—No es tu mate es mía —rugió el lobo encolerizado.
—¡Por favor basta! —suplicó la desdichada omega en el suelo con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—¡No! No aguanto más. Debes elegir a uno de los dos —exigió uno de los alfas.
Adara
—¡Adara! —me llama mi madre —estas afuera, ya casi sale la luna ¿acaso escuchaste lo que te dije? —me pregunta en regaño— por la diosa, niña presta atención.
—Ya entendí, madre. Debemos comenzar a plantar las semillas, mañana me quedo en casa encerrada— hablé resignada.
Trabajo muy duro en la manada Luna Dorada, específicamente con el aseo de la casa grande, a veces trabajo en los cultivos y en donde haga falta para que mi madre y yo no tengamos ninguna carencia, no vivimos como ricos, pero para ser omegas no nos va tan mal, casi nunca me cruzo con el alfa y el círculo importante de este, y no creo que vayan a dejar que una loba como yo se acerque a él, hace unos treinta años trajeron a algunos sobrevivientes de la manada White Moon a Luna Dorada.
Manada de donde provienen mis padres, luego de que el alfa de ese entonces traicionará al consejo, y como castigo fue derrocado y la manada disuelta, eso fue mucho antes de que yo naciera y las costumbres e historia de esa manada se perdió con el paso del tiempo. Se nos tiene prohibido hablar sobre lo que sea que tenga que ver con el pasado a modo de castigo y poco a poco fuimos perdiendo nuestra cultura e historia.
La diosa nos dio el poder de cambiar de forma a cualquier hora del día, pero en luna llena es especial, corremos bajo la luna y nuestros instintos más básicos salen a luz para sentirnos libres. Nuestra naturaleza sale a la luz sin ninguna vergüenza y podamos ser esa otra parte que nos regaló la diosa y que vive dentro de nosotros como un fiel compañero.
—Es bueno que si escuches por una vez en tu vida —regaña sacando de mis pensamientos— lo hago por tu bien, Fred quiere pedir tu mano, no quiero que te arrastres con otros lobos. Solo falta hablar con el alfa para que dé su visto bueno, siempre lo da, así que no me preocupa.
Correr con la luna llena te daba más energía, más fuerza y más agilidad, era como recargar las pilas para los cambiaformas como yo, pero desde hace dos años que mi madre no me deja correr libremente.
Nuestro alfa es quien nos une en una especie de matrimonio, no firmando un papel como los humanos, pero si tenemos nuestra propia ceremonia para unir nuestras almas en una sola a lo que llaman mate, me gustaría conseguir mi mate, antes de que mi madre permita está locura.
—No quiero casarme con Fred, quiero conseguir a mi mate, madre —le expliqué por millonésima vez.
Nosotros los lobos somos criaturas apasionadas y si no conseguimos nuestra pareja destinada podemos morir de soledad y tristeza sumergidos en el dolor de la ausencia de tu otra mitad, es por eso que muchos lobos cuando se sienten cerca de la locura lunar eligen una pareja al azar, aún me siento joven y no siento nada de la locura de la luna como para adelantarme a los hechos y perder la oportunidad de encontrar a mi pareja.
—Puede que nunca la encuentres, ya tienes veintitrés años y sigues sin pareja, Adara lo hago por tu bien— me dice mi madre en tono cansino. Hago una mueca con mis labios, pero evito responder y enzarzarme en una discusión sin fin… más, sin embargo…
—Eso no lo sabes, si me dejaras explorar de noche, o ir a la fiestas. La diosa sabe porque y como suceden las cosas, tú tuviste tu pareja, recuerdo cómo veías a mi padre —suspiré recordando esos días felices, tratando de hacerla entrar en razón.
Y se me cortó el suspiro cuando sentí el golpe que recibí en mi mejilla, el desconcierto dio paso al dolor y luego a la rabia y mi loba gimió enrollándose en si misma no queriendo más eso para mí. Mi vida se convirtió en un martirio cuando mi padre murió y mi madre quedó sola, hecha pedazos siendo yo la única que podía recoger las piezas que quedaban.
—¿Qué te he dicho? —pregunta mi madre de manera retórica, sé que me pegaría de nuevo si intento responder —no menciones a Gerónimo nunca más.
Las lágrimas escocían en mis ojos y no las dejé caer, apreté las manos en puños y me di media vuelta para irme a despejar mi mente, si mi padre hubiera estado aquí, esto jamás habría pasado, hubo un tiempo en el que fuimos felices.
—Adara, te estaba buscando— choqué con Lissette cuando estaba perdida en mis pensamientos —te necesito, amiga.
—Dime, Lissette— dije un poco apagada pensando en mi padre y en como me hacía falta.
