—¿Quieres que yo sea tu asistente personal? —pregunté atónita.
Alexander asintió con seguridad y se inclinó sobre su escritorio para acercarse más a mí.
—No serás mi asistente personal, serás asistente directiva... Como mi mano derecha. En todo este tiempo has demostrado ser una trabajadora capaz, Savannah. Has hecho grandes mejoras en el departamento de marketing y me gusta lo metódica que eres, ya sabes que yo soy un poco liberal con muchas cosas, pero sí me gusta y, por encima de eso, necesito que alguien me ayude a poner orden en los proyectos de la empresa, vamos en crecimiento y hay que poner control a todo. Soy muy pasional y a veces me dejo llevar mucho por los impulsos, hasta ahora me ha salido bien, pero… nunca está de más tener un freno manual… y necesito que seas tú, Rachel hacía todo lo que yo decía sin rechistar, sé que tú cuestionarás las cosas y y no temerás llevarme la contraria, ¿entiendes?
Asentí en silencio, esperando el momento en que me dijera que todo era una broma, de seguro tenía a toda la Directiva riéndose de mí por alguna videollamada.
—En serio me halagas, Alexander, y claro que me gustaría el cargo, pero…
—¿Pero qué? Es una gran oportunidad, el sueldo será bueno, los bonos más… Sé que eso te gusta —comentó guiñándome un ojo, haciéndome resoplar y activando todos mis sentidos.
—¿En serio vas a seguir haciendo como que no pasó nada? Como que no escuchaste nada —pregunté, removiéndome en mi asiento y cruzándome de brazos.
—¡Ah! ¿Te refieres a lo de la cama y tus vecinos? —preguntó burlón, haciéndome sonrojar, mientras asentía—. Descuida Savannah, eso no es nada. Todos hemos hecho el tonto frente a los demás para hacerlos reír alguna vez, y tú no serías tú si no traspasaras los límites, tu lengua te meterá en problemas más de una vez, pero… por esto no será, quizás otros se escandalicen, pero ¡vamos! Soy yo, y sé que solo bromeabas.
Me miró escudriñando en mí y alzando una ceja, cuando hacía ese gesto me hacía recordar las expresiones de Hugh Jackman en X-Men, y justo como haría con ese hombre… me provocaba arrancarme la ropa donde fuese, algo contraproducente para lo que quería en ese momento, pero sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos y enfocarme en lo que me decía.
—Por supuesto que solo bromeaba —mentí soltando una risa nerviosa que echó por tierra mis palabras. Alexander me miró fijamente otra vez y torció la boca antes de chasquear la lengua.
—Que bien, porque incluso si no fuese así, ambos somos grandecitos y profesionales. Yo no me lío con empleadas, Recursos Humanos tampoco me lo permitiría, y no es como que estés enamorada de mí —Dolió verle reír como si la idea fuese absurda—. Así que lo que sea, podemos mantenerlo bajo la mesa, ¿no? —Asentí rápidamente.
—Por supuesto.
—¡Excelente entonces!
—Pero creí que harían entrevistas para el cargo —le recordé, queriendo regresar a aguas seguras.
—Sí, claro… Yo podría simplemente asignarte y ya, pero no se vería bien, además que Rachel estará en el panel y ella escuchó todo lo que dijiste, lo más probable es que crea que no eres apropiada, lo mejor es que hagas tu postulación como las otras, pero... Es un disparo a quemarropa, no puedes fallar.
—¿Y por qué estás tan seguro de que lograré ganar el puesto?
—Porque aparentemente yo confío más en ti que tú misma —respondió con una mueca—. Te lo dije desde el día que llegaste a C-Style, tienes buenas credenciales, y aquí si haces tu trabajo… obtienes recompensas. Postúlate y verás que lo demás cae por su propio peso, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dije no muy convencida.
—Excelente, la junta será el próximo martes, el cargo será tuyo, Savannah; descuida. Y no olvides colocar tu deseo en la caja, ¿vale? Recuerda que cumpliré cualquier deseo —dijo con una sonrisa maliciosa antes de un provocativo guiño... Se burlaba de mí.
«Grandísimo hijo de puta», pensé con humor y vergüenza, pero ¿qué podía decir? Lo adoraba así como era. Me crucé de brazos y lo miré con reproche, él soltó una sonora carcajada que retumbó en la oficina, inclinando su cabeza hacia atrás antes de sacudir sus manos y hacer un gesto de súplica con ellas.
—Ya, ya, lo siento, sabes que no sería yo si no hago un chiste al respecto. Es que me la pones muy fácil, me encantas... —Mi corazón dio un vuelco al oírle, pero él, al darse cuenta de sus palabras, torció el gesto aún con humor y se aclaró la garganta—. Pero ya, a partir de ahora tú harás como si no hubieses dicho nada, y yo como que no lo escuché, ¿trato? —extendió su mano hacia mí y no me quedó de otra más que estrecharla.
Al salir de su oficina me encontré con que Emilia estaba sentada sobre el escritorio de Rachel, cuchicheaban como siempre hacían, pero al verme dejaron de hacerlo, eso solo me dijo que habían estado hablando de mí.
