Sin otra cosa que hacer mientras Leidy investigaba a su antiguo novio, accedí a hacer de modelo para la rusita cuando me contó que deseaba recrear conmigo el cuadro que Rubens había pintado sobre una leyenda carcelaria en la que un hombre fue sentenciado a morir de hambre y al que salvó su hija recién parida dándole de mamar durante sus visitas. ―No quiero que me retrates como un viejo― fue la única objeción que puse al recordar el personaje de “la caridad romana” del pintor belga. ―Raul, jamás se me ocurriría tal falta de respeto― respondió: ―Piensa que será mi pecho el que te alimente y nunca se lo daría a un hombre aún más anciano que tú. Que recalcara nuestra diferencia de edad no me molestó al ver su desvergonzada sonrisa y despojándome de la camisa, me coloqué en el sofá siguiendo