—Necesito de tu ayuda, sé que ya terminó tu turno en la casa grande, pero necesito que me suplas hoy —pone las manos juntas como en súplica— tengo planes y no quiero faltar.
—Esta bien, no tengo nada mejor que hacer— comenté —pero, ¿sucede algo?
La vi extrañada hundiendo el ceño y viéndola más arreglada de lo normal.
—Hoy viene a esta manada el mejor amigo del hijo del alfa— cuchichea— y quiero estar en primera fila para verlo, es muy sabido que busca pareja y quiero que me vea a ver si me elige.
Lissette es la única amiga que tengo en toda la manada, no suelo ser una persona muy social, prefiero leer libros, ayudar en el hospital de la manada antes que ir de fiesta con los demás y eso no es un pasatiempo que todos compartan, Lissette es una hermosa loba de melena castaña, pero aún no aparece su mate y comienza a desesperarse, aunque no es la única, todos babean por el alfa Alaric, el mejor amigo del heredero a alfa de esta manada.
—Bien, pero me quedo en el área de la cocina, no soy buena con la multitud —le advertí— solo hazle saber a mi madre que estaré en la casa grande —le comenté.
Aún no quería verla y había pasado una hora de nuestro desafortunado encuentro, mi madre dice que lo único que la mantuvo viva fui yo, el solo pensamiento de dejarme sola le fue insoportable, pero cuando el alfa mató a mi padre por este querer revelarse mi madre sufrió demasiado y casi muere de dolor, que no solo era el dolor sentimental de perder a su otra mitad, sino también dolor físico que sentía como si la metieran a aceite hirviendo, esas fueron sus palabras cuando me habló luego de meses en silencio después de la muerte de mi padre.
—Bien, lo haré —Lissette me saca de mis oscuros pensamientos— dicen que nuestro alfa le dará el trono a su hijo este fin de semana.
—Pensé que les pedían estar casados antes de hacerse cargo de Luna Dorada— mi estómago se revolvió al pensar en Mason, el hijo del alfa de pequeña me ponía nerviosa.
Tan soberbio y muy pagado de sí mismo, pero se nos obliga a respetarlo por muy imbécil que sea, nada puede romper un mandato alfa. Eso y el miedo, el miedo es capaz de mantenerte a raya por décadas o siglos.
—Es por eso que las malas lenguas dicen que Mason, elegirá esposa hoy y es por eso que viene el alfa Alaric directamente de la manada Garra plateada— mi loba se agitó molesta por las palabras de mi amiga, pero lo ignore.
—Bueno, espero elija bien— me encogí de hombros.
La madre de Mason y también Luna de esta manada es una mujer tranquila y sabia, regia y siempre reina, se merece una digna sucesora.
Me despedí de Lissette y me encaminé a la casa principal de Luna Dorada, la casa era un bullicio de gente tapando los lindo y tranquilo de la casa, siempre me he sentido tranquila en este lugar, sobre todo en la biblioteca, a veces la Luna me dejaba quedarme luego del trabajo para poder leer esos bellos ejemplares, no solo había de la historia de los lobos sino también los que escribían los humanos, me gustaba leer sobre Agatha Christie, Stephen King y Megan Maxwell por igual.
Estoy tan metida en mis pensamientos mientras pico las verduras que me pidieron que no escuche al chef, un Beta que cocina como los Dioses.
—Adara, Adara… Vuelve con los nuestros— se burla el chef.
—Lo siento, chef Emilio— me disculpé bajando la cara avergonzada y como señal de respeto para ellos.
Para todos solo somos Omegas, todos están por encima de nosotros era algo que me molestaba, pero así era en este mundo.
—No pasa nada, pero necesito que lleves esa bandeja a los invitados— señala dicha bandeja y siento mi corazón latir más rápido —Penny vomitó al oler el salmón, al parecer espera un cachorro.
—¿Yo? No creo que eso sea lo más inteligente de hacer— hablé torciendo la boca a un lado.
Vi levantar una de sus cejas, el chef interpretó mis palabras como si fuera un desafío, bajé la cara y vi mis zapatos de tacón bajo, el chef era un beta y por rango debíamos hacerles caso a sus órdenes, solo tenía un delantal n***o para no ensuciar mi ropa y preferí dejármelo puesto para ir con una bandeja con aperitivos.
Todos los licántropos importantes estaban presentes, hasta mi amiga Lissette, quien me veía con una sonrisita en la boca y me señala con la mirada al alfa de la otra manada, mi loba paró la cola y empezó a menearla.
«Quieta, Aroa» regañé a mi loba.
