Como al día siguiente había quedado con la directora del centro donde cursaría su graduado, se levantó temprano para ocuparse de las labores del hogar antes de ir a su escuela. La cara de preocupación con la que estaba limpiando la casa cuando terminé de duchar me hizo asumir que quizás debía contratar una muchacha para que así pudiera estudiar. Al comentárselo, la puñetera cría se volvió hacia mí y con lágrimas en los ojos, me preguntó si acaso me había cansado de ella y ya no la quería. ―Al contrario, muñeca. Quiero que seas feliz, pero también que te formes. Por eso, si veo que lo necesitas buscaré a alguien que te ayude. Entendiendo mi razonamiento, dejó de llorar y con renovado optimismo, me soltó: ―Seguro que, si se lo dice a su Leidy, ésta le encontrará una nena más a la que educ