Tome un poco de agua, Señora Claudia —le dice el, extendiéndole un recipiente metálico, después de quitarle la tapa —para que se refresque un poco.
—Gracias —le dice ella sonriendo, después de haber tomado unos sorbos— que bueno que trajo un poco de agua.
—Tiene usted, los más hermosos ojos que he visto, Señora Claudia — dice el en voz baja como si temiera que alguien le escuchara.
—Ay, Señor Edgard, usted es muy galante, y siempre hay un alago en sus palabras; siempre logra sonrojarme —le dice ella, sintiéndose emocionada— gracias por ayudarme a bajar del caballo; estoy disfrutando el paseo.
—Yo también lo estoy disfrutando , Señora Claudia; su compañía, es un gran privilegio para mi, y créame que estoy muy emocionado; usted estaba a punto de contarme una historia, y yo
