio. — Llámalo como quieras... — Antoni dejo escapar una breve risa — Pero lo que de verdad te molesta es que yo no te necesito, no necesito a la mesa siciliana para seguir adelante y eso te asusta, porque sabes que, si yo lo logro, el poder que tanto defiendes se vendrá abajo. — Dante apretó la mandíbula, pero no respondió de inmediato, en el fondo, sabía que Antoni tenía razón. Atenas suspiró y se cruzó de brazos, harta de la tensión que flotaba en el aire, miró a ambos hombres, primero a Dante, luego a Antoni, con la misma severidad que solía usar cuando ponía orden en su propia familia, su pobre amiga ya no encontraba donde poner los ojos porque su esposo había cruzado unas cuantas líneas. — Basta... — su voz resonó con autoridad — Todo esto es innecesario, lo mejor es que cada uno siga con sus rutas, como lo han hecho hasta ahora, no hay necesidad de forzar alianzas ni de crear conflictos que no llevan a nada. — Jace se acomodó en su silla con una sonrisa divertida. — Mamá, siempre tan sabia. — Dante resopló y pasó una mano por su rostro, como si intentara contener su frustración, de alguna manera esperaba apoyo de Declan o Duncan, pero los gemelos permanecieron en silencio. — No se trata solo de mantener las rutas, Atenas, se trata de quién terminará teniendo el control total del territorio. — Emma se metió de nuevo. — Y a quién le importa eso ahora mismo... —Atenas la miró con dureza — Mikail es un traidor y Antoni no se va a alinear con él por obvias razones, ni con la mesa... — fijo sus ojos en Dante — Tú quieres que todo siga en orden, pero también sabes que no puedes obligarlo, entonces ¿Para qué pelear? — Antoni sonrió, satisfecho con la intervención de su madre, ella siempre poniendo orden. — Eso intento decirle, pero parece que le cuesta aceptarlo. — Antoni se hizo el inocente por un momento. — Está bien... — Dante exhalo con fuerza y miro a Atenas — Por ahora, cada quien sigue su camino, pero Antoni, ten cuidado... — lo vio — El juego que estás jugando puede volverse en tu contra más rápido de lo que crees y si la mesa toma una decisión que no va con tu visión, vas a estar completamente solo. — Antoni no respondió, solo levantó su copa y bebió, dejando que su sonrisa fuera su única respuesta. Mia apareció en la terraza con su característica sonrisa serena, interrumpiendo la tensión que aún flotaba en el aire, ella pudo sentirla, pero no tenía ni la menor idea de porque había surgido, más noche posiblemente se iba a enterar de algunas cosas porque su esposo se ponía muy parlanchín cuando estaba enojado. — Basta de hablar de negocios por un rato, el almuerzo está listo, los invito a todos a ir al comedor del jardín. — su voz era suave, pero firme, como si no estuviera pidiendo sino dando una orden disfrazada de cortesía. — Por fin, algo de paz, me muero de hambre. — Jace fue el primero en levantarse, encantado con abandonar el tenso ambiente. Atenas le lanzó una mirada de advertencia a Dante, como diciéndole que no hiciera ningún comentario fuera de lugar y luego se puso de pie con elegancia, a veces para meter presión Dante involucraba a otras personas, era una forma de manipulación que si lo intentaba iba a salir perdiendo. — Mia, querida, seguro que preparaste algo delicioso ¿Verdad? — Mia le guiñó un ojo con complicidad. — Siempre y hay un plato especial para Andre. — llevo las manos tras su espalda de forma divertida. El padre de Antoni sonrió con satisfacción mientras se levantaba, dándole una palmada en el hombro a su hijo, no podía evitar no amar a la esposa de su hijo, Mia lo consentía demasiado. De la nada Mia apenas tuvo tiempo de soltar un pequeño grito ahogado cuando Antoni la levantó del suelo sin previo aviso. — ¡Antoni! — exclamó, pero él no le prestó atención. Con pasos firmes, la llevó detrás de un árbol frondoso, lo suficientemente lejos como para que los demás no pudieran verlos, aunque todos vieron lo que hizo, fue bastante brusco y la levantó como si su esposa no pesara nada, pero nadie le iba a decir nada. — ¡Estás loco! ¿Qué estás haciendo? — susurró Mia, tratando de sonar indignada, pero la intensidad en los iris bicolores de su esposo la dejó sin aliento. — Estoy enojado y sabes que a veces solo hay una forma en la que puedo desquitarme. — la tomó por el cuello con firmeza. Antes de que pudiera responder, Antoni la acorraló contra el tronco del árbol y capturó su boca en un beso descarado, hambriento y lleno de frustración contenida, su otra mano se posó en su cintura, sosteniéndola firme contra él, era tan grande que casi abarcaba toda su cintura. Mia se retorció un poco, más por el nervio de ser descubierta que por querer alejarse realmente, pero la forma en que Antoni la besaba hacía que olvidara cualquier protesta. — Nos van a ver. — susurró cuando él bajó a besar su cuello con la misma desesperación. — Que miren. — su voz sonó grave, ronca de deseo. Mia sintió un escalofrío recorrerle la espalda, sabía que no podía hacer mucho para resistirse cuando Antoni se ponía así, cuando sus emociones lo dominaban y la única manera que tenía de liberarlas era con ella. — Eres un descarado. — susurró ella, con una mezcla de reproche y anhelo. — Soy tu descarado. — y sin más, la besó otra vez, haciéndola olvidar por completo el almuerzo y a los invitados que los esperaban en la mesa. Cuando Mia y Antoni regresaron a la mesa, ella intentaba sin mucho éxito alisarse el cabello con los dedos y arreglarse la blusa ligeramente desordenada, a pesar de su esfuerzo por disimular, su respiración aún estaba un poco agitada y el leve rubor en sus mejillas la delataba, Atenas fue la primera en notar su estado y soltó una carcajada divertida. — ¡Vaya, vaya! ¿Se encontraron con un vendaval por el camino? — bromeó con una sonrisa maliciosa. — No sé de qué hablas. — intentó fingir normalidad mientras se sentaba después de Antoni corriera su silla, pero evitó hacer contacto visual con todos. — Hermano, al menos trata de no secuestrar a tu esposa antes de la comida familiar. — Iván no perdió la oportunidad de aligerar más el momento con una broma. — Si no querían esperar, debieron empezar sin nosotros. — tomó asiento con mucha calma, Andre, negó con la cabeza con una mezcla de diversión y resignación. — Estos jóvenes. — murmuró, tomando un trozo de pan y llevándoselo a la boca. Mia, por su parte, deseó que la tierra se la tragara, le daba un poco de vergüenza que la familia los viera darse amor, pero cuando miró de reojo a Antoni y vio la sonrisa satisfecha en su rostro, supo que él estaba disfrutando verla tan avergonzada.
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