Herví por dentro comprender que quizás Rachel le estaba poniendo al tanto sobre lo que había ocurrido y aunque me avergonzó un poco… decidí que no me importaba, en parte porque, tal y como decía Alexander, no sería yo si no hiciera algo así, todo el mundo sabía que era muy impulsiva y descuidada al hablar. Y por otro lado, no me avergonzaba porque sabía que no era la única ahí en la oficina teniendo fantasías con él, era algo que muchas teníamos en común. Pero lo que sí me molestó, y en exceso, fue lo que escuché luego.
—Él me dijo que lo llevaría con cuidado, ni siquiera le dio importancia, pero… ¿puedes creerlo? —comentaba Rachel con burla.
—Lo sé, teniendo tantas opciones, Alexander jamás se la llevaría a ella a la cama, ¿qué se cree? —siguió Emilia con burla.
Nunca comprendí si eran tan caraduras que no les importaba que todo el mundo supiera lo que hablaban, o si de plano ese par era lo suficientemente estúpido para creer que nadie las escuchaba, pero el hecho era que yo siempre las escuchaba y siempre tuvieron comentarios despectivos hacia mí, aunque fueron unas hipócritas de primera clase al mantenerse amables en mi cara.
Regresé a mi puesto y medité al respecto… ¿por qué se les hacía tan ridículo pensar que Alexander se fijara en mí?
¡Vale, vale! Yo misma tenía mi teoría: él era un exitoso empresario y yo una donnadie que solo, gracias al trabajo que me ofreció, ahora podía llegar a fin de mes, pero… Si ellas sí se creían en capacidad, porque Emilia jamás ocultó sus intenciones con Alexander, ¿entonces por qué pensaban que yo no podía? Sí, Alexander tenía inclinación por las rubias altas y esbeltas, yo no era ni alta, ni rubia, ni esbelta, pero... tampoco era un monstruo, y podía ser la excepción.
—Psss… ¿Cómo te fue? —Me giré para mirar a Mónica, que asomó su nariz por encima del medio muro que separaba nuestros cubículos.
—Bien, no me despedirá… Por ahora. Y quiere que me postule para el puerto de Rachel.
—¡Hey! Eso es excelente —exclamó con entusiasmo, poniéndose pie por completo—, pero… ¿Por qué no estás contenta? ¿Acaso no te llama la atención el cargo?
—Sí, claro… Es una oportunidad excelente, claro que la tomaré —respondí distraída, sin poder sacarme las palabras de Rachel de la cabeza.
—¿Entonces cuál es el problema?
—¿Crees que Alexander podría fijarse en mí? —pregunté y ella miró hacia todos lados con alarma.
—¿Vas a seguir con eso, Savannah? ¿No puedes esperar al menos que pasen unos días antes de hablar al respecto?
—Responde —exigí impaciente.
—Pues no lo sé, amiga… Ya sabes cuál es el tipo de mujer que le gusta al jefe, tú no eres como esas muñequitas de plástico hermosas, fashionistas y perfectas con las que le gusta salir.
—Mon, necesito que hagas un par de propuestas para esta oferta —dijo Steven, nuestro compañero de equipo, interrumpiendo nuestra conversación y dejándome a solas con mis depresivos pensamientos.
La tarde siguió su curso en paz, pero mi ira por las burlas fue creciendo en mi interior segundo a segundo, para cuando llegué a mi departamento estaba hecha una antorcha humana, lancé mis cosas sobre el sofá y me apresuré hacia el gran espejo que tenía en el salón. Miré mi aspecto y comprendí a lo que se refería Mónica, no era que vistiera mal, me gustaba ir a la moda, pero mi estilo era sutil.
Pero eso se podía arreglar, ¿no? Mi aspecto general no estaba mal, mi cabello marrón estaba bien cuidado, era de las cosas que más me gustaba y procuraba siempre maquillarme acorde a la ocasión... Era bonita, no una belleza deslumbrante, vale, pero... Sí lo era, o al menos eso consideraba yo. Además sabía que le caía bien, y le hacía reír a diario, que era algo importante para él, odiaba a la gente estirada… ¿Por qué creían ellas que yo no podía conquistarlo? Y más importante aún… ¿Por qué jamás lo había intentado? Realmente me gustaba el hombre y sí que estaba enamorada de él, ¿por qué nunca consideré conquistarlo?
Mamá ya empezaba a fastidiar con el asunto de no tener pareja, estaba por cumplir treinta y ella no paraba de decir que todo sería más complicado si no aprovechaba el tiempo justo ahora, ¿no sería genial llevar a alguien como él a casa y callar la boca de todos? Enloquecerían en casa... ¡En el pueblo entero! En el trabajo creían que yo no tenía nada que ofrecerle, y les demostraría que estaban equivocadas, le lancé una mirada al calendario que colgaba en la pared de mi cocina y empecé a hacer mis planes desde ese momento.
Diciembre estaba a unas horas de empezar, y el año a tan solo un mes de acabar, tomé el rotulador que colgaba del calendario y encerré con un círculo el último día del mes, en la oficina siempre se hacía un evento especial para despedirnos antes de que todos nos fuéramos a casa ese día, tenía hasta entonces para alcanzar mi objetivo, haría que todo el mundo se mordiera la lengua… Alexander Clark sería mío antes que acabara el año.