Las manos de Egil no dejan de temblar mientras Gage derrama el agua tibia sobre ellas para limpiarlas. Gage está muy preocupado por su semblante, Egil está pálido y con un dolor que le es imposible de ocultar. —Será mejor llamar al médico. Necesitas algo para que puedas descansar —dice Gage colocando una toalla por encima de sus manos. Egil camina hasta la silla y toma una botella de ron al paso, que abre y bebe más de la mitad del contenido antes de sentarse. —Lo único que necesito es que se vayan todos y me dejen en paz —Gruñe Egil sin dejar de beber de su botella—. Estaré bien. Gage trae al médico de todos modos, quien examina a su jefe y le deja un frasco de tranquilizante encima de su mesa antes de retirarse. —Tú también sal de aquí —dice Egil a Gage con la mirada fija en la nada