―Mmm… tengo mis métodos. Se puso en cuatro en la cama mostrándome su culazo entangado. La tela estaba bien encajada entre sus nalgas y su v****a se dibujaba a la perfección. ―No ofrezcas algo de lo que te podés arrepentir ―le dije. Mi instinto de hermano se activó otra vez, me di cuenta de que me encanta “pelear” con Pao; pero ahora nuestras peleas son muy diferentes a lo que eran antes―. Ya sabés que no te la bancás. ―Sí me la banco. Te dejé bien claro que no le tengo miedo a tu pija. No importa el tamaño que tenga. ―Vamos, Pao ―puse los ojos en blanco―, después terminás quejándote de que es mucha pija y te duele. ―¡Mentira! ―Meneó su culo―. Estás poniendo excusas porque tenés miedo de contarme. En eso tiene un poco de razón. Aún así, no le voy a dar la victoria tan fácil. Diario d