CAPÍTULO DIECISÉIS Cole Moviéndose a través de las rocas revueltas, Cole se mantuvo agachado, arrastrándose hacia adelante sin hacer ruido. Había rodeado el lugar donde estaba sentado el Apache en el otro extremo, prácticamente enterrado entre las rocas. Desde donde se encontraba ahora, Cole tenía una línea de visión perfecta. Levantó el Henry y entrecerró los ojos a lo largo del cañón. Un tiro fácil. En un abrir y cerrar de ojos, los Apaches estarían muertos, y luego todos podrían regresar al fuerte, lamiendo sus heridas y tal vez aprendiendo mucho de sus errores. Pero Cole no apretó el gatillo. Permaneció en su posición durante largos y agonizantes minutos, mientras en el interior debatía consigo mismo qué era lo mejor que podía hacer. El Apache era joven, astuto, no tenía más culpa d