Cuando Olivia llega al palacio de la princesa, sabe que todo en ella ha cambiado radicalmente en ella, y lo sabe cuándo se acuesta en su cama, pronto, lo recuerdos de la noche anterior azotan su mente y su corazón pega un vuelco, y es que aquel hombre, Emiliano es su nombre, se encargó de hacerla temblar hasta lo más profundo de su ser, Olivia recuerda sus grandes manos recorriendo su cuerpo y la manera tan peculiar de su mirada, como si intentara decirle algo.
Era extraño,
ella sentía que esa mirada le era familiar, pero, ¿de dónde?, seguro en sus sueños, pues, ese hombre no era nada común en el reino de Escalante y lo sabía de antemano, su cuerpo fornido, cabellos oscuros como la noche y sus ojos teñidos de un verde esmeralda.
Otro escalofrio la recorre y así mismo, ella se abraza a la almohada más cercana, cierra sus ojos y se permite dormir unos
minutos al menos, sabe que cuando salió de aquel lugar en donde Emiliano le había mostrado el placer de ser una mujer en cuerpo, aun era de noche.
Olivia había explorado lo suficiente el castillo de Escalante como para saber en que lugar no era vigilado por los guardias, lo que le permitió entrar y escabullirse, en el rostro de Olivia surca una sonrisa, oficialmente su cuerpo no era puro, al menos no para el marques quien la deseaba principalmente porque ella seguía siendo un ser corrompible, al quien que jamás podría ser manchado.
Sin embargo, las cosas habían cambiado, y si bien es cierto que Olivia tenía planes que ahora cambiarían las cosas, ella se encargaría de vivir, de vivir bien antes de acabar con todo. Con su propia vida, después de todo, todos los años que había sacrificado en el reino no valieron la pena, su propia familia prefería mantener las apariencias antes que dejarla vivir feliz y ni hablar de su prometido, un hombre detestable en todo el sentido de las palabras, alguien quien, la deseaba a toda costa y que la haría infeliz con tal de obtener su objetivo. Así que, no había nada realmente por lo que seguir adelante, si la misma princesa del reino de Escalante no era tomada en cuenta por nadie de su reino, entonces, ¿Por qué ella debería serlo?
La única cosa que en sus 26 años de vida Olivia había hecho que realmente había significado algo, fue acostarse con el hombre que impidió que ella acabara con su vida y por supuesto quien la curo y con palabras tranquilizantes, la hizo temblar bajo su cuerpo.
Entonces, Olivia sabe que no debe retroceder, dejaría una carta donde dejaría en vergüenza a mas de uno, todos los que la habían lastimado. Sobre todo, a su prometido seria cuando finalmente ella descansaría en paz, cuando la vergüenza y la desgracia se hiciera publica en el castillo, las personas sabrían que la familia no era tan perfecta como ellos creían.
“—¿Qué hace a una mujer querer acabar con todo? ¿Acaso no se da cuenta de que la vida es maravillosa?”
Olivia abre sus ojos en el instante que su mente la hace recordar la voz de aquel hombre, sus ojos, su cuerpo, sus labios perfectos y su cabello tan oscuro como la noche, sin duda no pertenecía al reino y mucho menos lo conocía, pero, ¿Por qué pareciera que le eran tan familiar? Seguro él pensaría que ella estaba loca si le dijera que lo sentía en ese momento, pero, ¿Qué importa realmente? Nunca lo volvería a ver, mucho menos le importaba lo que él pudiera pensar de ella, Olivia suspira mientras intenta que el sueño la alcance, nunca más tendría que ver a ese hombre, Emiliano se llama.
Y su secreto estaría a salvo para siempre, después de todo, ella jamás le dijo que era la princesa del reino de Escalante, a lo mucho sospecharía que era una mujer de la alta sociedad.
Pero nada más, no había porque alarmarse.
( …)
Olivia deseaba desaparecer ahora mismo, quería que la tierra se la tragara y la escupiera en la otra punta del mundo, su rostro que siempre permanecía tan calmado y carente de emociones estaba tan rojo como un tomate, bajo su vestido azul pastel, sus pies estaban inquietos al igual que su mirada, la cual no despegaba del suelo, el mismo que le parecía de lo mas interesante.
Esa mañana cuando la fueron a despertar, le dijeron que el reino recibiría invitados muy importantes, también, su padre, el rey de Escalante le dijo que estos invitados no eran como los demás, provenían del reino del Oeste de San Carlo, el país que tanto tiempo había estado en dispuesta con el suyo, aparentemente, los del país contrario deseaban la paz entre ambos, por lo que ella se encargaría de que los invitados se sintieran bien y en casa, sin embargo, eso no es lo importante. Para Olivia lo alarmante era ver que, en efecto, aquel hombre con quien ella paso la noche era nada mas y nada menos que el rey de San Carlo.
Emiliano de San Carlo, fue aquel que evito que ella acabara con su propia vida, fue el mismo quien la vio temblar tan frágil y en un estado de éxtasis mayor y de quien, por supuesto escucho hablar pequeñas cosas de su caótica vida.
La sonrisa que portaba Emiliano ahora mismo era de completa satisfacción pues, hace un tiempo que planeaba esto, y aunque acostarse con Olivia, la mujer que se iba a convertir en su esposa en su vida pasada, no estaba en los planes, por lo menos no tan pronto, estaba ahí, tan sonrojada que parecía un tomate, uno que él deseaba besar de los pies hasta la cabeza, Emiliano estaba experimentando sentimientos que llenan su pecho de emociones que hasta ahora no había experimentado, es cierto que su personalidad ha cambiado desde su primera vida, sin embargo, aun queda algo de ese joven inteligente de la primera vez.
—Princesa Olivia de Escalante, es un placer estar bajo su cuidado, le pido por favor que cuide de mi en este dio tan maravilloso como usted. —Emiliano toma la mano de Olivia para besar el dorso de esta y Olivia en su lugar solo se ha sonrojado más, aquel hombre es un descarado, ese quien sonríe con arrogancia es nada más y nada menos que el rey de San Carlo, también es el mismo que hace unas horas estaba encima de su cuerpo, mordiendo y jugueteando en lugares que según, ningún hombre ha tocado jamás.
Olivia se siente entre la espada y la pared, quiere huir, pero, si lo hace tendría que responder preguntas a las cuales ella no les tenia una respuesta concreta.