―¿Pueden dejar de discutir? ―Intervine. Ni siquiera puedo estar tranquilo en mi propia pieza. Si van a seguir peleando, vayan a otro lado. Las dos me miraron en silencio durante unos segundos. Mi tía fue la primera en hablar: ―Tenés razón, Mateo. Te pido perdón. Mejor dejamos eso de la charla para otro momento… ―No, prefiero que lo hablemos ahora. La que se tiene que ir es mi mamá. ―¿Me estás echando? ―dijo mi madre, desafiante. ―No, solamente te estoy pidiendo un poquito de intimidad. Quiero hablar con la tía Tamara. ―Bueno, está bien. Me voy porque no confío en las capacidades culinarias de Paola. Va a hacer un desastre con las empanadas. Ustedes hablen de lo que tengan que hablar. Diciendo esto, salió de la pieza. Una vez más el silencio se apoderó de la habitación. Mi tía Tama