visita íntima (morro)

Julia narrando Hola, chicas, me llamo Julia y tengo 24 años, soy rubia con el pelo liso hasta la cintura, y tengo ojos castaños, diría que tengo un cuerpo bien distribuido. Tengo un hermano gemelo, su nombre es Julio, nuestra madre tenía esa cosa de combinar los nombres, así que nuestros nombres son iguales. Trabajo en una panadería en la ciudad durante el día y estudio en la universidad por la noche, estoy en mi último año de administración y en dos meses me graduaré, gracias a Dios. No gano mucho dinero aquí en la panadería, pero lo que gano me alcanza para compartir con mi hermano y pagar lo que falta de mi beca, ya que no obtuve la beca al 100%. El hijo de mi jefe es desagradable, siempre está detrás de mí y ya le he dado varios desprecios, hoy salí apresurada del trabajo para poder ir a casa a darme una ducha antes de ir a la universidad, tan pronto como puse un pie afuera, Tomás vino hacia mí. —Entra, te llevo a casa —me dice Tomás y yo niego, sigo caminando hacia la parada de autobús. —No hay necesidad, mi autobús ya está por pasar —digo, me doy la vuelta y voy hacia la parada de autobús, cuando llego al punto de parada, todavía lo veo parado mirándome con mala cara y decido ignorarlo, no tengo nada que ver con él, no le debo ninguna explicación, así que no tengo por qué preocuparme. Ese chico no se da cuenta de que no quiero nada con él, como dije, pasaron dos minutos, mi autobús llegó y subí en él para ir a casa, pero el único problema es que vivo en el Morro de la Rocinha y el autobús no pasa más allá de la calle principal en la entrada del Morro, así que siempre tengo que bajar aquí y subir caminando hasta mi casa, que está casi en el medio del Morro. Mi hermano y yo nos mudamos aquí hace dos años, cuando nuestra madre murió de cáncer y nuestro padre desapareció en el mundo sin dejarnos ninguna explicación, no sabemos si aún está vivo o si está bien, pero la única persona que tengo ahora es Julio. Desde que nos mudamos aquí, Julio no pudo encontrar trabajo en ningún lugar, para una mujer que vive en el Morro es un poco más fácil, pero para un hombre es mucho más difícil. Este fue el problema, él no podía encontrar trabajo y recurrió al crimen. Al principio le di muchos consejos y le dije muchas veces que no lo hiciera, pero él decía que como hombre de la casa no podía quedarse sin trabajar, porque si no pasaríamos hambre, así que no lo pensó dos veces y se convirtió en un soldado del dueño del Morro, a quien ni siquiera conozco, desde que nos mudamos aquí supe que está encarcelado, así que nunca lo he visto. Sé que las mujeres aquí están todas locas y pelean para ver quién lo visita en la cárcel. Ya he presenciado casos en los que se están peleando, creyéndose la fiel, como ellas dicen, y el sublíder llegar y dejarlas calvas. Dios me libre de pasar por eso, de quedarme calva, por pelear por un hombre, aún más un hombre que es de todas.  Llegué a casa y mi hermano estaba tirado en el suelo de la sala, vomitado y dormido. —En serio, Julio, ¿estás en esta situación de nuevo? —le hablo mientras entro a casa, aunque sé que no puede oírme, pongo mi bolso en el sofá y voy hacia él tratando de levantarlo, ya que es más alto que yo y pesa el doble que yo. Afortunadamente, aquí abajo hay un baño y no tendré que subir con él hasta arriba, de lo contrario no lo lograría. —Perdona, hermana, solo hago mierda —dice Julio mientras llegamos al baño y lo siento en el inodoro, ya no soportando su peso —¿Qué estás diciendo, Julio? —le pregunto. —Tengo muchas deudas y ahora no tengo cómo pagar al jefe —dice y una sensación de escalofrío recorre mi cuerpo, ya sabiendo qué le sucede a quienes no pagan sus deudas. —No has hecho eso, ¿cómo puedes ser egoísta y solo pensar en ti? Solo te tengo a ti en este mundo, no puedo perderte también, oh Dios mío, ¿cuánto debes, Julio? —le pregunto con aún más miedo de la respuesta. —30 mil —dice y caigo sentada en el suelo—. Voy a encontrar una solución, Juh, no te preocupes, voy a encontrar una solución. —Es mucho dinero, aunque renuncie a mi trabajo, no recibiré ni un tercio de esa cantidad y no podré obtener un préstamo tan alto —digo, ya desesperada. En ese momento golpean mi puerta, miro asustada a Julio y me levanto para ver quién está en la puerta. —¿Julio está en casa? —pregunta el desconocido y yo asiento —Sí, pero no está muy bien, está duchándose. —Entonces, señora, sin rodeos —me mira de arriba a abajo—. Tu hermano está endeudado y no es poco, a las 18:00, el jefe llamará para hablar con él y si no aparece, la deuda será tuya para pagarla o ambos morirán —me dice y yo me quedo incrédula. —Yo no tengo deudas, ¿por qué voy a morir? —pregunto, y él encoge los hombros.    —La charla está dada, a las 18 hs en la boca, y si tú o él no aparecen, ambos van al pozo y no sirve de nada intentar salir del Morro, que todos ya tienen el objetivo —Él habla y se va dándome la espalda, cierro la puerta temblando y vuelvo al baño, la puerta está cerrada lo que significa que Julio está tomando una ducha, y ahora, Dios mío, ¿podré conseguir una prórroga para pagar esta deuda?  No puedo perder a mi hermano, él es la única familia que tengo.