Capítulo 1. Los deseos de un padre moribundo

2002 Words
Wigtow, Escocia. Tres meses atrás. Me abro paso entre los invitados de la fiesta, todos ellos me reconocen y por las expresiones en sus rostros al verme, deduzco qué no soy exactamente bienvenidos entre ellos, aunque no es por gusto que estoy aquí, sino porque mi padre ha llamado por mi. La mayoría canta el “Feliz cumpleaños” a mi padre, cumple sesenta años, tiempo en que fundó y trabajo en el banco Macleod, hoy en día es uno de los mejores bancos de Escocia y por ello hay tantas personas aquí qué no conozco y que solo son los lamebotas de mi padre, dispuestos a todo con tal de recibir su aprobación o un beneficio de él. Observo el show desde una esquina en la qué me situo para no llamar la atención, a mi padre nunca le ha gustado que su menor hijo aparezca en la página de sociales del periódico con una nueva chica a mi lado, siempre desde que entré a la universidad tenia algo que decir sobre mi comportamiento, sobre como debía vestir, como debía hablar, que era lo que debía hacer, hasta que me harte de sus opiniones y me fui de casa. La última vez que lo vi fue hace tres años en navidad, de hecho mi última navidad también. Mientras el mundo entero le aplaude mientras sopla las velas de un exorbitante pastel de cumpleaños, yo desvío la mirada hacia el público qué lo aclama. Entre los invitados observó, principalmente, a las mujeres que ahí se encuentran disfrutando del festejo, en bellos vestidos de coctel, ajustados y también un poco escotados, pero sin pasar a lo indecente. Mientras fijo la mirada en una joven mujer de vestido rojo qué ha llamado mi atención, alguien se sitúa frente a mi y al volver la mirada, mi buen humor se apaga al reconocer el rostro de mi medio hermano frente a mi. —¿Porque diablos tardaste tanto?—me recrimina con una severa mirada qué me recuerda a su madre, a quien llegue a ver unas cuantas veces cuando era niño. —Nigel—pronunció su nombre con cierta molestia y hartasgo mientras recuerdo el sin número de bromas qué me hizo cuando eramos niños. Puede qué para él ya no signifique nada, pero para mi es una de las razones por las que lo odio y a decir verdad él no ha cambiado mucho,sigue siendo el mismo imbecil de siempre—¿Que es lo que quieres? —Debiste avisar que llegarías tarde o por lo menos decir que necesitabas un traje qué lucir esta noche en vez de venir con esas fachas—me acusa mientras su mirada viaja por la ropa que llevo puesta esta noche, pero a diferencia de él, yo no puedo gastar en trajes de diseñador o hechos a la medida, además no tiene nada de malo el traje azul qué llevo puesto. —No vine a la fiesta, así que relajate y callate de una vez antes de que suelte mi puño sobre tu rostro—me defiendo, cosa que pocas veces hice en mi infancia porque pelearme con ellos significaba avergonzar a mi mamá, pero ahora que ella esta muerta y yo tengo boca y valor para hablar, no dudo en amenazarlo. —Tan vulgar como siempre, Ewan—expresa como si fuera un insulto, pero lo que me molesta de él no son exactamente sus palabras sino la forma en como me Mira y me sonríe, como si no fuera más que una maldita alimaña qué puede pisar. Aprieto el puño para darle lo que le prometí, pero antes si quiera que levante la mano, mi anciano padre aparece detrás de él y entonces la sensación de incomodidad y fastidio desaparecen. —Ewan—pronuncia con cierto tono de alegría. Solo que al estar tan cerca me doy cuenta de muchas cosas que han cambiado en él durante el tiempo en que no nos hemos visto. Mi padre luce demacrado—¿En donde estabas, muchacho? —Feliz cumpleaños, papá—me digno a decir, más por la gente que está a nuestro alrededor qué porque realmente tenga buenos deseos para él. —Gracias, hijo—expresa mientras le da una palmada en la espalda a Nigel —¿Podrías encargarte de los invitados mientras hablo con tu hermano? Nigel asiente con la cabeza, pero sé perfectamente que la palabra “Hermano” no es exactamente algo que nos defina ni tampoco qué gustemos de usar. —Ven conmigo, vamos a mi oficina—expresa mientras apoya el peso de su cuerpo en un bastón bastante llamativo, es decir muy elegante y lujoso, aunque verlo usar esa cosa me hace pensar en muchas cosas ya qué, en primer lugar, mi padre nunca gusto de usar cosas como esas, él siempre fue muy sencillo y practico cuando se trataba de sus posesiones, a excepción de la casa, los autos y el yate, pero además de eso, es obvio que le cuesta caminar, además de que su piel se le nota un tanto amarillenta, como si estuviera enfermo. Camino a su lado y en nuestro camino a su oficina nos cruzamos con sus amigos qué intentan saludarlo o entablar una conversación con él, solo que mi padre, quien siempre tuvo tiempo para ellos en el pasado, esta noche solo les muestra una sonrisa y continua caminando hasta salir del salón y posteriormente llegar hacia el pasillo. Desde niño la casa me pareció bastante grande, pero entre tanta gente, este sitio se nota pequeño e insignificante. Mi padre permanece callado hasta que llegamos hasta su oficina y el silencio solo me hace pensar que algo grave pasa o quizás solo piensa reprocharme en privado todo el tiempo en que me aleje de la familia y viví por mi cuenta ignorando su existencia. —Escuche que te dedicas a las apuestas—comenta una vez que cerramos la puerta y entonces no