Diciendo esto, Milagros me dio la espalda y se sentó sobre mí. Oriento mi v***a hacia su concha y comenzó la penetración. Yo la sostuve desde la cadera. A pesar de que no era la primera vez que le metía la pija, sí estaba algo incómodo, porque nunca antes lo había hecho frente a toda mi familia. Es una sensación muy extraña saber que ahora todas lo saben y lo pueden ver. Creo que los días en los que tenía que preocuparme por cerrar bien las puertas ya se terminaron. Milagros comenzó a dar pequeños saltos sobre mi v***a mientras la pija se iba perdiendo dentro su concha. Estaba muy húmeda pero aún así ella ayudó un poco lubricandola con su propia saliva. ―Si tenés ganas ―dijo Tamara―, podés añadir algo más al menú de tu “desayuno”. ―Mmm… si me estás proponiendo lo que yo creo, entonces a