*Eva*
Tenía toda la apariencia de una princesa que esperaba. Llevaba el cabello recogido en un moño desordenado con algunos mechones cayendo sobre su rostro.
Me contemplé en el espejo y observé mi maquillaje natural porque sabía que a él le agradaba de esa manera. No era partidario de mujeres excesivamente arregladas, y hoy quería encarnar todo lo que siempre había deseado en una mujer.
Se escuchaban tenues notas musicales que llegaban desde el piso inferior. La fiesta estaba en su punto álgido, y todos habían venido para celebrar el 18 cumpleaños de la hija del líder de la manada, es decir, yo.
Estaba completamente preparada. Llevaba toda mi vida esperando este momento. Hoy encontraría a mi pareja y finalmente sería feliz para siempre.
Ya tenía la sensación de saber de quién se trataba. Había sentido una atracción inicial hace un mes, cuando estuve al borde del abismo. Él me había sostenido en sus brazos, y yo había quedado cautivada por sus preciosos ojos grises desde el instante en que los vi.
El Príncipe Reagan.
"¡Eva!", Lola irrumpió en mi habitación con su bata puesta. "¡Él está aquí! ¡Ya llegó!"
La miré a través del espejo y sonreí. "¿El Príncipe Reagan?"
Ella asintió emocionada. "Y puedo agregar que luce lo suficientemente apetitoso. Es como el colmo de la elegancia masculina."
"Lola," me reí, "no puedes decir cosas así, aunque sean ciertas."
El hombre tenía todo. Era alto, fornido y apuesto. Además, resultó ser el futuro gobernante del país y un íntimo amigo de la familia. Sabía que la diosa de la luna había orquestado esto a la perfección. Todo apuntaba a que él era mi pareja.
Me levanté del tocador y me volví para mirar a mi mejor amiga. Su cabello castaño tenía un estilo similar al mío, aunque un poco más rebelde.
"¿Cómo me veo? Sé sincera, L."
Llevaba un vestido azul claro que llegaba hasta el suelo, con un escote en forma de corazón y un corsé de encaje en la espalda. Los cordones estaban ajustados de tal manera que realzaban mi busto.
Era el vestido más elegante que jamás había usado, pero hoy marcaba mi transición a la edad adulta, y era un momento tan bueno como cualquier otro para elevar mi estilo.
"Luces espectacular, alteza." Lola simuló una reverencia antes de guiñarme un ojo. "Después de hoy, podrías ser una princesa de verdad."
No quería albergar falsas esperanzas, pero ¿cómo no hacerlo?
"Bien, vamos."
Salimos de mi habitación y descendimos las escaleras hacia el salón de banquetes, donde se celebraba mi fiesta. Casi todos los miembros de la manada estaban allí. Las personas se arremolinaban con sus trajes y vestidos. A medida que pasaba junto a ellos, inclinaban la cabeza y me felicitaban, deseándome un feliz cumpleaños.
Lola me siguió de cerca hasta que nos detuvimos junto a la puerta del salón de baile. Esperé un momento, respiré profundamente y conté hasta cinco.
Necesitaba mantener la calma. Al Príncipe Reagan no le gustaban las mujeres toscas ni ásperas. Buscaba a alguien con confianza y elegancia, una verdadera princesa.
"Tú puedes, Eva." Lola me dio un reconfortante golpecito en el hombro. "Ve a encontrar a tu pareja."
Me deshice de la tensión en mi espalda y abrí la puerta. La música se hizo más intensa cuando ingresé al salón de baile. Todos estaban ataviados con sus mejores trajes y vestidos. El cuarteto de cuerdas tocaba de fondo.
Mis ojos lo localizaron de inmediato, de pie en el centro de la sala, conversando con mi padre. Su cabello estaba peinado hacia atrás, y su traje a medida acentuaba su figura. Mostraba una sonrisa amigable que aumentaba su atractivo.
Todas las lobas lo miraban con asombro y admiración.
Damas, den un paso atrás. Él era mío, y nadie más podía reclamarlo.
Me acerqué a mi padre, que aún me daba la espalda. Cuando llegué junto a ellos, los ojos de Reagan se encontraron con los míos. Su mirada oceánica se iluminó, y su sonrisa se amplió.
"La mujer del momento, si no me equivoco", dijo, haciendo que mi padre mirara por encima del hombro.
Los ojos envejecidos de mi padre brillaban de orgullo y alegría. "Hija, luces deslumbrante."
Me sonrojé.
"La fiesta es hermosa, papá. Gracias." Me sumergí en el cálido abrazo de mi padre. Cuando me separé de él, me volví para mirar a mi apuesto príncipe.
Lentamente, alcé la vista para encontrarme con sus ojos y esperé. Esperé a que mi lobo se inquietara, esperé a que me comunicara que era él. Era nuestra pareja, y lo habíamos encontrado. Pero no sentí ni oí nada.
Vamos, Susan. Está justo aquí frente a nosotros. ¿No puedes sentirlo?
Incliné la cabeza y hice una reverencia ante el futuro rey. Cuando levanté la vista, Reagan tenía una cálida sonrisa en el rostro, pero la decepción me abrumó.
No lo sentía. Esa intensa atracción y necesidad animal de estar cerca de él. Ese profundo deseo que lo abarca todo, que me reclame. Ninguno de esos sentimientos estaba allí.
Diosa de la Luna... No...
