Por lo general no tomo mates solo, espero a que alguien más lo prepare y ahí sí, quizás me sume a tomar. Sin embargo, hoy sentí la necesidad de hacerlo. Calenté el agua, puse la yerba en el mate con mucha calma, cuidando no poner demasiada, la sacudí para quitarle el exceso de polvo y esperé a que el agua alcanzara la temperatura justa. Todo esto lo hice de forma mecánica, con la mente en otro lado. No podía dejar de pensar en Pao. Me instalé en la mesa del comedor, con el mate ya preparado, y me quemé a tomar el primero; estuve a punto de abandonar la tarea. Luego me di cuenta que hacer esto sería darle la victoria a mi ofuscación. No me gusta sentirme así. Por eso una parte de mí siempre me impulsa a sentirme mejor, a levantar la cabeza. Aunque hoy eso me está costando más de lo habitua