CAPÍTULO DIECINUEVE Nolan Desmonta después de cubrir cierta distancia y se toma un momento para calmarse. Es tarde, la noche ya está muy avanzada y está seguro de que nadie lo ha visto galopar hasta la entrada del cementerio de la ciudad. Reajustando el cinturón de su arma, aunque no tiene planes de usar el Colt enfundado en su cadera, amarra el caballo en la puerta y avanza por el estrecho camino que serpentea hasta la cima. Las ordenadas hileras de cruces simples con sus sencillas inscripciones reflejan la noche estrellada desde sus superficies blancas y el resplandor envía un curioso escalofrío a través de su cuerpo. Nunca le han gustado los cementerios, y mientras camina, recuerda cómo se paró junto a la tumba de su padre, las lágrimas rodando por sus mejillas mientras los veía bajar
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