— ¡Te preguntan qué diablos le has hecho! Me grita, haciéndome sobresaltar. Mi garganta se seca mientras lucho por explicar. —Yo... la encontré así aquí... no hice nada... lo juro. Ella se mueve en sus brazos y sus ardientes orbes se desplazan de mí a ella. Él besa su rostro, abrazándola fuertemente contra su pecho. Solo cierra los ojos y respira pesadamente. Tratando de calmarse ahora que su sobrina está a salvo en sus brazos. Él revisa su pulso, apartando los pequeños mechones caídos en su cara. —Tío... ¿eh? Ella susurra luchando por abrir los ojos y él le asiente, aliviado. —Oh Elora. Tenía tanto miedo. Besándola nuevamente, la envuelve con sus brazos. —Estoy... bien... Tío. Ella dice con su dulce voz y siento que mi corazón finalmente vuelve a su ritmo normal. Gracias a Dios