Capitulo 22

611 Words
Omitente Cuando se comprobó que todos los alumnos estaban dormidos, los vigilantes bajaron a la entrada principal donde esperaban dos profesores. —Todos duermen—comentó la vigilante del edificio de mujeres. —¿Todo está colocado?—preguntó el vigilante del edificio de los chicos. Los profesores asintieron. Las cuatro personas ahí reunidas eran antiguos compañeros del internado, antiguos alumnos que querían solo una cosa, que un secreto, uno muy grande que se ocultaron entre las paredes del colegio, hace muchos años y que ahora debía ser d*********o por una buena razón. El equilibrio. La vida era equilibrio, una balanza que se movía según el peso que se le daba a cada lado, lo bueno y lo malo, uno a cada lado pero en ese lugar, lo malo puso demasiado peso por mucho tiempo, el equilibrio estaba roto, y era hora de igualar el marcador. —Hoy he provocado que se planteen cosas, les he llevado a las piscinas—explicó uno de los profesores con tranquilidad. Chiqui siempre quiso que el gran secreto se descubriera, ni él que estuvo ahí por tantos años, como alumno y ahora como profesor pudo descubrir el gran misterio que las paredes ocultaban. —Esperemos que eso sirva—suplico la profesora a su lado. Iris también fue alumna, ella a diferencia de Chiqui si pudo saber algo, todo estaba en el sótano pero conseguir ir ahí o que dieran los permisos de limpiarlo, nunca fue fácil pero ahora tras una gran reunión y tener apoyo, pudieron hacer que los alumnos que ellos creían más inteligentes, descubrieran todo. —Fue buena idea lo de la fiesta—exclamó el cuidador del edificio de hombres—Pero pobres chicos, seguro se han sentido fatal creyendo que ellos provocaron todo—. —Era la única forma que autorizan un cambio de habitaciones, los padres están demasiado encima de la dirección—se quejó Chiqui. Ricardo, el hombre que cuidaba el edificio de hombres, miró al profesor, se sentía algo mal por el papel que tenía que tener, del malo de la historia, del que debía ponerles obstáculos, pero al principio ese fue su plan, hacer que tuvieran que estar en zonas concretas para provocar que investigaran, pero no funciono. —Espero que sean los indicados—comentó Susana y miró a sus compañeros. Chiqui les miro, sabiendo una cosa que nadie de ahí sabía pero no podía contar el secreto, debía dejar que se supiera solo, decirlo rompería una promesa que alguna vez hizo, una que le hizo a su hermano, y eso no lo iba a permitir. —Lo son—dejó claro Chiqui. —Sigo siendo partidario de darles pistas—comentó Ricardo. —¿Cómo les podemos dar pistas de algo que ni nosotros sabemos?—le pregunto Iris. El hombre suspiró. —Sabemos algo, que hay un misterio, un secreto, si les decimos eso sabrán que algo deben buscar y no iran solo a limpiar—explico el hombre—¿Y si ignoran la búsqueda?—. Chiqui nego. —Les he dado clase por años, les he visto crecer, no dejaran que un misterio así se escape de sus manos—dijo bastante convencido. —Espero que les de tiempo en una semana—suplico Iris. Todos querían que ese secreto saliera, que dejara de ser un misterio lo que hace cincuenta años paso en esas paredes, lo que sus padres y los abuelos de los ahora alumnos vivieron, que todo el mundo lo supiera, poder reescribir la historia. Se quedaron en silencio, cada uno pidiendo para sus adentros que el momento esperado por años al fin se diera.
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