Capitulo 8.

1461 Words
—Y si tan solo hubiera cedido a mis peticiones quizás, ella estaría viva ahora. —Murmura el marques aun portando una sádica sonrisa en su rostro. —No eres más que una desgraciada rata, la querías a toda costa sin importar nada, maldito. —Emiliano que sigue sosteniendo el cuerpo de su amada, tiembla de odio e impotencia. —Sabía que eras un peligro para todos en este lugar, tus intensiones siempre fueron otras, las ratas como tú, solo me dan asco. —Escupe Emiliano, pero, el marques no se inmuta, después de todo, esta es una victoria para él. —Veo que eres más listo de lo que pensé, pero, su majestad, me temo que ya no hay nada que hacer. Vete del que ahora es mi reino o tendré que acabar con tu patética vida también. —Emiliano que no puede contenerse más, ha soltado el frágil cuerpo de la que fue su prometida, para golpear a traición insanablemente al marques de Valentino, quien, si bien dio pelea, no podía compararse en fuerza con Emiliano, quien desde joven ha tenido una fuerza y físico fuera de lo común. —¡Desgraciado, mal nacido, pedazo de mierda inmunda! —Golpe tras golpe, Emiliano desea borrar esa sonrisa del rostro del Marques, quien ya no se defiende ni nada, hasta que se cansa. Lo último que sabe Emiliano al entrar en sí mismo, es que el marqués de Valentino, ya no respira. Lejos de sentirse bien, esto solo lo hace enojar más, la muerte ha sido un regalo para aquel hombre. La ira no hará volver a Olivia, tampoco a los demás, quienes, seguramente fueron envenenados. Todas esas personas inocentes, todo estaba vuelto un desastre, la noche que se suponía debería ser la mejor de su vida, era una pesadilla en la realidad. Emiliano de San Carlo no sabe qué hacer, no sabe a dónde ir, se siente desesperado, él se ha apartado del cuerpo inmóvil del marqués, mientras siente lagrimas amargas bajar de sus ojos y corre hacia donde yace su prometida, ve como una delgada línea de sangre corre desde la comisura de sus labios y abrazándola con fuerza, él murmura en su lengua natal. —“Vuelve el tiempo atrás, arregla lo que está roto, impide que los malvados se alcen contra bien y borra la sangre que se ha derramado en el reino de Escalante, déjame ver la solución que puedo tomar e impedir que este caos se vuelva a repetir, borra de todos y cada uno, el dolor que debieron sufrir” —Murmurando como si se tratara de un desquiciado, Emiliano que habla en su lengua materna, palabras prohibidas que podrían alterar el curso de las cosas, pero, Emiliano, quien estaba tan enamorado y dolido por la partida de su prometida, sabe que debe hacer esto, cueste, lo que cueste. —“La regla prohibida del tiempo invoco, llévalo hacia atrás, más hacia atrás, diosa que riges al país del Oeste, escucha mis plegarias” —Mientras Emiliano murmura palabras que nadie que no fuera del país del Oeste o parte de la familia real conoce, aun así, Emiliano por primera vez en su vida siente miedo, miedo de que no funcione, él jamás había utilizado palabras sagradas para hacer algo que le convenga en su vida, y maldita sea, se siente estúpido ahora mismo y ríe en desesperación al ver que nada sucede. Llora en silencio sin saber que hacer, se siente desesperado y su corazón se siente oprimido por completo, le duele pensar que, nunca más escucharía la risa de su amada, tampoco sentiría el cálido tacto sobre su piel, le dolía en el alma saber que sus ojos tan azules como un zafiro nunca volverían a brillar. “Hombre que riges y mandas sobre el reino de San Carlo, has recitado palabras poderosas que podrían cambiar el curso de la historia y de tu vida.” Una poderosa voz resuena en el lugar, iluminado todo a su paso, pareciera que el sol y la luna se han unido en uno solo para que la luz que desprendía aquella divinidad, lo dejaría casi ciego, inexplicablemente, el alma y el corazón de Emiliano se siente ligeramente aliviados y consolados, aunque puede que ahora mismo este aluciando, parpadea varias veces solo para asegurarse de