Llegamos al edificio de Ashton.
Él saco mi bolsa del auto y justo en ese momento una mujer salió corriendo del complejo de apartamentos.
— ¡Ash! ¡Mi amor ya llegaste! —Su voz chillona casi me hace sangrar por los oídos.
Escuchar llamarlo Ash hizo que mi pecho se comprimiera. Yo sola llamaba a Ashton, Ash.
La chica tenía un vestido rojo que le llegaba hasta los muslos, unos pechos hermosos y firmes que amenazaban con sacarme un ojo y un trasero que también parecía ser de admirar. Su cabello era castaño, como el mío en mi niñez. La mujer era una modelo hecha perfectamente para Ashton.
Ella le dio un beso en los labios para después darse un beso de lengua. Él le siguió el beso, pero no soltó mi bolsa y ni siquiera la abrazo. ¿Hay problemas en el paraíso?
—Te extrañe —Susurro ella en sus labios y se separó de él. Rodeo su brazo en la cintura de Ashton y me dio una mirada de rotundo rechazo y asco.
—¿Esto es, Luna? —Pregunta descortésmente mientras pone una mano en su boca, actuando sorprendida por lo que acaba de decir—. No, lo siento, ¿ella es Luna?
Me reí mirando mis zapatillas rotas, moviendo circularmente la punta de mi pie en el suelo, pensando en que será muy divertido para mi vivir con ella. —Wow, es una dulzura Ashton. ¿Dónde conseguiste a una zorra que sepa hablar? De seguro es un espécimen único.
Ella soltó un grito dramático y jalo la camiseta de su novio varias veces sin dejar de observarme estupefacta, esperando una reacción de él, la cual no consiguió.
—Ella es Luna —Respondió fulminando con la mirada a su espécimen—. A ella le va a costar acostumbrarse a nosotros, tenle paciencia. Luna, Mara. Mara, Luna.
Empezó el juego Ashton.
—¿Mara? Um, ese nombre me suena... ¡Espera! ¡Me acorde! Aparece en la definición de la palabra idiota en el diccionario —Le di una de mis mejores sonrisas falsas y ella me fulmino con la mirada, para después mirar a Ashton. Él no sabía en Dónde meterse.
—¡¿No le vas a decir nada?! —Grito ella a Ashton ¿es estúpida? ¿No se sabe defender sola? Nunca creí que iba a decir esto, pero al menos Jamie me decía las cosas de frente y sí que sabía defenderse.
Ashton no escupió ninguna respuesta, así que Mara volvió al complejo dando pisoteadas al suelo. Hasta me estremecí un poco por la cerámica que pisaba con tanta rabia.
Él rodo los ojos y soltó mi bolsa, utilizando la mano libre para rascarse la frente fruncida. —No vas a conseguirlo, Luna...
—Ya lo veremos, Ashton.
Antes de entrar en el complejo, tuvimos que pasar por seguridad. Los estúpidos habían preguntado si lo estoy amenazando para que me deje entrar ¿es en serio? Mido un metro sesenta, el hombre si quisiera, me pagaría una patada y yo aterrizaría en la otra calle.
Recibí miradas curiosas todo el trayecto al ascensor y el pasillo del piso nueve. Cuando crucé el umbral de la puerta lo primero que vi fue el salón. Los muebles eran todos demasiado modernos. Un sofá blanco y n***o, en frente una televisión que estaba sostenida por algo parecido a una mesa, pero al mismo tiempo, parecía un florero gigante. ¿Qué es eso?
Estaba lleno de flores en cada rincón del cuarto, también en las paredes colgaban muchos cuadros que daban miedo. Si a eso se le llama arte no pagaría ni borracha para ir a una exhibición.
El piso era completamente blanco, y las paredes eran de un color de gris. Había una alfombra gigante debajo del sofá que parecía un mantel.
— ¿Quieres que te muestre la cas...?
—No —Lo interrumpí a Ashton—. Podrías darme algo de dinero y dejarme ir, vamos, a Barbie no le caí bien. Tu folla mucho estos días, yo me voy lo más lejos que puedo de ti, a los dos nos cierran las cuentas.
Él genuinamente se ríe y se quita el saco que tenía puesto para ubicarlo gentilmente en el perchero que estaba colocado en la pared, al lado de la puerta. —No va a pasar, Luna. Dije estrictamente a seguridad que no te dejarán salir nunca de aquí sin mí. No intentes escapar porque te encontrare y...
—Si, sí. Llévame al lugar donde voy a dormir y cierra la boca —Nos miramos fijamente, retándonos uno al otro, unos segundos que fueron eternos, ya que, por más que lo odiara con toda mi alma, sentía una familiaridad acogedora cada vez que nos mirábamos. Fui la primera que corrió la vista, me es imposible verlo directamente y no sentirme bastante asqueada hacia mi repentina bajada de guardia.
Pasamos el salón, la cocina y nos encaminamos hacia un pasillo, donde había cuatro puertas. Él me mostro que la última del pasillo es el baño, los otros dos dormitorios y la siguiente es el lugar donde lavan la ropa y guardan las cosas de limpieza, además de cajas viejas.