puedo más que rodar los ojos porque ya sé a donde se dirigirá esta conversación. —No son ilegales si es lo que estas pensando—me defiendo antes de que haga algún estúpido comentario—además no tiene nada de malo apostar de vez en cuando. Mi padre avanza hasta su escritorio, no dice nada, pero lo escucho toser de una manera grotesca, como si tuviera una flema enorme atorada en la garganta. —La mejor apuesta, es no apostar—dice mientras se limpia los labios con un pañuelo—el juego es muy apasionante, pero muy riesgoso para tu bolsillo cuando no puedes controlar los resultados y solo te fías en la suerte para obtener ganancias. Las apuestas son poco para ti hijo y lo sabes, desperdicias tu carrera y tus conocimientos cuando podrías estar haciendo millones en horas. Trago saliva, molesto por el sermón de siempre. —Nigel se esforzó mucho en encontrarme, dijo que era importante que viniera ¿Y tu me dices esto?—cuestiono un tanto molesto porque pensé que tenía que ver con la herencia, aunque claro que siendo el hijo menor e hijo de la segunda esposa, no puedo aspirar a heredar una cuantiosa fortuna y claro ahora que menciona las apuestas, supongo que no me confiara ni la placa del perro. Mi padre guarda silencio mientras me observa, quizás molesto, aunque en realidad siendo niño le conocí miradas mucho más severas qué esa. —Hijo, estoy muriendo—dice de pronto con una seriedad qué me incomoda, pero eso no puede ser cierto, no cuando ha organizado la fiesta de la década. ¿Alguien que esta muriendo haría algo como eso? Suelto una carcajada, más por nervios qué porque en realidad me haya causado gracias su broma, porque eso tiene que ser una broma. —No sabias que tenias un sentido del humor tan oscuro, papá—le apremio mientras finjo limpiarme una lagrima del ojo—por poco y te creo. Levanto la vista hacia él, esperando que sonría o me de la más mínima pista de que lo que ha dicho es tan solo una broma o quizás una especie de lección en sentido figurado y ni literal, pero él no sonríe, solo me Mira con cierta nostalgia y pena. —Tengo cáncer de páncreas en etapa terminal, Ewan. No me queda mucho tiempo, pero quiero disfrutar de la vida y de mi familia antes de irme—declara mientras desliza un par de hojas de papel y por supuesto al asomarme y leer las primeras lineas me doy cuenta de que se trata de su testamento y que por alguna razón mi nombre se encuentra en todas las páginas, pero no veo el nombre de Nigel ni de Scott en ellas. —¿De qué se trata todo esto, papá?—cuestiono alarmado y también asustado. —Nigel, construyo su propio futuro y no tiene de que quejarse ni mucho menos tiempo para administrar un banco, si por él fuera lo vendería al mejor postor si se lo entrego y Scott esta casado, además él es ya es feliz y tiene una vida plena qué él eligió, pero tu...—hizo una pausa y suspiro—tu no tienes un futuro, un prospecto de vida, anhelos o deseos, solo vives por vivir, sin una mujer que cuide de ti y mucho menos hijos qué te alegren la vida. Así que pensé que querrías tener el banco. —Pero papá...yo no sé si pueda hacerlo, además ¿Porqué me lo confías todo a mi?—digo entre emocionado y un tanto desconcertado, confundido por todo esto porque apesar de que Nigel es dueño de su propia empresa y Scott eligió casarse con una pueblerina cualquiera, podrían llegar a pelear su parte en los negocios de mi padre, además nadie y estoy seguro que también hablo por mi padre, ninguno confía en mí para administrar el imperio Macleod. —Quiero confiar mi legado en mi hijo más amado, pero lo haré con una condición—señaló y entonces algo en mi interior me dice que no importa lo que pida, con tal de tener todo lo que siempre he soñado, aunque nunca pensé que fuera precisamente yo quien fuese a heredarlo todo. —Dime. ¿Qué condición? —En primer lugar, dejaras las apuestas, te vestiras mejor y tomaras un puesto en el banco para aprender todo lo que debes saber sobre como dirigir un banco y...—tose un poco, así que vuelve a limpiarse la boca—te casaras y deberás hacerlo antes de que fallezca, de lo contrario, tus hermanos heredaran todo. —¿¡Casarme!?—cuestiono sorprendido por esa condición. ¿De qué se trata todo eso? —Pienso que el matrimonio te sentara bien, mira a tu hermano Scott, iba por el mismo camino qué tu y esa joven lo hizo cambiar, incluso aunque casarse con ella le costará su herencia. —Entiendo a donde quieres llegar con esto papá—miento—pero es una decisión que Scott tomó por amor, no creo que debas imponerme el matrimonio solo para dirigir tu banco. —Yo tampoco lo creo, pero si te comprometes con algo tan común como lo es el matrimonio, creo podre confiarte mi legado y el de tu madre también, así que has tu mejor esfuerzo y busca una esposa linda, de preferencia una mujer sencilla y de pocos intereses, que no sea arrogante ni mucho menos materialista porque quiero tener nietos pronto y el divorcio no es una opción. ¿Entendiste? —¡Pero papá...! —¡Un año, Ewan!—advierte, pero en su mirada no veo al padre severo al qué no le dolió perderme, solo veo un hombre endeble, derrotado, una sombra del hombre que fue. Sin decir nada más, se levanta de su asiento y con el mismo bastón de color oscuro, se apoya par salir de su oficina y volver a la que mur probablemente es su última fiesta de cumpleaños.
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