Caminé junto a Priscila intentando disimular la erección que tenía dentro del pantalón. Por suerte ella no preguntó qué hacía con la pija parada en mi pieza si supuestamente allí estaba la tía Tamara durmiendo. No hubiera sabido cómo responder a eso. Sin embargo mi hermana parecía estar preocupada por otra cosa. Aún no podía bajar la guardia. Probablemente recibiría un duro sermón por la vez que le acabé en la cara (sin querer). Entramos a su pieza, estaba más desordenada que de costumbre, incluso junto a la computadora había un plato sucio. Ahí caí en la cuenta que desde el incidente, Priscila salía de su habitación menos que antes, a veces ni siquiera se sentaba a comer con el resto de la familia; se pasaba prácticamente el día entero dentro de su cuarto. ―Vení, sentate en la cama ―di