Emiliano no la dejó hablar, él besó sus labios, sus lenguas danzaban entre caricias húmedas, su mano seguía en su virilidad, cuando ella tocó un poco más él liberó un jadeo, pero el beso siguió como si fuera eterno, hasta que escucharon el sonido de la puerta siendo golpeada.
El maldijo entre dientes al inoportuno.
—Espera…
Él la detuvo.
—No abras.
Ella rio un poco, se apartó, mientras él se cubrió con la toalla.
Lisa solo abrió un poco la puerta, su empleada estaba ahí.
—Buen día, señora.
—Buen día.
—El señor Beckman tiene una visita.
—¿Quién? —exclamó intrigada, no eran ni las diez de la mañana, no era una buena hora para recibir invitados.
—Es una señorita llamada Brisa Torre Alto, dice que quiere ver al señor Beckman, parece genuinamente preocupada.
Los ojos de Lisa se vol
