Capitulo 24

817 Words
Matt Isabella iba de lo más alegre por delante mía, abriendo las puertas sin casi hacer esfuerzo, solo las empujaba un poco y se abrían, al menos lo suficiente para poder pasar una persona y empujar las cosas que estuvieran en medio. —Puedes ayudar—se quejó parándose en el pasillo. —Si no corrieras, lo haría—me dejó claro. Ella me miró. —No me gusta este lugar—aviso. Era verdad que las telarañas y la poca luz que entraban por las ventanas llenas de polvo daban un estilo tétrico al sótano, un estilo de mazmorras más que de otra cosa y era normal tener algo de miedo pero no creo en las historias de fantasmas. Di un paso para acercarme a ella. —Tranquila—le dije y pase mi mano por su pelo—Si fuera peligroso, Chiqui no nos hubiera dejado aquí—comente para tranquilizarla. Ella me miró con esos ojos azules que me volvían algo loco. Isabella tenía algo, no se que era pero era algo que me daban demasiadas ganas de protegerla, de tenerla a mi lado todo el tiempo que pudiera, tenía ganas de abrazarla y acariciarla todo el rato, me molestaba esa sensación porque no lo podía hacer, no al menos delante de Aiden que se ponía como un pesado y menos con Cristina, que se empeñaba en que me gustaba, y lo hacía, demasiado, pero no podía admitirlo, no a ella que se volvería como loca hasta hacer que Isabella se alejara de mí, porque estaba claro que a ella no le gustaba ¿Cómo hacerlo? Isabella era una chica perfecta en todo, buena y dulce mientras que yo era un desastre andante que por mucho que se hiciera él fuerte, tenía miedos y sabía que si descubre todo de mi, no le gustaría. —No eres tan malo como dicen—comentó. La mire. —Si yo soy malo, tu eres tonta—le dije y toque levemente su pequeña nariz. Ella golpeó mi pecho, no lo hizo fuerte, creo que se hizo más daño que yo, pero me hice un poco el afectado para hacer que riera. Me gustaba escuchar cómo reía. —Deberíamos seguir—susurró. —No hay nadie más—le dije y ella me miró—No hay fantasmas—avise. Rosa se encargó de asustar a parte de las chicas contando historias de fantasmas que su abuelo le contó sobre este lugar, no tenían muchos detalles pero era lo suficiente para que más de una se pensara el andar solo por aquí. Isabella se giró para seguir caminando, se acercó a una puerta que no se abría con el simple empujón con el que lo hacían las demás. —¿Te ayudo?—le pregunté acercándome a ella. Negó. Dio otro empujón y la puerta se abrió pero con esto, salió una enorme araña negra, de esas que hasta pelo tienen. —Ah—gritó Isabella saltando encima de mí, y tuve que tener muchos reflejos para agarrarla mientras me abrazaba como si fuera un koala. De la nada aparecieron Adien y Cristina corriendo por el grito de Isabella que seguramente se escuchó hasta en la luna, ella se quejo escondida en mi cuello mientras temblaba un poco. —¿Qué pasa?—preguntó Cristina sorprendida. —Una araña y me ha tocado el pie—gritó Isabella algo histérica. —No es venenosa—comentó Aiden. Como si no fuera la gran cosa, agarró la araña y la ayudó a salir por una ventana que estaba medio abierta, para luego cerrar esta y así evitar que otro bicho entrara. —Bajate—le ordenó Aiden a Isabella. Isabella levantó la cabeza pero sin bajarse de mis brazos —Sabes que me dan miedo—se quejó ella. —Si quieres te puedo llevar en mis brazos, por si hay más—le propuse. Ella me miró y una idea pasó por su cabeza haciendo que se bajara de mis brazos alejándose un poco de mi, con un pequeño tono rojo en sus mejillas. —Con cuidado Matt—me avisó Aiden. Levanté mis manos en señal de rendición y de inocencia. —Mejor sigamos con nuestro trabajo—me dijo Isabella ignorando a su primo que se quedó ahí mirándonos con cara de pocos amigos. —Vale, pero voy yo primero—propuse y le ofrecí mi mano—Por si hay arañas—añadí, no muy convencida Isabella agarro mi mano, para que la llevara por el pasillo, comprobando yo primero si en las habitaciones que abríamos había alguna araña. Por suerte o desgracia, no hubo más arañas y las pocas que habían eran pequeñas o estaban medio muertas, haciendo que Isabella no tuviera otro ataque repentino de saltar a mis brazos, y poco a poco soltó mi mano, limitándose a caminar a mi lado.

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