'¡Los villanos los matarán a todos!', escuché una voz: era la voz de Reagan. Era fuerte y resonó en mi mente.
Lo miré fijamente, pero él seguía sonriéndome amablemente. "Alteza", lo saludé
. "Gracias por venir a mi cumpleaños."
"¡Los villanos los matarán a todos!"; ahí estaba de nuevo, pero esta vez más alto y claro que antes.
"Señorita Eva, ¿está bien?" El príncipe Reagan tomó mi mano y besó el dorso. "Está un poco pálida. Espero que no le parezca terrible mi atuendo." Dejó escapar una suave risa, que alivió mis dudas internas, pero no hizo nada por mi corazón roto. Esto no era lo que había imaginado.
Debería estar en sus brazos en este momento, y él debería estar declarándome suya frente a mi padre y toda la manada. Pero aquí estaba, anhelando a un hombre que no me pertenecía.
Sentí un escozor detrás de mis ojos, pero hice todo lo posible por ocultarlo. No quería ser el centro de atención. Hoy todos los ojos estaban puestos en mí.
"No, nunca, Príncipe Reagan. Siempre luces sumamente elegante."
Sonrió ante mi respuesta. Liberó mi mano y se alejó de mí.
"Siento escuchar sobre la brecha, Príncipe Reagan. Si hay algo que mi manada pueda hacer por usted, no dude en pedírmelo", dijo mi padre mientras volvía a su conversación con el joven príncipe.
"¿Brecha?" Miré entre los dos hombres.
Reagan tenía una expresión sombría en el rostro, y sus ojos se oscurecieron. "Sí, los bárbaros llegaron y abrieron una brecha en el muro norte del palacio. No avanzaron mucho, pero cada día se vuelven más audaces. La situación se les está yendo de las manos."
"Esa manada Luna de Sangre es un verdadero problema para todo el país. Se rumorea que el líder es despiadado y alberga una oscuridad sin igual. Nadie sabe siquiera quién es. Todo lo que sabemos es que busca matar y destruir a cualquier manada que se cruce en su camino. Nadie sabe por qué nos odia tanto, pero estamos trabajando en un plan para detenerlo", explicó mi padre.
Un escalofrío recorrió mi espalda. "Suena como el diablo."
"Oh, es mucho peor, hija mía". Mi padre volvió su atención nuevamente al príncipe. "Entonces, ¿cuáles son los siguientes pasos para fortificar las murallas?"
Traté de sintonizar su conversación. Era lo último que quería tener en mente en mi cumpleaños. No deseaba hablar de amenazas potenciales en el horizonte. Mi corazón se apretó al echar un vistazo al joven príncipe.
Había escuchado su voz en mi cabeza, clara como el día. Pero la pregunta era: ¿cómo? ¿Y por qué lo decía?
Necesitaba tomar aire.
"Disculpen", dije a los dos hombres y me alejé de ellos. Estaban demasiado inmersos en su conversación como para darse cuenta de que me iba.
Busqué a Lola en el salón de baile, pero como no la encontré, decidí salir sola.
Salí por la puerta trasera que conducía a los jardines.
El aire fresco me acarició el rostro, y dejé escapar un suspiro tembloroso. Salí a los jardines perfectamente cuidados y caminé hacia la fuente central. El sol comenzaba a ponerse, creando hermosos matices de rojo y naranja en el cielo y otorgando al jardín una sensación de calma y paz.
En mi mente, había estado tan segura de que sería él. Que él sería mi pareja. Todo tenía sentido.
Era la hija de un alfa y él era el príncipe. Nuestra atracción mutua inicial. La forma en que había sido tan amable y cariñoso conmigo.
Pero me había equivocado, y eso me dolió. No solo porque no era él, sino porque no había encontrado a mi verdadero amor, a la persona destinada a completarme.
Anhelaba lo que tantos tenían en este mundo. Sentir ese vínculo sobrenatural con alguien. Tener una unión predestinada por la propia diosa.
Me acerqué a la fuente, que brillaba bajo la luz del sol. El escozor que había reprimido en el salón de baile regresó, pero esta vez no lo detuve. Dejé que las lágrimas se acumularan en mis párpados. Dejé que la decepción y el dolor se agolparan en mi garganta antes de parpadear y permitir que las lágrimas fluyeran.
No me lamenté. No grité. Simplemente dejé que una lágrima solitaria cayera de mis ojos. Fue suficiente.
Miré al cielo y suspiré profundamente.
"Querida Diosa de la Luna. Anhelo ese amor. Ese amor predestinado que has concedido a tantos. Quiero sentirme completa y amada incondicionalmente. Deseaba que fuera él", susurré, "pero no lo es. Sé que hay alguien allá afuera para mí. Solo te ruego que me ayudes a encontrarlo. Ayúdame, por favor." Cerré los ojos y envié mi deseo al cielo. Sabía que ella me escucharía y respondería a mis súplicas.
Sabía que tenía una pareja destinada para mí. Y esperaba encontrarla en la noche de mi cumpleaños. Solo necesitaba ser paciente.
Abrí los ojos y lo percibí. Era tenue, pero cuando el viento sopló a mi lado, capté una fragancia deliciosa que hizo que Susan se agitara.
¿Podría ser?
"Pareja."
Escuché la voz de mi lobo, clara y fuerte. Estaba aquí. Mi pareja estaba cerca.