Para su fortuna, Chelsea pudo encontrar un taxi rápido y llegar a su casa con el tiempo justo solo para cambiar su ropa, el peinado y el maquillaje tendría que hacerlo dentro del coche, pero, no contó con que el tráfico estuviera imposible, llegó unos diez minutos tarde hasta las oficinas principales de Bullock&Company, pero, una vez más, la suerte estaba a su favor y el director ejecutivo no había llegado a las instalaciones. Justo cuando se encontraba hablando con una chica de recursos humanos llegó nada más y nada menos que el mismo Hugh Bullock.
—Señor Bullock, esta chica ha venido a la entrevista para la plaza vacante de asistente administrativo, pero su hijo no ha llegado aún.
—¿Cómo que mi hijo no ha llegado? Es inconcebible que a sus treinta años todavía quiera darse la vida de niño rico loco, tiene que madurar de una maldita vez —La chica de recursos humanos carraspea su garganta para llamar la atención del señor Bullock— perdóneme señorita, ya con esta edad no estoy para los dolores de cabeza de mi hijo, en ocasiones se me olvida que no debo refunfuñar delante de las personas, cosas de viejos, vamos, acompáñame, yo mismo te haré la entrevista.
Hugh Bullock era un hombre de cincuenta y siete años ya, a pesar de que heredó las empresas de su padre, siempre se mantuvo humilde y el dinero nunca le negó la visión la amabilidad; siempre fue un rasgo representativo suyo, a diferencia de su hijo arrogante. En cuanto escuchó sus palabras, Chelsea se puso nerviosa, una cosa era ser entrevistada pero, otra muy diferente era que el dueño de la empresa fuera el entrevistador; de igual manera, ella era una chica muy habilidosa e increíblemente dotada, había sido la mejor de su clase y graduada con honores, con su curriculum era prácticamente imposible que le negaran el cargo
Ella había estado trabajando desde que se graduó en una pequeña empresa por dos años, ya era hora de expandirse y ningún lugar era mejor para hacerlo que en Bullock&Company, por eso estaba allí. No habían pasado ni quince minutos y ya, el señor Bullock estaba decidido, ella ocuparía el puesto vacante. Si hubiera podido hacerlo, Chelsea habría salido de su oficina dando brinquitos y gritando a la vez, pero tenía que comportarse.
—Bienvenida a nuestra empresa, señorita Smith, será todo un placer para nosotros tenerla aquí.
—El placer es mío señor Bullock, muchas gracias por su atención, solo una cosa más ¿cuándo comenzaría a trabajar?
—Pues, si has venido preparada, ahora mismo esta es tu oficina —le dijo deteniendo el paso en frente de una amplia habitación con una iluminación increíble— así podrás ir organizándote, revisar los expedientes que hay pendientes, los contratos, es una empresa muy grande y, por tanto, tendrás bastante qué hacer, pero tómalo con calma hasta que cojas la marcha.
Chelsea estaba muerta del sueño y sin mencionar el cansancio corporal que tenía debido a la noche que había pasado pero, por nada del mundo iba a dejar pasar esta oportunidad. Sentía que ese era su día de buena suerte, a pesar de haber llegado tarde, nadie se dio cuenta de ello, la entrevista no pudo haber ido mejor y ya tenía su empleo asegurado, el empleo de sus sueños “¿Qué podría salir mal?” pensó ella.
—Por mí perfecto, siempre estoy preparada.
—Pues en hora buena, ahora debo retirarme, con su permiso —dijo Bullock antes de marcharse, dejando a Chelsea en la tranquilidad de su oficina.
Pasaron un par de horas en las que ella tuvo el tiempo suficiente para organizar un poco el lugar, luego tendría que traer algunas de sus cosas para darle un toque personal. Se sentó en su asiento detrás de su buró y se permitió unos pocos minutos para sentirse importante y orgullosa de sí misma, lo que había acabado de lograr tenía mucho mérito. Justo cuando pensaba revisar los contratos pendientes, tocaron a su puerta.
—Adelante —anunció para dar entrada a un chico con uniforme de repartidor que cargaba un enorme ramo de flores— ¡Oh no! debes estar equivocado, recién acabo de comenzar aquí.
