Jessica soltó una carcajada muy cruel. ―¿Ves, tía? No tiene ni la más pálida idea de qué tiene que hacer. Este es el boludo que vos criaste. ―Sí sé lo que tengo que hacer ―respondí, claramente ofendido―. Pero me enseñaron a ser respetuoso con las mujeres. Lo pregunté porque no quiero hacer nada que no quieras. ―Ay, nene… si te tengo que explicar qué tenés que hacer, a cada paso, matás la emoción del momento. Tenés que aprender a tener iniciativa. Yo estoy en cuatro, con la concha abierta… ya no queda mucho margen para que andes pidiendo permiso. ―Vení, Mateo. Yo te ayudo ―dijo mi madre. Sí, era mi madre, aunque se me hacía muy difícil reconocerla en esa situación. Todavía no me acostumbro a verla desnuda… y mucho menos con otra mujer desnuda encima de ella. Me subí a la cama, qued