Cuando termino de darme el innecesario tour, me llevo hacia la habitación en la que tendría que estar un par de meses de mi vida. Era... Gigante.
Era muy grande, aquí cabrían 10 niños del orfanato y tendrían lugar para estirarse todos al mismo tiempo si quisieran. La cama de dos plazas estaba cubierta por hermosas sabanas de seda blancas y muchos almohadones. Había un ventanal bello que daba hacia la ciudad. La noche estaba espectacular. Di unos pasitos adentrándome en el lugar, anonada por todo lo que mis ojos veían y Ashton aprovecho mi reciente estado de sorpresa, entrando a la habitación conmigo y tomando un control que estaba en el escritorio al lado de la puerta, para que el ventanal sea cerrado por unas cortinas tipo roller de forma automática. El piso era literalmente una alfombra, me moría de ganas de pisarlo descalza, se veía suave.
—Iba a decirte que entres sin zapatos al apartamento, pero tenia miedo que me mordieras en la yugular, así que decidí arriesgarme a que ensuciaras un poco el lugar —confeso, poniendo sus manos en sus bolsillos, estaba inseguro, su cuerpo parecía estar muy firme, casi incomodo, pero él tenia la esperanza que su voz suavizara el resto de su comportamiento corporal.
Levante mi pie y pude ver una pisada de tierra contaminando la pulcra habitación. Él tenia razón, probablemente iba a morderlo si me daba órdenes.
Lo miré y vi que él también llevaba zapatos —obviamente perfectos, no como los míos, que apenas tienen suela—. Tu llevas.
Cuando vio que señale sus pies, él miro hacia el piso y asintió. —Si no puedes con ellos, úneteles.
—Gracioso. ¿Puedo instalarme? ¿O te quedaras viendo cómo me habituó a tu ecosistema? —digo quitándome los zapatos y calcetines, colocándolos en el pasillo, fuera de la habitación—. Porque desde ahora te digo, que no va a ser muy agradable.
Soltó un suspiro y empezó a caminar fuera de la habitación. —En el armario hay ropa y toallas, tu puedes ir a ducharte cuando...
Antes de que terminara de hablar, le cerré la puerta en la cara y me quede solo contemplando todo lo que iba a ser mío este corto tiempo. Jamie se estaría muriendo de envidia de mi ahora mismo, y lo permitiría con todo gusto.
Prácticamente corrí hacia el armario, abrí sus puertas y la ropa era todo lo que estaba bien en todo el maldito mundo. Ropa holgada, juvenil, perfecta.
Prepare lo que iba a ponerme, elegí una musculosa negra con un buzo amarillo arriba, no suelo usar sostén, no tengo mucho busto que sostener, la gravedad podría sola con los dos limoncitos. Luego, elegí unos pantalones que eran de mi talla, 30. Había cinco pantalones iguales que oscilaban entre la talla 28 hasta la 40. Si hubiera sido mas voluminosa, esos pantalones, se los iban a meter en el culo.
Abrí el cajón que estaba debajo de todo, y vi un montón de pantis para una niña de 10 años, de hecho, había una con una jirafa. Por Dios. ¿Ashton compro esto? ¿A quién se creía que estaba trayendo? ¿A la misma niña que dejo tirada hace años?
Igual, me parecen tiernas las jirafas. La usaría cuando este en mi regla.
Una vez que tuve toda la ropa preparada, fui al baño mas elegante que vi en mi vida. Hasta tienen jabones con forma de flores y un espejo gigante. Dos lavamanos y un... ¡Retrete limpio! Por fin usare uno limpio.
Bañarme fue como volver a renacer. Tomé todos los productos que vi en la bañadera, y cuando digo todos, digo los treinta y cuatro productos para el cabello y exfoliantes para cuerpo que encontré. No me juzguen, tenía curiosidad.
+
Sentía mi cabello suave, como nunca antes lo había sentido. Apague el agua, Sali de la ducha, me plante frente al espejo y limpie el empañamiento que había en el. Si no contáramos el golpe que aun tenia en la cara, me veía extrañamente bonita. El pelo esta mojado, pero por primera vez, puedo decir que verdaderamente el rojo me sienta bien.
Me sequé y vi un cepillo de dientes sin abrir en apoyado en la cerámica que sostiene el lavamanos. Lo abrí y claramente lo usé.
Vestida, peinada y con un aliento fresco, salí del cuarto de baño tan relajada, que ni me molesté en levantar mis pies al caminar, arrastrarlos me parecía correcto. Iba a entrar directo a mi habitación de nuevo, pero olí comida. Carne. Era carne.
Lo único que podía hacer que me mueva hacia estas personas, era la comida. Y la carne me vuelve loca. Ashton estaba cocinando mientras escuchaba los susurros quejumbrosos de su novia.
Yo también podía oírlos.
—¿Qué haremos con esta salvaje? Yo te dije que no seria buena idea. Yo no quiero cuidar a una adolescente, es decir, míranos, somos jóvenes para esto Ashton. ¿Acaso no te das cuenta? Esto arruinara nuestras vidas. Entiendo que creas que se lo debes, pero te traigo noticias, ¡No le debes nada! ¡Ni siquiera es tu hermana de sangre! ¡No es tu culpa que tu padre te dejara con su madre y que ella la dejara a la niña esa a su suerte!
