Mi madre ya no puede trabajar, pero le sirvió mucho cuando trabajaba de camarera en los elegantes restaurantes de la ciudad. Aunque no era glamuroso, el trabajo generaba buen dinero, lo que le permitió a mi madre criarme sola sin la ayuda de nadie más. Incluso logró ahorrar suficiente dinero para comprar una casa pequeña cuando yo tenía siete años. No fue sino hasta hace dos años que la artritis reumatoide de mi madre empeoró tanto que se vio obligada a solicitar una discapacidad. Mi madre vive de los pagos por discapacidad y del dinero que deposito regularmente en su cuenta bancaria, ignorando sus protestas. Mi departamento, esta un poco alejado de su casa, ya que debo estar cerca del hospital. Por eso tomo el autobús para poder visitarla. —Hola, mamá— le digo con una sonrisa mientra