Tomo la decisión de ingresar. Él abre la puerta y me lleva adentro. Cuando enciende la luz, vislumbro muebles modernos y pisos de madera relucientes. De repente, mi mundo se inclina cuando él me levanta, me balancea en sus brazos.Sobresaltada, agarro su cuello y hombros. Soy una mujer adulta, pero él me levanta tan fácilmente como si pesara cinco libras. —¿Qué estás haciendo?—me las arreglo para decir, aferrándome a él mientras me carga por las amplias escaleras hasta el primer piso. —Llevarte a la cama para poder follarte— responde, su acento todavía notablemente pronunciado. Él no suena sin aliento en lo más mínimo, como si no fuera gran cosa cargar a una mujer adulta por un tramo de escaleras. Y tal vez para él, no lo es. El pensamiento me produce una extraña emoción interior, al igua