—¿Eres Chelsea Smith? —preguntó él mirando los datos que tenía apuntados en su teléfono móvil.
—Sí soy yo —respondió ella completamente confundida.
—Entonces no estoy equivocado, estas son para ti —dijo, mientras se acercó y las dejó sobre su escritorio para luego marcharse.
Ella tomó el enorme ramo en sus manos, era tan grande que pesaba. No era un ramo de rosas convencionales, estaba lleno de lilas, azucenas, gladiolos, era precioso en realidad y tenía un olor increíble pero, no tenía idea de quién podía habérselas enviado, nadie sabía que ella estaría ahí, es que ni ella misma lo sabía, fue todo de improviso. Sin más tomó la tarjeta y la abrió, necesitaba quitarse la duda, su sorpresa fue gigante al leerla:
“Querida Chelsea:
Lamento mucho no haber podido asistir a nuestra cita ayer, no quiero que pienses que fue mi elección no presentarme, tuve una urgencia médica, me caí de las escaleras y torcí mi tobillo, tenía tantas ansias por conocerte que ni siquiera veía dónde pisaba. Recordé que hoy era un gran día para ti y envié estas, si todo fue bien, habrás recibido las flores y mis disculpas. Con cariño,
Fred”.
El corazón de Chelsea comenzó a palpitar muy rápidamente, en otras circunstancias habría estado rebosante de felicidad al leer esta nota, pero, ahora estaba entrando en pánico. Si Fred no había podido asistir la noche anterior a su cita ¿quién cojones tomó su lugar? ¿con quién se había acostado ella? Pasó toda la noche con un completo extraño, alguien a quien no conocía de nada, tuvo sexo con él, repetidas veces sin saber quién era.
“¡Dios mío! ¿Qué hice anoche? ¿En qué enredo me habré metido?”, esas palabras son todo en lo que ella puede pensar, las repite una y otra vez para sus adentros como si eso le fuera a dar la respuesta que está buscando. Eso no podía estarle pasando, no a ella, siempre ha tenido mucho cuidado en sus decisiones, es la típica chica que lo piensa todo dos veces antes de hacerlo para evitar las equivocaciones, pero claro, la calentura entre sus piernas tenía que haberle nublado el juicio. Si hubiese prestado más atención a los pequeños detalles eso no le habría sucedido, mientras más se pone a darle vueltas en su cabeza, más se va dando cuenta.
Cuando ese chico fue a pedirle un trago dudó antes de decir su nombre, no lo sabía y ella se lo dio demasiado rápido; luego, parecía no recordar lo que había estudiado cuando por el chat había hablado miles de veces sobre ese tema con el verdadero Fred y, por último, pero no menos importante, le sugirió que no hablaran más sobre los mismos temas del chat, fue la forma más inteligente de evitar que lo descubriera.
¡Ese tipo había sido un canalla! Le había quitado su derecho de decidir con quién acostarse, con quién irse a la cama, su derecho sobre sí misma y ahora se estaba sintiendo sucia. Necesitaba encontrarlo, necesitaba saber quién era ese impostor y acusarlo, acabar con él. Justo como si el universo hubiera estado escuchando sus pensamientos, sucedió algo que llamó su atención.
—Señor Bullock, ya tenemos nuestra nueva trabajadora, su padre acaba de contratarla —comenzó a escuchar la conversación y se limpió las lágrimas de rabia que corrían por sus mejillas, no importaba lo que había pasado, estaba en la empresa y tenía que comportarse como una profesional.
—¿Mi padre? —preguntó algo extrañado— Se supone que yo escogería el candidato para el puesto de asistente en administración ejecutiva.
—Pues sí, pero a su padre no le gustó que usted no estuviera aquí, así que el mismo lo hizo.
—Como de costumbre —masculló para luego soltar un bufido a modo de protesta— bueno, preséntemela. —Chelsea escuchó los pasos acercarse más hasta que llegaron, mientras ella fingía estar muy enfrascada en sus contratos.
—Señor Bullock, le presento a Chelsea Smith.
Esa era su entrada, así que alzó la vista para encontrarse delante de sus ojos nada más y nada menos al impostor al que tanto estaba maldiciendo hacía solo unos segundos. El juego acababa de empezar…