Cuando la puerta de la habitación de Emiliano finalmente se abre, puede ver a su coronel de misiones especiales estar de pie ahí, y por supuesto, quien es su mejor amigo desde que tan solo era un infante. Stephan Reynols, un hombre que posee la posición en el reino de San Carlo como el hombre mas despiadado, cruel y serio que jamás haya pisado la tierra. No por nada escalo desde lo mas bajo hasta estar en la sima total del mundo. El hombre examina meticulosamente el lugar y mirando seriamente a su rey, hace un leve asentimiento con la cabeza. Detrás de él, hay guardias de la división especial del reino de San Carlo, guardias que estaban ahí para dar su vida en todo momento, y es que, ellos se encontraban en territorio que los consideraba su enemigo.
Stephan procede a entrar en la habitación de su rey y la puerta se cierra, ellos se aseguran de que todo este en orden y que nadie se atreviera si quiera a escucharlos
—Veo que se ha instalado bien, su majestad. —Dice Stephan con su siempre estoica expresión, Emiliano en su lugar solo puede resoplar. —¿Realmente es necesario quedarnos tanto tiempo aquí?, bien podrías quedarte aquí y dejarme ir. —Emiliano sonríe ladinamente ante esto y se encoge de hombros.
—Recuerda que te quiero conmigo aquí porque eres mis ojos ocultos, Stephan. —Responde Emiliano. —Si esto no fuera importante, te hubiera dejado en Pérez (Capital de San Carlo) —Stephan sabe que su mejor amigo tiene razón, pareciera que se quedarían en ese país por más tiempo del que pensó.
—Viendo que no tengo otra alternativa, supongo que me quedare. —Sarcásticamente, responde Stephan causando gracia en Emiliano.
—Me alegra saber que cuento con mi mejor hombre. —Dice Emiliano, quien cambia su sonrisa por la expresión más seria que jamás se hubiera visto. —Pasemos a lo importante, necesito que vigiles de cerca al Marques de Valentino, sus viajes regulares a la isla de Catalina no me gustan nada, también, se le ha visto frecuentar cierto grupo de damas que tienen un parecido aterrador con la princesa de Escalante y las desapariciones de las mismas resulta desconcertante. Quiero que documentes su vida, en que piensa, como duerme y como ocupa su tiempo libre. —Firme ante las ordenes de su majestad, Stephan no hace negativa alguna.
—Su obsesión por la princesa de Escalante es más que obvia, yo diría, por la manera en la que se mantiene empeñado en envenenar la cabeza de su propio rey, ese Marques de Valentino no parece ser un “héroe” como se cree. —Emiliano sabe desde un principio que ese hombre no descansaría hasta tener su propia cabeza colgando de una pica, sin moverse y sin respirar y por supuesto, su él llegara a convertirse en el rey de Escalante, la desgracia se apoderaría de todo aquel reino, incluyendo a su amada Olivia.
—Necesito que te encargues de eso. Yo hare el resto. —Stephan se siente intrigado, ciertamente y sabiendo que el país de Escalante ni siquiera es un mero allegado al país de San Carlo, ¿Por qué desde un tiempo en adelante pareciera que su amigo está detrás de la princesa de Escalante? —Por ahora, mantener un perfil amigable, será la clave de todo. —Murmura Emiliano en su lugar.
—Su majestad. —Emiliano lleva sui mirada hacia Stephan. —Puede que me este equivocando pero, ¿sera que esta desarrollando sentimientos por la princesa Olivia? —Pregunta este, arriesgando su propio cuello sin duda. —Pregunto en calidad de mejor amigo y no como su coronel, ¿estoy equivocado? Desde hace 4 años, cuando vinimos de visita detrás de lo que parecía ser un plan imposible porque dos países se lleven bien, ahora parecer ser que esa princesa, ha llamado mas de lo que debería su atención. —Emiliano sabe que Stephan era observador, demasiado, y eso era lo que lo volvía peligroso, además, jamás sería capaz de mentirle.
—¿No has pensando en que quizás mi espíritu solidario y con ganas de cambio se ha manifestado en mí? —Sonríe Emiliano. —Siempre dijiste que era inmaduro, Stephan. —Este eleva una ceja, sabe a donde quiere llegar su mejor amigo, desviar la conversación hacia algún lado.
—Solo se que hay algo más detrás de eso, Emiliano. —Este se encoge de hombros y haciendo un gesto despreocupado se aleja de su coronel. —La manera en la que la mirabas dice bastante, si planeas algo con ella, debes ser menos obvio. —Sugiere Stephan.
—Entonces será mejor que lo tome en cuenta. Puedes retirarte. —Acatando casi de inmediato las ordenes de Emiliano, Stephan sale de la habitación de su rey, sabe que no se equivocaba en lo absoluto, y es una de las principales razones por las cuales debería tener mas cuidado.
No se fiaba de nada y ahora mismo, los ojos de todos los nobles de Escalante los observaban a ellos, los intrusos que se han adentrado en su territorio, ellos serian capaces de hacer hasta lo imposible por tener sus cabezas, saber que secretos ocultan y por supuesto, apoderarse del país Oeste de San Carlo.
Algo que, mientras Stephan viva jamás sucederá.
La mente del coronel del ejército de San Carlo parece regresar a la realidad de inmediato cuando un cuerpo choca con él y casi de inmediato sujeta a quien sea que ha chocado con él, para cuando logra darse cuenta, se trata de una joven.
Y no de una cualquiera.
—Disculpe. —Stephan cae en la realidad y baja la mirada, delante de él se encontraba lo que parecía ser una dama de compañía, sus ojos son grandes y de un tono café claro que lo dejan pensando en el sabor dulzón de la canela, su pelo es tan oscuro como la noche y su piel es un precioso chocolate, por como viste, es una dama de compañía, la cual, tiembla ante su imponente presencia. —Lo siento, yo, no sabia a donde miraba. —Murmura la chica evidentemente intimidada.
—Fue mi culpa, no preste atención. —Se adelanta a hablar Stephan y soltando a la joven, puede sentir como su interior parece removerse. —Pido disculpas una vez más, pase un buen día, señorita. —Sabiendo que no puede perder el tiempo, Stephan trata de irse tan rápido como el viento.
—Melanie. —Escucha Stephan un murmuro.
—¿Disculpe? —Se detiene él, aun sin voltear a ver a la joven nuevamente, siente que, si lo hace, no sabe de que seria capaz de hacer, por más que le sorprende.
—Mi nombre, es Melanie, caballero. —Responde ella, viendo la espalda de aquel hombre extraño, sabe que se trata del coronel de San Carlo por su uniforme blanco pulcro y como su cabello es tan rubio como los rayos del sol y sus ojos, inusuales. —¿No me dirá su nombre? —Pregunta ella, aun sin que él se de la vuelta.
—Coronel Stephan Reynols de San Carlo. —Responde él. —Pase un buen día. —Sin decir nada más, Stephan vuelve a su camino, ignorando la curiosidad que se acrece en su pecho.
Qué raro, pensó el coronel.