***Ksenia***
Días después...
De acuerdo a una investigación previa que le hicieron a ese regalo, no encontraron evidencia de la persona que lo haya enviado, por lo que deduzco que se trata de algún enemigo.
Estoy aquí frente al espejo dándome unos últimos toques para irme a la mansión de Adriano, habrá una pequeña cena íntima por nuestro compromiso.
Mis heridas han sanado bien, debido al estricto reposo que he tenido; sin embargo, un día más encerrada y siento que me volveré loca.
—Te ves espléndida —comenta mi tía, entrando a la habitación.
Le dedico una pequeña sonrisa.
—Gracias tía —respondo en un susurro.
—Por cierto, tengo el accesorio ideal para la ocasión. —Se marcha en un santiamén y regresa después de unos minutos.
Frunzo el ceño.
—Es para ti. —Me entrega una caja con un hermoso collar de pequeños diamantes—. Era de tu madre.
Respiro hondo, tratando de que no arruinar el maquillaje. Aunque nunca la conocí, me han hablado mucho de ella.
Mi tía me comentó que se parecía mucho a mí, me mostró varias fotos de ella y de mi papá.
Aunque para mí, los señores Kjaer son mis padres, por haberme acogido en su hogar. Extraño tanto Dinamarca.
—Es muy hermoso —susurro, mientras mi tía me lo coloca.
—Te queda magnífico. —Sus ojos se tornan brillosos—. Bueno, ya es hora de irnos, se nos hace tarde.
Agarro mi bolso y bajamos por las escaleras. El chófer nos espera en la salida, emprendemos un viaje hasta la mansión de los Di Marco.
Cuando llegamos al sitio, me bajo con ayuda. Nos dan la bienvenida, dedico mi mejor sonrisa y me adentro a la mansión.
—Señorita. —Un hombre mayor nos saluda sosteniendo un copa de vino en sus manos—. Tanto tiempo sin verte. ¿Cómo has estado Alessia?
—Karolos, un gusto saludarte. —Mi tía estrecha su mano, y él la besa.
—¿Y quién es la preciosa dama? —inquiere.
—Es mi sobrina Ksenia —aclara, presentándonos—. Ksenia es el un socio el señor Karolos.
—Un gusto conocerlo señor Karolos —saludo, estrechando mi mano.
—El gusto el mío, Pakhan —responde devolviendo el gesto.
Me despido un instante de mi tía, y pregunto por donde está el baño más cercano. Cuando lo encuentro me tropiezo con una rubia.
—Fíjate por donde caminas, zorra —espeta.
—¿Cómo me dijiste? —la confronto.
Cuando levanta la mirada, se queda asombrada.
—Vaya, vaya si es la ilusa que se casará con mi Adriano. —Suelta una carcajada, rodando los ojos—. Por Dios, ¿Crees qué Adriano se fijará en ti? Se te nota que eres una maldita aburrida, por lo que me tiene a mí para complacerlo.
—¡Oh! ¿En serio? —Finjo estar sorprendida—. ¿Si quieres te lo puedo prestar o alquilar? —Le dedico una mirada asesina, mientras la arrincono a la pared—. Te lo advierto, si llegas a hacer algo, me veré en la necesidad de asesinarte. Así que te quiero ver lejos de Adriano. ¿Entendiste?
—¿Me estás amenazando? —refunfuña.
—Tómalo como quieras —contesto—. Ya estás advertida.
—No me interesa, igual no me interesan tus amenazas.
Sentí la necesidad de agarrar por el cabello y dejarlo calva, aprieto los puños conteniendo mi ira. También tenía un arma guardada debajo de mi vestido en caso de emergencia, pero no veía la necesidad de armar un escándalo. Ni siquiera sabía quién es esa mujerzuela.
—Deberías buscarte un mejor pasatiempo —comento—. Y lo mejor, tratar de recuperar la poca dignidad que te queda. Por Dios, deja de estar mendigando por atención a un hombre que no te corresponde.
—¿Qué haces tú aquí? —La voz de Adriano se hace presente—. ¿Quién te dejó entrar?
Me doy la vuelta, y lo observo sus facciones se muestran dura, supongo que la presencia de esta mujer no es bienvenida a la casa.