Nunca había estado en la misma habitación que los alfas, hoy había dos y la tensión de poder se sentía en el ambiente, aparté a mi loba y seguí repartiendo los aperitivos sin acercarme más al alfa Alaric, de Mason no sabía nada, pero todos cuchicheaban de como el futuro alfa no esperaría a su pareja destinada, sino que elegiría a Daniela Richardson la hija del Beta de su padre, por alguna razón eso me molestaba enormemente.
Estaba cerca de las escaleras cuando todos comenzaron a aplaudir y miré hacia donde todo el mundo lo hacía, allí estaba Mason en lo alto de la escalera acompañado con Daniela, era una mujer hermosa de pocas curvas como las modelos de los humanos, rubia, con estilo, de ojos azul bebé que tenían a todos embelesados, bajé la mirada a la charola que tenía en mis manos y vi mis manos temblar de rabia.
—¿Estás bien? —preguntó alguien a mi espalda y sentía a mi loba poner más atención a la voz del extraño.
—Y-yo… necesito irme— dije a modo de apuro.
Las personas se aglomeraban en la escalera para saludar al futuro alfa y su futura Luna y yo tenía ganas de empujar a todos y correr.
—¡Mate! —dijo en mi oído— ¡eres mía!
Sentí una mano en mi codo y la electricidad corrió por mi brazo al resto de mi cuerpo, me jalaron y me sacaron del lugar en un borrón apresurado y me dejé guiar completamente aturdida.
Ojos violetas me veían como si quisieran comerme y temblé más cuando lo reconocí, el alfa de Garra plateada. Alaric Wolfhagen me veía a mí mientras no me soltaba.
—Alfa Alaric— su nombre salió de mis labios como un jadeo.
—¡Mate! —inhaló profundamente percibiendo mi olor— eres mi compañera.
—E-eso… no, no, no, debe ser un error, alfa… solo soy… y-yo— le dije de manera torpe.
Lo escuché gruñir y se abalanza encima de mí encerrándome entre una pared y sus brazos apoyados en esta.
—No permito que hables así sobre lo que me pertenece— me exige con sus ojos de un intenso rojo y descubrí mi cuello en señal de sumisión.
Lo escuché gruñir de nuevo cuando una voz nos interrumpe.
—¿Qué está pasando? —una voz capaz de helar el infierno pregunta— ¿ese olor?
—Vete, Mason —dijo e un gruñido enojado el alfa Alaric, sin miedo a represalias por el futuro alfa.
—No, estás en mi territorio, en mi fiesta de compromiso y eliges esta noche para encamarte con una de las lobas lugar, vamos a donde está la fiesta y dejaré pasar este desaire de tu parte, Alaric— responde quien ahora sé que es Mason en tono de broma fingida— aléjate.
—No es una cualquiera —prácticamente gruño y vi a su lobo querer salir, sus músculos crecieron dos veces más de lo que es y eso ya es decir mucho— es mi mate, respeta a mi pareja destinada.
—Es… ¿qué? ¿La conseguiste? —pregunta Mason cambiando de tono.
No podía verlo, pero se escuchaba herido y hasta decepcionado por ese hecho y eso me entristeció y me confundió.
—N-no, no, ya le dije alfa, debe de haber un error— me escuché hablar antes de poder detener mi lengua, pero no podía negar la conexión, la podía sentir, enroscándose entre Aroa y yo.
—No hay error con el regalo que la Diosa de la luna nos hace, eres mía, fin de la discusión —dijo a modo de orden y cerré la boca.
Escuché pasos y luego tuve un atisbo de Mason, con su traje a medida de color n***o, a diferencia de Alaric que tenía solo una camisa blanca manga larga enrollada en sus antebrazos dejando ver algunos tatuajes, en los lobos no es muy común, pero hay lobos que se dedican a marcar a nuestra r**a por un exuberante precio, no es fácil empapar la tinta con acónito con la cantidad necesaria para marcar, pero no para matar.
Antes de que Mason se acercara más se detuvo de golpe y aspiró profundamente mi aroma como hizo el alfa Alaric hace unos momentos.
—¡Aléjate! —le gritó Mason a su mejor amigo.
Yo comencé a temblar aterrorizada de lo que estaba pasando, Mason prácticamente quitó a Alaric de un jalón, lo pude ver más de cerca, nunca había estado tan cerca de un hombre, mucho menos de dos.
—¡Mía!
Abrí los ojos de la impresión y solo quería salir corriendo del lugar, no me encontraba tan lejos de la cocina, por allí había una salida que daba con el bosque, si pudiera quitarme a dos alfas que parecían furiosos tal vez podría irme y escapar.
«Debí hacerle caso a mi madre» me lamenté demasiado tarde.