Vi de refilón como ella se movía de un lado a otro, agitando sus brazos como si estuviera pidiendo auxilio. Puse mis manos en un puño, para apretar fuerte y contenerme de llorar. Esta bruja arruino un momento único en mi vida, y estaba frustrada.
Voy a aparecer en la escena, gritándole todo lo que pienso de su culito y su gran bocotá. Eso voy a hacer. La voy a humillar tanto que...
—¡Mara! —grita Ashton asustándome mas a mi que a ella, hasta me detuvo en seco—. Te he dicho que, si querías, podías irte. Cuando empezamos a salir, te advertí cuales eran mis planes, los aceptaste y hasta te parecían honrados. ¿Y ahora qué? Hablas mal de ella, incluso le faltas el respeto apenas la conoces. ¿Cuál es tu problema?
Ella suelta un bufido y se queda parada en el lugar, sin moverse como una maniática, como hacia hace unos segundos. —Ella también lo hizo.
Él apoya el sartén de una forma violenta, pero no eleva la voz para decirle: —No, estas equivocada, ella se defendió de lo que tu le dijiste. Ella vivió toda su vida sola, aprendió a defenderse Mara de cualquier situación, sola. Ya bastante difícil fue su vida para que tu vengas a juzgarla.
Bien, eso me puso la piel de gallina. Era una sensación reconfortante que él me defendiera tan fervientemente, pero solo duro un instante, al siguiente, entendí que lo que movía a Ashton era la lástima que tenía hacia mí. No necesitaba que nadie se apiade de mí, ni siquiera yo me compadezco de mí misma.
Lloriquea golpeando la heladera que estaba al lado de Ashton, para darle énfasis a sus palabras: —¡Yo también tuve una vida difícil!
—¡Ashton! —Llame su atención, él se volteo y me miro desde las puntas de los pies hasta la cabeza, por primera vez me miraba como una persona normal, y no como un perrito herido que rescato de un refugio— No necesito que me tengas pena, realmente, te lo juro, desde el fondo de mi corazón, que estaría mucho más cómoda en cualquier lugar excepto cerca de ti. No te necesito en mi vida. No te quiero en mi vida. No necesito nada de... —La señale a la chica que estaba llorando en una esquina del cuarto— Esto.
Ella sonríe y lo abraza a él por la cintura, claramente satisfecha por mis palabras. Acurrucándose y moviendo su cabeza en su pecho, como un gatito, le susurra: —¿Lo ves? No la estas ayudando amor...
—¡Basta las dos! —Ashton se quita el delantal que estaba usando para no ensuciarse la ropa al cocinar y lo tira lejos— Mara, me estas volviendo loco, en serio, tienes que parar porque mi cabeza ya no tolera tus gritos y tus quejas, ¿puedes parar, por favor? Y con respecto a ti —Me señala y se acerca—. Yo soy tu tutor legal ahora, no puedes irte y si lo haces, voy a encontrarte. No vas a volver a esa pocilga ni tampoco vas a vivir en la calle, eso no va a pasar mientras yo viva.
Me rio en su cara, el olor a crema de afeitar y su perfume inunda cada parte de mis sentidos. Ya no era ni por asomo el niño que conocí. Era otra persona, adulta y autosuficiente y con una personalidad fuerte, casi tanto como la mía. Me atreví a tocar con la punta de mi dedo índice, su pecho, apuntando y respondiendo a cada uno de sus puntos con tan solo seis palabras: —Paso mucho tiempo mientras tu vivías.
Él hace una mueca y muerde su labio inferior. Niega mirando el suelo y de nuevo a mí, tratando de leer mi rostro totalmente teñido de enojo, lo tengo así desde que tengo memoria. Veo que su postura se relaja un poco una vez que me observa con detenimiento y se separa unos centímetros para rodearme e irse para el pasillo, no sin antes decir: —Pues ya no más. Así que ponte cómoda y relájate porque tú de aquí no te vas. ¿Soy claro ahora?
Aprieto mis dientes, rogando que se rompan así podía pensar en cualquier otro dolor al que Ashton provocaba en mi cabeza. De lo único que estaba segura esta noche, es que no iba a dejar que la suya sea la última palabra: —Entonces no te importa lo que yo quiero, ¡Lo único que tú quieres es hacer desaparecer tu culpa! ¡Déjame que te dé la malas noticia Ashton! ¡No se ira jamás!
Justo en el momento que termine de gritarle, él cierra de un portazo la puerta de su cuarto. Al menos se que escucho cada palabra, si no, me hubiera visto obligada a irrumpir allí y que termine de escucharme. Me quedé sola con pechugas bellas y le sonreí.
—Sigue trabajándole la cabeza a ese hombre y de seguro me devolverá por donde vine, no te rindas —Le dije sabiendo que ambas queríamos lo mismo, no me convenía tenerla de enemiga, al contrario, podía ser mi aliada.