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Lisa hiperventilaba, no podía respirar, cuando sintió que alguien tomó sus hombros, ella miró a ese hombre. —Lisa, ¡¿Estás bien?! —exclamó Octavio, las lágrimas se derramaban por sus mejillas. —¡Me muero, siento que me dará un infarto, que voy a morir! —exclamó con miedo. Octavio tomó un taxi y pidió que los llevarán al primer hospital que vieran. En el hospital. Al entrar, la llevaron a urgencias, él la siguió, tomó su mano. —Estoy aquí, tranquila —él sintió sus manos frías, la miró con ojos profundo—. Lisa, parece que estoy destinado a salvarte siempre —dijo con ojos brillantes. Ella no pudo prestar atención estaba desesperada. —Salga, señor, tenemos que atenderla, ¿es usted familiar? El hombre titubeó, negó. —Si no lo es, llame a su familia. Octavio salió a la sala de espera