Aún bastante mareado, Egil se sienta en su cama luego de un arduo trabajo. Todo su maldito cuerpo le duele. Su cabeza palpita fuerte y constantemente impidiéndole pensar con claridad. —Señor Egil, no es conveniente que se levante, aún está delicado —El médico se sorprende cuando entra a la habitación y lo ve sentado—. Por favor acuéstese, necesita mucho reposo para recuperar sus fuerzas. —Lo que tengo es mucho por hacer, eso del reposo no es asunto de jefes de familia —Egil intenta ponerse de pie, pero sus piernas ceden y cae nuevamente a la cama. —Le dije que no está apto para caminar todavía, señor. Su salud es delicada. Por favor, debe acostarse. Egil resopla y se acuesta nuevamente. Odia que le ordenen lo que debe hacer, pero nunca se había sentido tan débil como ahora, por lo que