que no está soñando. Pero, aun sin poder reaccionar correctamente, Emiliano solo puede recordar lo que, por años, solo creyó un cuento de niños pequeños, historias de cuando era tan solo un infante, Emiliano escucho de su madre cuentos maravillosos de una diosa que custodia el reino del Oeste y como los sucesores del reino honraban su nombre, aunque por costumbre Emiliano seguía una tradición que se le impuso desde muy joven, realmente en el fondo, estaba recio a creer en esto. Hasta que claro, ahora lo veía con sus propios ojos. —¿Qué puedo hacer para que todo esto no pase? —Murmura Emiliano hacia la divinidad que quita en su lugar lo observa, siente compasión hacia él, no puede decir más. —Por favor, devuélvela conmigo, hare lo que sea para que ella vuelva a respirar. —Si bien es cierto que algo así era casi imposible, para Emiliano ya nada importaba. El aire frio de la que se supone era la noche, invade el cuerpo de Emiliano. “¿Deseas continuar con esto, aunque ya sabes las consecuencias?” La voz celestial de la diosa que ampara el reino de San Carlo se hace escuchar, y Emiliano, quien de rodillas y aun con Olivia entre sus brazos, observa directamente el rostro cubierto de luz de aquella divinidad, él no había dicho nada pues, aquella misteriosa Diosa había visto en su propio corazón. “Como siempre, no podría esperar menos del gobernante mortal de mi reino.” Emiliano cree alucinar, pero juro ver una sonrisa en el rostro de la diosa, y suspira, él estaba dispuesto a hacer lo que sea, cualquier cosa, no le importaba tener que pasar por uno y mil problemas solo con tal de poder ejecutar su plan y, sobre todo, tener a su amada Olivia entre sus brazos. “Has lo que tengas que hacer, Emiliano de San Carlo, trae de vuelta la paz que se ha perdido y vuelve a la gloria al reino de Escalante, has que el curso original de las cosas evite este triste final.” Sin nada más que decir, la divinidad hace lo que Emiliano cree una especia de movimiento con sus manos y a los alrededores de Emiliano todo empieza a retroceder, aun sosteniendo a su amada, ve con sus propios ojos como el marqués de Valentino se levanta del suelo y con resentimiento lo observa para luego desaparecer como si nada, así mismo, Emiliano siente como el cuerpo de su amada se mueve y el calor regresa, ve los ojos de Olivia recuperar su brillo sin igual. —Emiliano…—Murmura ella y este, que siente las lágrimas salir una tras otra de su rostro, sonríe aliviado. —Volveré por ti, y hare las cosas bien, Olivia. —Murmura el rey de San Carlo, agradecido porque ahora sabe la verdad, sabe que debe detener al marques y evitar a toda costa que las cosas tengan aquel trágico final. Aun si pierde la vida. Se aseguraría de que Olivia viviera la vida que se había escrito para ella. —¿Por qué tu? ¿Qué esta pasando? —Desorientada, Olivia siente que la luz del lugar la abruma y la deja casi ciega, no sabe que sucede o menos que hacia en un lugar así. Lo único que sabe Olivia es que, cuando vuelve abrir los ojos, se encuentra en su habitación, le duele todo el cuerpo y la cabeza le da vuelvas. Ella parpadea varias veces, tratando de recordar lo que ha sucedido. —¿Esta despierta su alteza? —La voz de una de las chicas del servicio hace que Olivia se siente en su lugar. —Parece que otra vez ha quedado dormida mientras leía, ¿no es así? —Olivia, ve el libro que reposa a su lado en su camarote. ¿Un sueño? ¿todo eso fue un sueño? ¿Qué estaba pasando? —Las jovencitas de 14 años si que aman leer romance, pero, hay que darnos prisa su majestad, es hora de la merienda y sus clases de música están próximas a empezar. —Le dice la joven sirvienta a una extrañada Olivia. —Si, de inmediato. —Responde ella, juraría que soñaba con una hermosa boda, un apuesto joven que repetía su nombre una y otra vez, pero, que por alguna razón parecía estar desesperado, ella pudo sentirlo. Olivia no puede evitar preguntarse. ¿Quién era Emiliano?
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