―Sí, ya me imagino por qué, pero me parece demasiado. ―¿Y si solo mete la puntita? ―Mmmm… ―Dale, mamá… solo un poquito ―supliqué. La concha de mi tía es fabulosa, me muero de ganas de enterrar la v***a ahí, aunque sea un poquito―. Decidite rápido, porque ya estoy por acabar. ―Bueno, pero solo la puntita ―accedió. Apunté mi glande a la concha de Tamara, ella levantó un poco la cola para facilitarme la tarea. Mi mamá dijo “solo la puntita”, pero cuando sentí esa cueva húmeda y viscosa, no me pude contener. Entró la cabeza de mi pija y la siguió todo lo demás. ―¡Ay, Mateo! ¡Por favor! ―Exclamó mi tía―. ¡Qué clavada de pija me acabás de pegar! ¡Por dios! ―¡Mateo! ―Se quejó mi mamá―. Te dije que solo la puntita… No pudo seguir quejándose porque Tamara volvió a ponerle la concha en la