―Sé que la tanga me queda chica, Mateo. No hace falta que disimules. Se me debe ver casi toda la concha. ―¿Eso te molesta? ―Ahora mismo, no… porque vi que a vos se te está poniendo dura… y pensé: ¿Será tan loca la idea de Milagros? ―¿Vos querés que…? ―Em… solo si vos querés. ―¿No te molestaría si yo te pidiera lo mismo? ―No, si hacemos esto, tiene que ser equitativo. Si vos mostrás, yo muestro. ―Entonces, sí… acepto. ―Bueno… Priscila salió y se paró a lado de la cama. Por un momento creí que se había arrepentido, pero nada más lejos de la realidad. Con total decisión se bajó la tanga, cuando se enderezó pude ver todo su lampiño pubis y una línea que lo dividía en dos en la parte más baja. No tuve mucho tiempo para admirar este espectáculo, ya que ella volvió a su posición anter