Mirar una película con mi mamá fue una gran idea. Me ayudó a pasar tiempo de calidad con ella sin necesidad de estar pensando en el sexo. Simplemente nos acostamos uno al lado del otro y entre los dos elegimos algo para ver. El proceso de selección activó a Selene, que estaba silenciosa, taciturna, como si su mente estuviera en otro lado. Y por primera vez en varios días la sentí presente. Sonrió, me tomó de las manos y me preguntó: —¿Qué tenés ganas de mirar? —Cualquier cosa, siempre y cuando sea algo divertido, que no me queme la cabeza. —Muy bien dicho. Ya sé, podríamos mirar “La decisión de Sofía”. —Puede ser… no la vi… —No, Mateo, era un chiste. Se nota que no tenés ni idea de cine —soltó una risita, me alegró el alma verla reír—. Es una de las películas más devastadoras que vi e