—Menos mal que llegaste mi Adri, está mujer intentó asesinarme. —Se hace la víctima—. No sé cómo te vas a casar con ella.
—¿Algún problema con eso? —escupe, se marcha hacia unos de los hombres diciéndole algo que no logro entender.
El hombre asiente.
—Señorita Kiev debe acompañarme a la salida —interviene el hombre.
—Adri…
—Largo de mi casa. —Hace un ademán con su mano en señal de despedida.
***
***Adriano***
Momentos antes...
—Capo —llama Nial captando mi atención mientras abre la puerta y se sienta cómodamente en uno de los sillones.
—¿Qué carajos quieres ahora? —espeto.
Alzo la vista del dichoso libro que me dio mi madre, encontrando para mi mala suerte muchas cosas que arreglar.
Por mucho que esto fuera un contrato matrimonial me veía en la necesidad de hacerlo parecer lo más real posible ante el público.
—Nial —llamo enojado.
—Tenemos...
—Si dices que tenemos un problema te juro que te envío a una zona remota en el África o peor con los japoneses —no dudo en amenazar, dejando a un lado el dichoso libro, asegurando de imprimir en mis palabras la veracidad de mis acciones.
Nial cierra la boca unos segundos, segundos que bastan para hacerme perder la poca paciencia que poseo.
—Sueltalo de una vez— ordenó.
—La señorita Kiev está en la recepción— dice finalmente.
Alzó una ceja.
—¿Con qué motivos?— pregunto.
—No lo sé—se encoje de hombros —No quiere decirnos.
Sin decir nada al respecto me levanto encaminadome hacía la puerta con Nial detrás de mi.
Bajo las escaleras con intención de dirigirme al salón, hasta que unas voces conocidas llaman mi atención.
Giro en esa dirección encontrándome a la señorita Kiev y a Ksenia discutiendo en el pasillo e intercambiando amenazas que están lejos de ser frugal.
Frunzo el entrecejo mí expresión volviéndose dura y acerada.
—¿Qué haces aquí?
Me escucho decir demandante.
Los ojos de la señorita Kiev fingen inocencia, apelando a su propia manipulación que o poco o nada surtían efectos.
Escucho su respuesta lo que provoca mi creciente enojo y pérdida de paciencia.
Lo que termina por mi despidiendo a la señorita Kiev del lugar.
—Señorita Kutzesova ¿Acaso se perdió? —me burló. Su rostro en cambio reproduce una mueca entre la irritación y la burla.
—¿En esta pequeña pocilga? No cómo crees— responde.
No puedo evitar la sonrisa de satisfacción que se desliza por mis labios. Contrario a encontrar dentro de mi aquel sentimiento de indignación por sus palabras.
—Entonces—empiezo guardando las manos en los bolsillos del pantalón—Si ya terminó su maravilloso tour por mi humilde pocilga, acompañeme.
Solicito con un ademán de cabeza.
Debía admitirlo, esto era divertido.
Abrí la puerta de mi despacho, una vez dentro cerré la puerta y con eso daba inicio a la conversación pendiente entre ella y yo.
—¿Ha pensado en la oferta?—inquiero tomando asiento frente a ella.
Ksenia Kutzesova me mira fijamente alargando el momento de la dichosa espera.
Nosotros nos encontrábamos lejos de tener una relación amistosa, lo más cerca era matarnos a la primera oportunidad que tuviéramos. No estaba menos de la sobrina de Alessia.
—He considerado su oferta, señor Di Marco —pronuncia enfatizando cada palabra en ese retintin suyo.
Su pose era de alguien segura y confiada ante la situación.
—No obstante, considero hacer alguna que otra modificación al contrato—Finaliza en una orden.
—Bien, en ese caso envíeme el documento con sus modificaciones —le respondo sin más preámbulos de por medio.
—Y respecto a la boda— comienza con ese aire sugerente, está vez no evito alzar una ceja —Estoy informada de que le han llegado mis ideas.
"¿Qué pecado estoy pagando? De tantos"
—Si me han llegado, reunase conmigo dentro de una semana para los preparativos finales, señorita Kutzesova—agrego dando por terminada la conversación.
—Y señor Di Marco — llamo —Acepto su propuesta.