―Chupásela bien, Tamara ―dijo, al mismo tiempo que me acariciaba el pubis, sus uñas causaron que un extraño cosquilleo recorriera todo mi cuerpo―. La idea es que reciba un estímulo potente. Vos, Mateo, hacé lo posible por aguantar… ―Mami, no molestes ―dijo Milagros―. La tía le está haciendo un pete increíble. Mirá cómo se traga la v***a. ―Los ojos de Tamara se fijaron en mi hermana mientras mi v***a se iba perdiendo en el interior de su boca―. No sé cómo hace para tragar tanto. Me tenés que enseñar a hacer eso, tía. Yo también quiero comer pijas así. ―¡Ay, Milagros! ―Exclamó mi madre. ―No me jodas, mamá. No voy a ser una monja. Quiero chupar pijas y quiero aprender a hacerlo bien… y creo que la tía me puede enseñar mucho. ―Cuando quieras, te enseño ―le prometió Tamara, sacando la v***a