Estoy sentada en la mesa junto a mí desayuno, no he probado bocado, no tengo hambre, solo siento un gran vacío en mí interior, mi mamá me observa y antes de que me empiece a preguntar me despido de ella, y salgo de la casa.
Llego a la oficina, Laura está ahí, me mira y me regala una sonrisa de consuelo, yo se la regreso sin ganas, el ingeniero me ha dado más trabajo y lo agradezco, así no pensare en él por un tiempo.
Llega la hora de la comida, Laura y yo bajamos a la entrada para ir a comer, saludamos a Celso, él hace una broma, Laura ríe y yo también, de pronto se quedan callados, volteo hacia a donde ellos miran y está él, parado mirándome fijamente, me estremezco, siento revoloteos en el estómago, le hago señas a Laura para que nos vayamos, pero es demasiado tarde, él se acerca a mí.
— Hola Angeles, Srta. Bracamontes – se corrige – ¿puedo hablar con usted?, por favor – dice con tono serio.
— Estoy en mí hora de comida sr. Cantú, si es algo de trabajo, en cuanto regrese – digo y él me interrumpe.
— No, no es nada de trabajo, por favor, no te voy a quitar mucho tiempo– dice y su mirada me congela, sus hermosos ojos verdes me miran fijamente, Laura me hace un gesto para que acepte hablar con él.
— Angeles te veo en la fonda, me voy adelantando – dice Laura y sonríe apenada, luego lo mira y él asiente con la cabeza como agradeciéndole y después me toma del brazo
— Ven, vamos a otro lugar – dice, me siento desorientada, no sé qué hacer, no quiero hablar con él, solo se quiere burlar de mí, pero no puedo hacer nada
Llegamos a un café que está cerca de la oficina, la mesera es una mujer joven de unos veintitantos, morena, delgada, con el uniforme del lugar, llega a tomarnos la orden y mira fijamente a Alex, es obvio que le gusta, la comprendo, a que mujer no.
— ¿Qué quieres de tomar? – me pregunta Alex con ternura.
— Un capuchino por favor – le digo a la mesera sin mirarlo a él.
— ¿Y usted? – pregunta la mesera con demasiada emoción en la voz.
— Un café n***o por favor – dice él sin mirarla, tiene su mirada puesta en mí, ella hace un mohín de desilusión y se va.
— Angeles quiero pedirte disculpas, ya sé lo que pasó ayer con Rebeca, siento mucho que hayas tenido que pasar por ese momento tan incómodo, nada de lo que ella te dijo es verdad – dice con seguridad en sus palabras, ¿pero quien pudo decirle lo que pasó con la señorita bubis grandes?, solo estábamos Laura y yo, y obviamente yo no le dije, maldición, Laura.
— No se preocupe sr. Cantú – digo con tono serio y la mesera llega con nuestros pedidos.
— ¿Necesita algo más? –Le pregunta a él y está siendo muy obvia
— No gracias, estamos bien – dice Alex sin interés mientras sus brillantes ojos verdes siguen fijos en mi
— Ok… ¿si necesitas algo más solo, llámame? – dice la mesera y esta vez es evidente su coqueteo, la miro y ruedo los ojos, Alex sigue mirándome y ni cuenta se ha dado.
— Claro que me preocupo, Rebeca no tenía por qué ir a tu oficina a decirte esas tonterías – dice él, tengo un nudo en la garganta, carraspeo y continuo.
— No importa sr. Cantú, no tiene nada de que disculparse, no creo que haya sido una buena idea venir aquí, si su novia se entera, se va a molestar – digo muy segura de mis palabras, él entorna los ojos.
— Ella no es mi novia, Rebeca y yo no somos nada – dice con tono serio y alzando la voz, estoy tan feliz, no son nada, siento que el alma ha regresado a mí cuerpo, pero mí subconsciente se asoma y me dice que no confié.
— Ahh, como sea, no quiero tener problemas con ella ni con nadie más, solo quiero trabajar tranquila sr. Cantú – digo y no sé porque comienzo a relajarme.
— Deja de llamarme sr. Cantú – dice y parece irritado.
— Lo siento joven Alex – digo con sarcasmo, él rueda los ojos, se ve tan hermoso haciendo eso.
— Es usted muy terca Srta. Bracamontes – dice y se empieza a formar una media sonrisa en sus labios.
— Sr. Cantú, tengo que irme – digo y hago ademán de pararme, pero él me detiene.
— No te vayas, por favor – dice y se me enchina la piel.
— De verdad no sé qué pretende, pero no soy juguete de nadie, puede que no tenga dinero, que sea pobre, no tenga clase y no use ropa fina, pero tengo dignidad Sr. Cantú, y no voy a jugar su juego – digo y estoy sudando.
— Entonces, crees todas las tonterías que te dijo Rebeca – dice con disgusto.
— No se Sr. Cantú, lo único que sé es que no va a conseguir nada conmigo – digo tajantemente, él me mira con sorpresa por atreverme a decirle esas cosas, ni yo creo que eso salió de mí boca.
— No te quiero para eso, créeme – dice visiblemente enojado, ¿no me quiere para eso?, entonces ¿para qué me quiere?, mi corazón da un vuelco, y estoy empezando a ponerme roja como tomate.
— Y te lo voy a demostrar – termina y deja una cantidad de dinero en la mesa, después salimos de la cafetería y se empeña en dejarme en la fonda donde me encuentro con Laura, ella está ansiosa porque le cuente todo con detalles.
Terminamos de comer, Laura me ha confesado que fue ella quien le contó sobre la escena que hizo la Srta. Bubis grandes.