Lisa ya tenía el alta firmada, apenas iba a volver a la habitación, cuando chocó con esa mujer, la miró de frente, la mujer tenía el rostro cubierto por lágrimas.
—Lo siento —dijo Lisa
Azalea la reconoció enseguida, ella era la esposa de Emiliano Beckman, la mujer de su hijo.
Limpió su rostro con rapidez.
—Lo siento, yo… ¿Qué pensarás? Una patética mujer llorona.
—¡Oh, no, claro que no! Todos lloramos, aunque los hombres se hagan rocas, también lloran como bebés, solo que se esconden —dijo Lisa guiñándole un ojo.
Azalea sonrió.
—Solo los hombres de verdad, hay otros hombres que, en lugar de ser humanos, son monstruos.
Lisa se quedó pensativa ante sus palabras.
—Sí, conozco un par de esos.
—¿Enferma? —exclamó Azalea
—Eh, ¡ah, no! Es mi esposo, tuvo una caída, pero, nada de peli
