[SEBASTIEN]
Estaba seguro de querer venir a esta cena, pero al ver el lugar donde vive me ha hecho empezar a dudar. Es una casa enorme, prácticamente una mansión. Es completamente blanca con enormes cristales, y con una arquitectura moderna, mi padre diría que es una verdadera obra de arte. Con dudas y todo, toco el timbre ubicado a un lado de la enorme puerta doble de madera y espero pacientemente.
La puerta se abre y ahí está él. —¡Hola Sebastien!— Dice con entusiasmo y me saluda –Ven pasa.— Me pide y respiro profundo para seguir sus pasos.
Vaya que la casa es preciosa. La decoración es increíble, miro a mi alrededor y me percato de las fotos de ellos en el día de su boda e inevitable mi corazón se estruja.
—Es una casa preciosa. — Le comento intentando ser amable.
—Muchas gracias, y de verdad mil gracias por haber aceptado la invitación. — Me agradece.
—Es un gusto. —
Lo escucho hablarme de lo que piensa del último campeonato, y yo solo soy capaz de buscarla con mi mirada de la manera más disimulada posible.
—¡Cariño, ven! — Dice alto y al darme vuelta la veo con un niño en brazos.
—Hola.— Dice ella tímidamente mientras se acerca a nosotros y me pierdo en lo perfecta que se ve con ese vestido rojo.
«Ha cambiado tanto en estos años...»
Aquella jovencita de 15 años ha quedado atrás. Ahora es una mujer de figura escultural y mirada ¿triste? No entiendo mucho lo que dicen sus ojos...
—Sebastien, te presento a nuestro hijo Nicolás. — Me explica su esposo.
Lo miro detenidamente y es precioso. Pensar que este era el futuro que yo me imaginaba con ella, pero no, lo que tanto imagine a su lado ella ahora lo tiene con otro.
—Felicidades, es hermoso. — Es lo único que se me ocurre decir fingiendo estar bien y tomo la diminuta mano del pequeño.
—Ya regreso. — Dice ¿asustada?
—Fue por el biberón del niño.— Se explica Iker mientras hace que lo siga hasta un rincón del salón donde hay una barra. —¿Whiskey?— Pregunta mostrándome la botella.
—Está bien— Respondo sentándome en una de las banquetas que hay frente a la barra. — ¿Cuánto tiempo tiene el niño?— Le pregunto mientras sirve el trago.
—Un año y medio.— Me responde inmediatamente con orgullo.
—Bastante pequeño.—
—Sí, el día que me dijo que estaba embarazada fue cuando le propuse matrimonio... Estaba tan emocionado— Dice entre risas.
—¿Y cuánto tiempo llevan de casados?— Pregunto sin poder aguantar mi curiosidad.
—El sábado fue nuestro segundo aniversario. — Responde y lo envidio demasiado por poder tenerla a su lado.
—Felicidades. —
Lo escucho hablarme de todo esto y solo sigo pensando que este hombre tiene la vida que yo hubiese querido tener al lado de ella, duele tanto...
—Discúlpenme, pero este niño es un glotón. — La escucho decir mientras se acerca a nosotros.
Ella se sienta en la banqueta de al lado con el niño en brazos y solo la observo detenidamente mientras alimenta a su hijo. —¿Quién me diría que te volvería a encontrar? — Le digo para que su marido no sospeche nada.
—¿Y a mi quien me diría que aquel vecino de la adolescencia sería un futbolista famoso?— Me dice siguiéndome el juego.
—Es increíble que ustedes hayan sido vecinos. — Comenta su esposo.
—Pues sí, me atrevería a decirte que éramos muy buenos amigos también.— Añado y noto como ella no puede ni siquiera mirarme al decir esto.
—Mi esposa es tan reservada con todo lo relacionado a su pasado...— Comenta Iker y lo miro confundido ya que no se a qué se refiere.
—¿Cómo así?— Cuestiono.
«Creo que me estoy perdiendo de algo aquí.»
—Nunca me ha querido decir porque se lleva tan mal con su padre. Tampoco me quiere contar de su pasado, pero yo la respeto. — Explica y esto sí que es nuevo.
—¿Qué sucedió con Ramiro? — Pregunto y no se a quien le estoy preguntando.
—No lo nombren...—Exige y ahora sí que no entiendo nada.
—Lo siento. — Digo algo avergonzado, y no se de que es lo que me estoy disculpando, ¿Qué ocurrió?
—Discúlpame tu a mí, es que de verdad no me apetece hablar de él.— Me dice algo triste.
—Entiendo... ¿y puedo ser curioso y preguntar cómo se conocieron? — Les pregunto a ambos y noto como se miran entre sí.
—A ella no le gusta mucho hablar de eso, por eso siempre me toca contar la historia.— Se explica Iker. —Llego en la ambulancia una noche al hospital donde yo trabajo. Había sufrido un accidente de tránsito muy grave que la dejo en coma por un mes y otro mes internada recuperándose. Me pareció un ángel y fui su doctor esos dos meses... me enamore como un idiota y el día que le di el alta la invite un café.— Me explica y no puedo creer lo del accidente.
—Zami, ¿estuviste en coma? — Le pregunto asustado.
—Es parte del pasado. — Se limita a responderme.
—Cariño, déjame que llevo a Nicolás a su cuna. — Le dice el al notar que el niño se ha quedado completamente dormido.
Él carga al niño y se aleja mientras que yo intento asimilar todo lo que me he enterado hoy. Tengo tantas ganas de hablar con ella a solas.
—¿No crees que me debes una explicación? — Le pregunto mirándola fijamente.
—Sebastien, no es el momento...— Dice nerviosa.
—Lo sé, pero tú y yo tenemos que hablar a solas. Necesito entender muchas cosas... tomemos un café mañana por favor. — Le pido casi en una súplica.
No me mira... solo mira a la nada como si estuviese teniendo un debate interno. —De acuerdo. Mañana por la tarde me dices donde. — Responde finalmente y puedo ver que en su rostro hay un mar de dudas.
—Este es mi número. — Le dejo saber anotando mi número de celular en una servilleta que hay sobre la barra.
Toma el bolígrafo que quite de mi bolsillo y me anota el suyo —Escríbeme mañana. — Me dice y ambos guardamos el papel antes de que su esposo regrese.
Esta mujer me debe tantas explicaciones...